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La designación del fiscal al frente de la unidad antilavado inaugura una nueva era. Un aterrizaje cargado de incertidumbre, que en sus primeras horas ya expuso su carácter puramente político con la decisión oficial de prohibirle a la UIF intervenir como querellante en causas de corrupción.
Entró sin saludar y se fue sin hablar. Esa fue la secuencia, tan seca como simbólica, con la que Paul Starc debutó en la sede de la Unidad de Información Financiera (UIF) el viernes de la semana pasada. No hubo instrucciones, ni señales de dirección, según pudo reconstruir elDiarioAR. Recién el miércoles previo a Semana Santa apareció en persona ante los empleados, luego de su demorada oficialización al frente del organismo antilavado. Un aterrizaje cargado de incertidumbre, que en sus primeras horas ya expuso su carácter puramente político con la decisión oficial de prohibirle a la UIF intervenir como querellante en causas de corrupción.
La designación de Starc como presidente de la unidad, anunciada en enero, fue formalizada el 7 de abril. La resolución firmada por Javier Milei y el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, aludió a la “necesidad ineludible” de contar con una conducción formal en el organismo, luego de casi tres meses de interinidad desde que fuera desplazado Ignacio Yacobucci. El decreto llegó tras cumplir con la audiencia pública establecida por ley: se celebró el 17 de marzo en el Salón Pablo Ramella del Ministerio de Justicia, con la participación del inspector general de Justicia, Daniel Vítolo; el secretario de Justicia, Sebastián Amerio; la jefa de Gabinete del ministerio, Florencia Zicavo; el fiscal federal Carlos Stornelli y el propio Starc.
En ese acto formal, Vítolo elogió al flamante funcionario por su “trayectoria en la Justicia Federal investigando delitos complejos como estafas, secuestros extorsivos, lavado de dinero, actividades terroristas, narcotráfico y tráfico de armas”. Y celebró que Milei hubiese elegido para encabezar la UIF a un “hombre de acción” en lugar de un “académico”, como gesto de autoridad en un momento, dijo, en que “el crimen transnacional y el financiamiento del terrorismo atentan contra la paz del mundo”. Starc cosechó más de 450 adhesiones y solo tres objeciones que corrieron por cuenta de los diputados de la Coalición Cívica Mónica Frade, Maximiliano Ferraro y Victoria Borrego que, sin embargo, no asistieron al evento para sostenerlas.
Lo que no se dijo en el evento, pero se comentaba en voz baja, es que la llegada del fiscal —titular hasta ahora del juzgado federal de Tres de Febrero— es una jugada directa de Santiago Caputo, el asesor presidencial todoterreno que se convirtió en el verdadero reorganizador del sistema de control del Estado. Su nombre se impuso en la Casa Rosada tras una operación meticulosa que terminó con la cabeza de Yacobucci: un abogado con perfil técnico y cierto recorrido institucional que había empezado a desentonar con el nuevo manual libertario.
La pelea fue sorda, pero no menos intensa. Yacobucci fue advertido por desobedecer directivas: la más grave, apelar el archivo del caso Hotesur, vinculado a Cristina Fernández de Kirchner. Pero también, por sostener a su vice, Manuel Tessio, en causas sensibles como la de Martín Insaurralde. Según relató elDiarioAR en enero, Caputo leyó esos movimientos como actos de rebeldía y desplegó su ofensiva: lo aisló del circuito político, lo vació de respaldo judicial y filtró información sobre supuestos gastos en primera clase —que el exfuncionario niega— y su “mal vínculo con el GAFI”, el organismo internacional que monitorea la lucha contra el lavado. Cúneo Libarona, que lo había apadrinado en un principio, terminó firmando el decreto de salida. El control pasó a manos de Amerio, alfil de Caputo y representante del Gobierno en el Consejo de la Magistratura.
Creada por la Ley 25.246 en el año 2000, la UIF es un organismo autárquico con facultades para investigar, prevenir y denunciar el lavado de activos, la financiación del terrorismo y el financiamiento de armas de destrucción masiva. Su independencia técnica es considerada clave por organismos multilaterales. Por eso, en octubre pasado, el GAFI evitó que Argentina ingresara a la lista gris, pero dejó explícitas advertencias por la politización creciente del área. La llegada de Starc, para varios especialistas, podría agravar ese cuadro.
Esas alarmas ya comenzaron a sonar: el Gobierno acaba de publicar el Decreto 274/2025, donde se redefine la arquitectura institucional de la UIF. Según lo decidido por Milei, el organismo dejará de intervenir como querellante en causas de corrupción y lavado, una función que hasta ahora le permitía actuar como parte en investigaciones judiciales sensibles. Aunque no lo prohíbe de forma expresa, la nueva reglamentación desactiva en los hechos esa herramienta estratégica, consolidando un cambio doctrinario de fondo.
“La UIF no está para querellar, para eso están los fiscales”, repiten en la Casa Rosada, justificando así el nuevo decreto y el corrimiento de un perfil técnico por uno de ejecución, como sería el de Starc. En reemplazo de Yacobucci, el Gobierno encontró en él una figura que combina, para el relato oficial, “experiencia operativa” con visión penalista, además de otro atributo fundamental: su condición de leal.
La trayectoria de Starc está marcada por la polémica. Como fiscal federal, trabajó durante más de tres décadas en causas complejas, aunque su paso por la función pública dejó varios rastros incómodos: fue subsecretario de Investigaciones e Inteligencia Criminal en la provincia de Buenos Aires entre 2007 y 2009, en tiempos de Daniel Scioli gobernador y Stornelli ministro de Seguridad. Desde allí tuvo un rol central en el caso Pomar, una tragedia con ribetes bochornosos: una familia apareció muerta semanas después de desaparecer, a pocos metros de la ruta, luego de una investigación errática que derivó en denuncias contra efectivos policiales por omisión de deberes y falsificación de actas. Tras aquel escándalo, Starc volvió al Poder Judicial.
Ahora, como flamante titular de la UIF, su desafío es otro. La gestión de Starc recién acaba de arrancar, en medio de un clima que mezcla tanto parálisis como expectativa. “Nadie sabe qué viene ahora”, describen puertas adentro. No hay señales de un plan, ni nombramientos. Apenas algunas reuniones estratégicas que tuvieron lugar en la sede de un organismo que, desde enero, tuvo al frente de la operación diaria a su vice, Santiago González Rodríguez, un hombre de Amerio.
A lo largo de los últimos meses, el Gobierno no se privó de descalificar la gestión de Yacobucci acusándola de haber motorizado denuncias absurdas, como la que se dirigió contra un corralón de materiales en Mar del Plata por presunto lavado. Pero el mismo organismo, durante ese tiempo, recibió presentaciones relevantes que aún no movió: como la que hizo Elisa Carrió contra Cristian Ritondo, jefe del bloque PRO en Diputados, por propiedades no declaradas de su esposa en Miami, luego de una investigación de elDiarioAR. La causa está dormida.
Mientras tanto, Paul Starc recién desembarcó en su oficina. Su llegada, hasta el momento, sigue siendo más simbólica que ejecutiva. El Gobierno lo vendió como un “hombre de acción”, pero sus primeros días fueron de silencio. La UIF, que debería ser un bastión técnico del Estado, aparece hoy como un casillero más en el tablero de poder del asesor Santiago Caputo. Y Starc, más que una solución, como una provocación cuidadosamente diseñada.
PL/MG
El hecho sucedió hace casi una semana y las autoridades del establecimiento aún no se pronunciaron públicamente. La comunidad educativa realizó asambleas y emitirán una declaración propia.
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El lunes 14 de abril, en uno de los pasillos del Instituto Superior de Formación Docente “Profesor Vicente D. Abramo” Nº 35 de Monte Grande, provincia de Buenos Aires, apareció pegada una hoja escrita a mano. No estaba en una cartelera ni en el sector de avisos: alguien la había colocado con cinta, a la altura de los ojos, sobre una pared junto a las aulas donde se dictan clases de Historia y Formación Ética. El mensaje, redactado con letra clara y prolija, no dejaba lugar a dudas: era una amenaza explícita de muerte, con referencias directas al terrorismo de Estado.
“Ingresantes: no se dejen dejen llevar por los zurdos del Instituto, estos son amigos de [Axel] Kicillof, de Cristina [Fernández de Kirchner], y de todos los kukas del país. A los kukas no les importa La República, solo quieren beneficios y/o privilegios. La única solución es erradicar a los zurdos de dicho lugar, ya sea matando a uno o traer algunos Ford Falcon Verdes y hacerlos desaparecer. Hagamos Patria. Es una promesa”.
Cabe recordar que los Ford Falcon verdes están íntimamente asociados con el terrorismo de Estado en Argentina, son el símbolo del secuestro y la desaparición forzada durante la última dictadura cívico-militar (1976–1983). Estos autos, modelo Falcon de tipo sedán, pintados verde oliva u oscuro, eran comúnmente utilizados por grupos de tareas del aparato represivo. Se movían sin identificación oficial, para secuestrar personas en la vía pública o en sus propios domicilios. No se identificaban como fuerzas del Estado y actuaban de modo clandestino.
El mismo lunes 14, docentes y estudiantes del instituto denunciaron públicamente el hecho. Transcurrida una semana, la dirección del instituto aún no se ha pronunciado. “Los directivos están obligados a hacer una denuncia. Ni siquiera sacaron un comunicado de repudio, pretenden tapar todo”, señalaron a elDiarioAR desde el sector docente del establecimiento.
A su vez, destacan que la nota apareció a pocos días del último 24 de marzo, nuevo aniversario de la última dictadura cívico-militar, y a diez días de una masiva jornada pública de debate sobre dicho tema, realizada el sábado 3 de abril.
El historiador Luis Brunetto, que es profesor en el Instituto desde 2007, en diálogo con elDiarioAR, sostuvo que “estos hechos no pueden separarse del discurso fascista contra los 'zurdos' que deliberadamente propaga el gobierno negacionista de Milei y [su vicepresidenta, Victoria] Villarruel, y del clima que crea [la ministra de Seguridad, Patricia] Bullrich para legitimar que las fuerzas de seguridad disparen contra periodistas o apaleen jubilados miércoles tras miércoles”.
Y agregó: “No podemos quedarnos cruzados de brazos ni minimizar estos hechos, hay que pararlos antes que sea tarde. El año pasado hubo un hecho similar cuando un alumno irrumpió al grito de 'zurdos aborteros' en una Jornada de Educación Sexual Integral (ESI), y supuestamente se tomaron 'medidas pedagógicas', ahora pasa esto y la dirección del instituto ni siquiera se pronunció públicamente. Por eso estamos impulsando un pronunciamiento que ya lleva centenares de firmas de una comunidad educativa que es muy numerosa, porque el instituto es muy grande”.
Por otro lado Emanuel Denett, vicepresidente del Centro, también declara: “Ya nos reunimos con las autoridades del instituto, que se niegan a hacer la denuncia judicial de los hechos que están obligadas a hacer porque hay amenazas de muerte, un delito de acción pública. El miércoles hicimos una asamblea, el lunes a la mañana hay una sentada en la puerta del instituto que organizan les estudiantes de la carrera de Educación Especial y a las 13hs vamos a hacer una nueva asamblea para organizar un plan de acción. Llamamos a las comunidades educativas de todos los institutos y universidades, a los sindicatos docentes y a todo el movimiento obrero a pronunciarse. Al fascismo hay que pararlo antes de que sea tarde”.
Estudiantes y docentes del instituto publicarán en los próximos días una declaración de repudio que ya cuenta con cientos de firmas. El establecimiento educativo de Monte Grande tiene edificio propio, tres turnos y más de 2.000 alumnos.
Libros, series, películas y un montón de cosas para aferrarse en medio del desconcierto.
El revólver de Borges, escenas de duelo
Uno. Volví a acordarme de la frase de mi querida amiga Florencia: “Una casa es muchas casas”. Me la dijo hace unos años, cuando yo estaba un poco abrumada después de mudarme, sin poder encontrarle la vuelta a esa maraña de cajas, canastos, envoltorios tirados, espacios vacíos donde proyectaba –y sigo proyectando, porque una casa es, ejem, muchas casas– muebles del futuro que en algún momento llegarán a darle sentido a ese lugar que llamo “casa”, a esa deformidad que creo tener bajo control o que creo dominar por fuerza de la costumbre. Mudarse abruma porque mudarse es plantarse, de cara al sol, frente a lo que falta, a lo inconcluso, a lo inacabado: hasta en las mudanzas más felices o íntimamente deseadas, hay agujeros, alguna cosa que se pierde en el camino o no termina de acoplarse al nuevo lugar. No hay mudanza sin despedida, sin precariedad, sin la fuga que implica ese movimiento. Ese abandono de un orden viejo que irá muy gradualmente encajando en uno nuevo, mutando, adoptando una nueva forma. Una zona de promesas. Una casa es muchas casas, recordé hace unos días, mientras ayudaba a mi amigo T. a mudar sus libros y sus plantas. Con sabiduría, en medio de su mudanza, de sus cajas, de su maraña personal de objetos y de vidas pasadas, de esas paredes que de a poco irán cubriéndose, T. encontró las palabras justas, sacó una foto a un ambiente a medio poblar y escribió: “Ahora el desafío es hacer de esta casa, mi casa”.
Dos. Tamara Kamenszain es una de las poetas que más admiro y, pienso ahora, una de las que mejor puso en palabras a las casas, a sus objetos y, a veces, a las maneras que encuentran sus habitantes de moverse por ellas. Lo hizo con delicadeza, con maestría, con ánimo de inventariar eso inasible de las casas –de las personas–: su perfume frágil.
Busco en mi edición de La novela de la poesía. Poesía reunida (la Adriana Hidalgo Editora y tiene, de hecho, la ilustración de una casa en la tapa) y transcribo uno de sus poemas al que suelo volver seguido. El título es Sola.
Ahora que por fin estoy desvelada
como para comprobar que algo crecí
sé que no sólo la sonrisa de aquel hombre
sino también sus gestos
y que no sólo esos gestos
sino también sus palabras
todo me alcanza puedo caminar
acróbata tambaleante pero segura
por la cuerda floja de mi propia casa.
Tres. Una casa es muchas cosas, también, y a veces puede convertirse en una cuerda floja, un modo muy potente del peligro. Una casa puede ser un espacio quebradizo, de acceso fácil, casi un chiste, aunque por fuera tenga la forma de una fortaleza. Es lo que ocurre en la serie que miro por estos días (abajo les cuento más). Jon Hamm, a quien muchos seguramente recuerden como Don Draper en Mad Men, interpreta a un hombre que se mueve en un ambiente de ricos porque lo es, o lo fue, o empieza a dejar de serlo. En esa despedida –la transición entre su vieja vida de ejecutivo canchero con autos deportivos y estos días desconcertantes en los que perdió el trabajo y sus finanzas decaen–, decide meterse a las fastuosísimas casas de sus Amigos y vecinos (tal el título de la serie) cuando no están. Entonces deambula por ellas –algunas ciertamente obscenas en su despliegue de muebles, cuadros, relojes y objetos estrambóticos– para robar algunas pertenencias y poder pagar las deudas que se le empiezan a acumular.
Cuatro. Otra mansión endeble, otra despedida inolvidable con la que me cruzo por estas horas (no afirmo ni desmiento que cierta polémica mediática me hizo volver a ella; está en Max, si gustan y me parece un planazo): la de Whitney Houston –en la ficción, Rachel Marron– en la película El guardaespaldas. Todo parece ser más o menos feliz, entre flashes, una pileta despampanante, videoclips, tragos y sonrisas, hasta que alguien traspasa el límite y deja, en el cuarto de una mega estrella de la música, una carta amenazante. A ese lugar llegará entonces el guardaespaldas profesional que encarna Kevin Costner. Me gusta porque la película, además de esa historia de amor memorable, ofrece una sucesión de casas frágiles y transitorias: la de ella, que de un día para el otro tiene que poner cámaras, verjas, sistemas de seguridad por las intimidaciones que recibe; la de él, desangelada porque no está nunca, donde se amontonan las boletas en el piso y termina siendo el lugar elegido para el primer encuentro entre los amantes; la del padre del guardaespaldas, en medio del bosque, a la que tienen que ir a refugiarse cuando la cosa se pone difícil. Y, ni siquiera ahí, en ese supuesto paraíso, hay calma, porque eso que los tiene al acecho revelará su cara más cruel. Después, las escenas más conocidas: la noche del Oscar, el ataque a tiros, el guardaespaldas rescatando a la artista que ama. Y, por último, el adiós en el lugar más transitorio de todos: una pista de aviones. Entonces llega I Will Always Love You que, en la original en voz de Dolly Parton o en la delicada versión de Whitney Houston, es una de las canciones de amor –y al mismo tiempo, de despedida– más conmovedoras del mundo. Otra zona de promesas: recordar y amar para siempre.
Cinco. Amor, duelos y casas que se ensamblan y mutan se cruzan magistralmente en Terminal 2020, la reciente novela de Osvaldo Baigorria (abajo les cuento más). Transcurre en tiempos pandémicos, en los días del “quedate en casa”, en los de la conmoción generalizada y la inquietud más íntima. El narrador, conocido por sus correrías, por ser un hombre de mundo y caminarlo sin pausa, se ve obligado a quedarse adentro más que el resto de los habitantes del planeta: la mujer que ama empieza a despedirse de la vida porque tiene cáncer y él debe cuidarla. La casa, entonces, es muchas casas: es enfermedad y cuidado, es refugio y amenaza, es pasado y memoria. O, como dice él mismo: “Una casa es un constructo, una ilusión, una entelequia que vive adentro de uno más de lo que uno vive adentro de ella”.
Empieza una nueva edición de esta casa siempre transitoria llamada Mil lianas. La puerta, o algo parecido a eso, por acá.
1. Amigos y vecinos. Como decíamos arriba, esta serie está protagonizada por el actor Jon Hamm, quien interpreta a Andrew Cooper, un gerente de fondos de inversión que de un momento a otro, y por un motivo medio insólito, es despedido y se queda sin trabajo. Además se está divorciando. Acostumbrado a la escena suburbana de Nueva York, con mansiones lujosas, jardines despampanantes y clubes de fin de semana, Coop tiene que ver cómo rearma su vida ahora que sus ingresos se disuelven y que ya no lo protege la supuesta calidez de un hogar. En paralelo, tiene varios frentes familiares abiertos: encontró a su ahora ex en la cama con un amigo, sus hijos adolescentes se alejan de él, su hermana tiene problemas psiquiátricos y él debe cuidarla.
Con la urgencia monetaria en sus espaldas y una cuota de ansias de venganza ante un medio que se le va haciendo más hostil, Cooper decide empezar a meterse en las casas de sus vecinos y amigos para robarles objetos que luego venderá en el mercado negro. Hamm, que durante años cargó el peso del recordado Don Draper de Mad Men, logra en esta serie una actuación destacadísima en una historia que navega entre la intriga policial, el relato de espías y la comedia familiar. Una producción que se podría enmarcar en el noble linaje de las series ligeras, en el mejor sentido.
El elenco se completa con Amanda Peet, Olivia Munn, Hoon Lee, Mark Tallman, Lena Hall, Aimee Carrero, Eunice Bae, Isabel Marie Gravitt y Donovan Colan. Lanzada este mes por Apple TV+ que tiene en su menú los primeros tres episodios, la plataforma ya anunció que la serie tendrá una nueva temporada.
La serie Amigos y vecinos se puede ver en Apple TV+. Más lanzamientos del streaming durante abril, en este enlace.
2. Terminal 2020, de Osvaldo Baigorria. “El amor también es un acto de fe. Elegir –con bastante irracionalidad– a alguien para amar, confiar en esa persona, abrirse a ella. No tenemos conocimiento de ese alguien, al principio simplemente nos gusta, lo deseamos, cultivamos expectativas y ficciones personales de escenas, situaciones, relaciones a construir. Si seguimos adelante, en algún momento diremos ‘te amo’, entre otros fragmentos del discurso amoroso (Barthes), discurso que sigue una estricta determinación alocutoria: siempre hay alguien a quien nos dirigimos, aunque ese alguien haya pasado al estado de fantasma o de criatura venidera (...) Y confiamos en la persona amada sin conocerla realmente. Es un fantasma con la apariencia de un cuerpo que puede parecer bello o sano aunque sin certezas”, apunta el narrador de Terminal 2020 (Seix Barral, 2025), la nueva novela de Osvaldo Baigorria. Una voz cercana a la del escritor y a la vez distorsionada, exagerada, ficcional.
Porque recorre una experiencia dolorosa que le tocó atravesar, Baigorria dice que se trata de un libro “basado en hechos reales” y al mismo tiempo –como el amor– una fábula encantadora. Después de haber transitado la vida juntos por más de 20 años –ella médica y de algún modo cuidadora de quienes la rodean, él escritor– el planeta se ve asediado por el surgimiento de un virus. Es, durante esos días de confinamiento, de meterse adentro, de “quedate en casa” (“una casa es un constructo, una ilusión, una entelequia que vive adentro de uno más de lo que uno vive adentro de ella”, dice el narrador) que a ella, que en el libro se llama Beatriz, le detectan un tumor y debe empezar un tratamiento contra el cáncer. El acto de fe amoroso, entonces, empieza a tomar distintas formas: la del cuidado, la del miedo, la del sueño, la del fantasma, la de la despedida, la del recuerdo. Estremecedor, luminoso, profundo, Terminal 2020 recorre magistralmente todos esos lugares a partir de la prosa potente y excepcional de Baigorria, quien además de abrir sus propios diarios en el texto propone lecturas muy lúcidas de otros autores que escribieron sobre la muerte, el erotismo y el duelo.
Pude hablar con el escritor sobre esos y otros asuntos. Encuentran la entrevista en este enlace.
La novela Terminal 2020, de Osvaldo Baigorria, salió por Seix Barral. En este enlace, una entrevista con el autor.
3. Apostilla. Atención quienes estén con manuscritos inéditos y ganas de lanzarse a esa pileta vertiginosa que son siempre los concursos literarios. Por acá armé una guía con cuatro certámenes dedicados a la novela, al cuento y al ensayo que, además de la publicación de los textos, ofrecen cifras tentadoras de dinero como premio. Pueden encontrarse allí también las fechas (todos ellos cierran entre mayo y octubre) y las bases para participar. ¡Éxitos!
Otro concurso, pero para ilustradores y diseñadores. La Feria de Editores informó que hasta el 14 de mayo está abierta una vez más la convocatoria para quienes quieran crear el afiche oficial de ese encuentro literario, que este año tendrá lugar en agosto en Buenos Aires.
“La FED y La Fuerza Vermú invitan a la tercera convocatoria para crear el afiche oficial de la Feria de Editorxs 2025 con un premio de 600.000 pesos. La obra ganadora será la imagen oficial de la FED 2025. La convocatoria abre el 14 de abril y cierra el 14 de mayo”, contaron en un comunicado.
“Un jurado especializado, compuesto por Oqui Paratz (ganador de la edición 2024 del concurso), María Luque (dibujante y escritora) y Martín Ramón (Director de Espacio Moebius, editorial y galería especializada en cómics e ilustración), decidirá cuál es la obra ganadora y lo anunciará el 2 de junio”, agregaron. Quienes quieran participar, deben enviar su obra a través del sitio de la FED a través de este enlace.
Banda sonora. Inevitable, esta vez, sumar a la nuestra banda sonora algunas canciones de Whitney Houston y de Dolly Parton, dado que las mencionamos arriba. A la vez, sumé algunos de los temas que suenan en los primeros episodios de Amigos y vecinos. Así que esta semana entran a nuestra lista compartida Blur, Arcade Fire, Shirley Ellis, Isaac Hayes, Radiohead y más. Como todos los viernes, la encuentran en este enlace.
Bonus track. Imagino que varios estarán descansando o con un poco más de tiempo por estas Pascuas y sus feriados. Si es así, dos recordatorios: en Malba sigue la increíble muestra Kuitca ‘86, que reúne muchísimas obras del artista plástico argentino Guillermo Kuitca (pueden conocer más por acá, hay casas y camas, por supuesto). Si prefieren quedarse adentro, como les conté hace unas semanas por acá, Lumiton ofrece para ver gratis y online desde Argentina un ciclo con diez películas de Stanley Kubrick. Más, en este enlace.
Bonus track II. Me despido por hoy con la despedida que les comentaba al comienzo, la de El guardaespaldas. ¡Cantemos hasta la próxima!
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En “Cancionera”, su nuevo trabajo, la mexicana se reconoce heredera del legado de artistas como Chavela Vargas o Mercedes Sosa, celebra sus 40 años y reivindica a la música tradicional de su país.
“Quiero girar como lo hicieron Bob Dylan, Joni Mitchell, Violeta Parra. Como lo hacía Mercedes Sosa, que se llevaba su bombo legüero e iba por todo el mundo. Con mucha desnudez, mucha intimidad, mucha simpleza y mucha raíz. Con mi guitarra y mi voz”. Ese deseo, explica la cantante y compositora mexicana Natalia Lafourcade, fue la semilla de su nuevo disco, Cancionera, que saldrá el próximo el 24 de abril.
Es un trabajo despojado de sonidos modernos, un homenaje a la música mexicana tradicional, en clave de bolero, de rumba, en el que la artista conecta con la energía de la madurez que le dan los 40 años que cumplió el año pasado. En Cancionera, Lafourcade se permite además jugar y desarrollar otras disciplinas, como la pintura y la danza, y conformar así no solo una lista de canciones que cuentan una historia, sino una pieza audiovisual y una narrativa que desplegará en una gira que comenzará el 23 de abril en Xalapa, Veracruz, y la llevará por todo México, Estados Unidos, Canadá, España y Suiza, por ahora.
La artista latina con más Grammys en la historia (4 anglosajones y 18 latinos) definió el proceso de elaboración de este disco como “reconfiguración”. “Hubo algo intuitivo de mi parte de reconfigurarme. Es una reconfiguración que estoy buscando desde el alma para poder volver al escenario como lo hice a mis primeros pasos, con mi guitarra, con mi canción. Volver a esa semilla, a esa cosa cruda”.
Cancionera es como un álter ego de Lafourcade, una artista que ya lleva más de dos décadas de trayectoria. “Llegó en un momento en donde yo estaba a punto de celebrar mis 40 años el año pasado. Estaba tratando de encontrar el texto adecuado para poder agradecer a mis amistades, a mi familia”, explicó sonriente en una conferencia de prensa en Ciudad de México, que fue retransmitida a toda Latinoamérica. “Cancionera me vino a reiterar que amo mi camino, que agradezco profundamente mi camino, que me siento útil en el mundo porque me puedo dedicar a la canción, al canto, a la conexión humana, a la creatividad colectiva. Eso me hace sentir que todo tiene sentido”.
“Cada disco es una nueva faceta. Cada disco es como un espejo muy claro de mi momento. En el caso de Cancionera por primera vez he tenido la oportunidad de llevarlo un poquito más allá. O, más bien, ella me llevó”, relató la creadora de temas ya clásicos como “Hasta la raíz” y “Mi Tierra Veracruzana”.
“La energía de Cancionera me llevó a entrar en el campo de la fantasía, en el mundo imaginario, en lo que se percibe como un cuento, un mundo inaccesible. Me llevó a hacer cosas que yo, como Natalia Lafourcade, no habría hecho. Me dijo: ahora vamos a hacer un mundo adentro del estudio, un mundo que cuenta una historia, pero que las personas van a tener que a completar desde su imaginario. Me arrinconó a la creatividad máxima desde la danza, la exploración del movimiento, la exploración de la pintura. Muchas cosas que me gustan, pero que quizás las tenía como guardaditas en un cajón. Eso demuestra que es una nueva faceta, porque me enseñó la capacidad que tengo de la transformación”, añadió.
Este duodécimo álbum de Lafourcade se grabó en tres semanas a fines de 2024 en cinta, de forma totalmente analógica, y con un proceso audiovisual con un enorme equipo de trabajo que transcurrió en paralelo. “Hay una cosa que últimamente destaco mucho, y más en estos tiempos, que es la creatividad colectiva. Yo le apuesto muchísimo a eso”. La cantante coprodujo el álbum con Adan Jodorowsky, quien trabajó con ella en su disco anterior, De todas las flores. Hubo 18 músicos tocando junto a Lafourcade en vivo. Entre los invitados están los Hermanos Gutiérrez, Israel Fernández, Diego del Morao, El David Aguilar y Gordon Hamilton.
De esta manera, “muy orgánica, muy bonita, muy natural, sin pensarlo tanto, se vio reflejado el amor que tengo a México desde sus músicas tradicionales, sus cancioneras y cancioneros también. O sea, se ven ahí reflejados en la música, en las letras, en el lenguaje, nuestra cultura, cómo nos comunicamos en ese doble sentido que tenemos o el sentido del humor, como a veces podemos estar sufriendo mucho pero hay una manera como pícara de decirle a alguien no te quiero volver a ver. Yo creo que todo eso se vio reflejado en el disco, en un momento donde México está en boca del mundo”.
“Vemos como muchas personas quieren venir a conocer nuestro país y a mí me da mucho gusto que puedo estar aquí, que vivo acá, en Veracruz, en un lugar muy mexicano, que como frijoles todos los días, maíz, nopal. Me siento muy en mi tierra, muy aquí. Pero tengo la fortuna de poder ir a muchos lugares del mundo para compartir eso que me inspira y me doy cuenta que a muchas personas en muchos lugares les da curiosidad y les da gusto también”, completó.
Junto con el lanzamiento del disco, comienza así el “Cancionera Tour”, que se convirtió en un homenaje a las cancioneras y los cancioneros del mundo. Lafourcade menciona más referencias: “Chavela Vargas, Agustín Lara, Toña la Negra, Celia Cruz, Billie Holliday, Edith Piaf. Es un homenaje a la canción y un homenaje a mi camino como cancionera”.
Reconocerse en esa senda, fue muy revelador para la mexicana. “Es muy importante en el camino ese punto donde conectas profundamente con el por qué llegaste a este mundo. Cancionera ha sido también el entendimiento de decir: aquí estoy, esta es mi aportación al mundo. El ser una cancionera. Las canciones son mis amigas, son mis maestras y yo las respeto mucho. Y voy por más y vamos a donde nos lleve la energía de la canción, la energía de la música, a seguir conectando con gente bonita en México y en el mundo”.
CRM/MG
El director del Centro de Estudios de Periodismo -CEPER, de la Universidad de los Andes, y exdirector ejecutivo de la Fundación Gabo analizó con elDiarioAR los principales desafíos de los medios, el cuestionamiento de la democracia y el impacto de la Inteligencia Artificial en la tarea periodística.
Es 1973. Un chico de 15 años es el encargado de entrevistar a la banda Stillwater, liderada por el guitarrista Russell Hammond, para la revista Rolling Stone. La historia es el argumento de la película Almost Famous (Casi famosos) y expone durante casi dos horas el periplo del protagonista para lograr su objetivo. Al final, perdón el spoiler, lo consigue pero con un pedido especial por parte del artista: “Just make us look cool” (Sólo haznos quedar bien).
Ricardo Corredor Cure, director del Centro de Estudios de Periodismo (CEPER) de la Universidad de los Andes, y exdirector ejecutivo de la Fundación Gabo, lo reconstruye a carcajadas mientras habla en una entrevista por videollamada con elDiarioAR. Se ríe tanto que su silla se mueve y por momentos se sale de cuadro. El recuerdo de aquella ficción resulta una respuesta divertida a todas las preguntas sobre el periodismo y sus crisis, que parecen no tener respuesta.
Corredor Cure habla desde Buenos Aires donde llegó el 9 de abril para participar un día después de la segunda edición del Festival Futuro Imperfecto organizado por la Revista Anfibia, en el Teatro Picadero. Junto a otros especialista debatió sobre algoritmos, editores y audiencias. Aunque reconoce que tiene pocas respuestas sobre el rumbo de los medios, considera que se vive una época de transformación y que, pase lo que pase, “las historias siguen teniendo valor, siguen siendo necesarias y tienen impacto”.
—¿Cómo analizá la actualidad del periodismo?
—Estamos realmente viviendo unas épocas muy particulares. Yo tengo 56 años y en un momento decía que hemos vivido otras épocas duras. Pensaba, por ejemplo, en los 80, con todo el tema Reagan, el narcotráfico en Colombia, la caída del muro de Berlín, pero creo que ahora estamos viviendo un momento muy complejo, de muchos desafíos en varias cosas que son distintas a lo que había antes. Uno: la revolución digital. Eso cambia completamente todo. En los 80 todavía vivíamos en el mundo de los medios masivos de comunicación tradicionales. Dos: la manera cómo se ha venido desmoronando la idea de democracia. La democracia siempre ha sido debatida, pero había una defensa sólida hacia ella. Hoy hay muchos cuestionamientos. Yo sí creo que estamos en el cambio, en un cambio de era.
—¿Cuál le parece que es el principal desafío del periodismo actualmente?
—Yo creo que el gran problema del periodismo hoy, de manera general, es el de la pérdida de confianza de los ciudadanos. La ciudadanía perdió confianza en la promesa de valor del periodismo que era “le informamos de manera independiente sobre lo que está sucediendo en el mundo para que usted pueda actuar”. La gente perdió la confianza en varias dimensiones. Uno, en que ya muchos periodistas no lo hacen de manera independiente, sino que hay unos intereses muy grandes, corporativos, monetarios, políticos, y, por lo tanto, ya no están defendiéndome a mí o sirviéndome a mí como ciudadano. Yo creo que, de manera general, la ciudadanía sintió que los medios se acercaron demasiado a los poderes políticos y económicos y sintieron 'ya no están para mí, ellos están obedeciendo a otros intereses y no en función de mis necesidades'. Creo que eso resquebraja mucho la confianza. Es como en la vida cotidiana, cuando tú pierdes la confianza de alguien, cuando te traicionan, luego es muy difícil recuperarla.
—¿Qué papel juega internet y la era digital en esta pérdida de confianza?
—El mundo digital lo que hace es terminar de fragmentar todo. Lo que antes eran un grupo de instituciones grandes, sólidas, ahora se atomiza y todo eso que había se vuelve nichos y asuntos muy pequeños, muy particulares. Entonces, yo ya no creo en las grandes instituciones, pero sí puedo creer en ciertos medios y ciertas personas. A todo eso acompaña una caída en el modelo que sostenía el negocio del periodismo. Ahí es donde todo se desbarajusta de la peor manera, porque pasamos del gran modelo de sostenimiento que antes era la publicidad al modelo de suscripción o a otras formas. El tipo de modelo de negocio es lo que tiene en este momento en inmensos aprietos a los medios y ahí, pues, toca hacer todo lo que se está haciendo, que es reinventarse, y en eso estamos todos los que estamos en esto, tratando de ver cuál es la manera, pero ahora sí me parece que hay una situación que entra, una variable, que es el señor Donald Trump en el gobierno de los Estados Unidos.
—¿Por qué?
—Es inevitable hablar de eso. Yo por momentos digo 'deberíamos dejar de hablar de Trump', pero realmente es difícil porque es un país demasiado poderoso, demasiado importante en el sistema global y él es un tipo que sabe qué dice y qué hace para que no sea posible no hablar de él. Ahí hay un problema súper difícil de resolver porque Trump está quebrando todo el multilateralismo, el comercio global, la concepción de la democracia, el respeto de las instituciones, y se hace mucho más complejo todo. Yo creo que lo que estamos viendo ahora con Trump es una fase de agudización de todas esas otras crisis. Trump es como una especie de portaestandarte de 'abajo la democracia' y el capitalismo. Todo esto es como “sálvese el mejor, el que más pueda, el que más plata tenga” y ahí se vuelve bastante difícil saber cuál es la salida para el periodismo.
—¿Hay salida para la crisis del periodismo?
—Al menos yo no la tengo. El que diga que la tiene, es falso. Hay ideas, por supuesto. Hay propuestas, hay apuestas, pero nadie en este momento tiene manera de saber qué va a pasar. Y eso, por un lado, es muy angustiante, pero por el otro lado también muy interesante. Estamos en un momento en el que tenemos que trabajar, construir, defender lo que creemos, porque yo puedo tener dudas frente a la democracia, frente al capitalismo, pero sigo defendiendo la democracia y el capitalismo. Creo que hay que hacer demasiados ajustes, reformas profundas, que tenemos que repensar estas formas, y en este momento me parece que tenemos suficientes herramientas y categorías para saber para dónde vamos. Esa es la oportunidad.
—¿Qué le parece la calidad del contenido periodístico en la era digital?
—De manera general, la percepción es que ha caído la calidad del periodismo, pero porque nosotros estamos todavía pensando en la forma del periodismo tradicional y en esa premisa del periodismo tradicional de que uno tiene que estar informado, de que la información tiene que ser completa, lo más profunda, lo más desarrollada, pero eso era para otro momento de la historia. Creo que hoy se produce periodismo de inmensa calidad, mucho. Es más, creo que las herramientas que tenemos hoy para hacer el mejor periodismo son las mejores que hemos tenido nunca antes. Hoy tenemos herramientas que antes no teníamos, la posibilidad de procesar datos, de mirar mucho más allá de nuestro entorno. Es mucho más fácil hoy acceder a información de otros lugares que antes, por ejemplo, cuando la única manera era viajar o por carta. Yo sí creo que hoy tenemos la herramientas para hacer periodismo de calidad y que se está haciendo. No es que no haya periodismo de calidad, lo que pasa es que ya ese periodismo no tiene el impacto que tenía. Probablemente ese periodismo se haga en medios de nicho que tienen un alcance muy específico o más reducido en términos de cantidad de personas. Lo que sí es claro es que la dinámica social y política está haciendo que los ciudadanos exijan información muy rápida, muy contundente, muy inmediata, entonces, hay como dos ritmos a la hora de pensar en la calidad del periodismo: el del periodismo diario cotidiano, que tiene que resolver las preguntas del día a día, del acontecimiento, de la noticia, de lo que está sucediendo en el momento; y el otro periodismo, el de largo aliento, que tiene más tiempo y permite mirar con mayor profundidad. Sí creo que en el día a día se siente mucho una pérdida en la calidad porque antes había mucho más recursos, más periodistas. Hoy, un mismo periodista tiene que ir a tres lugares distintos o cubres a partir de ver el streaming de la transmisión de lo que se está diciendo en un lugar pero pierdes un montón de información.
—¿Usa Inteligencia Artificial? ¿Cómo analiza su rol en el periodismo?
—Creo que la IA es una herramienta que para muchas cosas es muy útil. Ayuda, facilita muchos procesos que antes eran un gasto de inversión y de tiempo innecesario. Todas las redacciones de los medios, todos los periodistas están usando las herramientas de Inteligencia Artificial porque efectivamente ayuda, pero como todas las herramientas tecnológicas uno tiene que saber cómo usarlas, entender sus dinámicas y saber cuáles son los riesgos. Yo creo que lo importante es entender bien para qué se usan las herramientas, cómo se usan y ser transparente; que eso sea claro en el mundo del periodismo para el lector. Cómo esta noticia se construyó, cómo se procesó. En este momento en el que hay menos recursos yo creo que es una herramienta que puede ser útil, sobre todo para que los periodistas se concentren en lo que es verdaderamente importante.
—En un momento de crisis del periodismo, con poderes que lo deslegitiman y recursos escasos, ¿cuáles son para usted las razones que hacen que ser periodista valga la pena?
—La narrativa actual en torno al periodismo me recuerda a una discusión de hace muchos años atrás, de Umberto Eco, cuando hablaba de apocalípticos e integrados a propósito de los medios masivos y de la cultura de masas. Yo siento que esa misma discusión se está teniendo hoy. Y un colega decía que según la hora del día es apocalíptico o integrado. Yo también me siento así a veces. Depende de la hora, del día, del momento me muevo para un lado o para el otro. Tengo momentos en los que estoy hiper apocalíptico y tengo momentos en los que estoy hiper integrado. Uno siente que sí hay una narrativa más de pesadumbre y pesimista, que está imperando eso, y cuando llegan esos momentos el lugar donde uno tiene que encontrar el aliento es en el poder de contar las historias, en el poder de las narraciones porque cuando uno cuenta las historias bien contadas, se da cuenta que sí tienen un impacto. El hecho de que se suban 500 horas de video cada minuto a YouTube significa que eso son historias. Hay millones de historias y yo todavía me sigo conmoviendo con muchas. Creo que los periodistas y quienes trabajamos en esto, cuando estemos en estos momentos de crisis, lo que tenemos que hacer es contar una buena historia, ponerla a circular y encontrar aquella persona para la cual esa historia tuvo todo el sentido del mundo. Las historias siguen teniendo valor, siguen siendo necesarias y tienen impacto, lo que pasa es que hay una inmensa competencia. Es cuestión de, a veces, salir un poco de la mentalidad del agobio, de la opresión en la que estamos, que es real porque todos la sufrimos. Uno, a veces, llega a un momento en el que dice “yo no tengo con qué, no tengo la energía, no soy capaz, no puedo”, pero es cuestión de ponerse en otro lugar.
MM