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Las exequias del pontífice número 266 de la Iglesia católica abarrotaron la plaza de San Pedro para una ceremonia en presencia de representantes de más de 160 delegaciones de todo el mundo y líderes de numerosas religiones.
Un funeral convetido en una cumbre mundial incómoda
Entre unas 200.000 personas comunes, despedido de San Pedro por los más poderosos del mundo, recibido en Santa Maria Maggiore por los últimos de Roma, los que menos tienen. Ese podría ser el resumen del funeral del papa Francisco este sábado, que ha comenzado con una ceremonia a la que asistieron casi 170 delegaciones internacionales y representantes religiosos de todas partes del mundo, entre ellos Javier Milei. En el centro de Roma, a unos seis kilómetros del Vaticano, un grupo esperó en las escalinatas de la basílica en la que el pontífice quiso ser enterrado: unos 40 –migrantes, transexuales, presos, pobres– sosteniendo una rosa blanca en la mano. Los encargados del último saludo. Una vez que el féretro atravesaba la puerta de la basílica, las puertas se cerraban para proceder a la sepultura.
Unas 250.000 personas han pasado por la capilla ardiente de San Pedro en tres días. Anoche, tras el cierre, se procedió a la ceremonia del cierre del ataúd, en la que se leyó un texto en latín que hace un repaso a la vida de Jorge Mario Bergoglio hasta convertirse en el papa número 266, y destaca algunas de sus principales acciones y sus reformas de la Curia y sus cuatro encíclicas. Además, destaca su lucha contra los abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia. Ese acto a puerta cerrada y del que participaron unas pocas personas cercanas y familiares fue el paso previo de las exequias de este sábado.
Poco horas después, con las primeras luces del día, la imagen de la plaza vacía había desaparecido por completo. Aunque faltaban horas para el comienzo de la ceremonia, la via de la Conciliazione, el gran boulevard que conduce a San Pedro, estaba ya colapsado. Cientos de voluntarios intentaban junto con el despliegue policial contener a una muchedumbre madrugadora y nerviosa. A las siete y media, la mitad del sector central de la plaza, junto al obelisco y detrás de las sillas de las autoridades e invitados, estaba ya completo. Los afortunados que conseguían pasar las largas filas de los controles de seguridad se lanzaban a pequeñas carreras para asegurarse un puesto. Otros hacían un alto para ponerse detrás de otra cola: la de las pocos bares abiertos en busca de un preciado y necesario café.
Los más animados, los grupos de jóvenes llegados estos días para el Jubileo de los Adolescentes, una marea de camisetas, mochilas y pañuelos verdes. Pero peleando por entrar en la plaza hay de todo: familias con niños pequeños, religiosos, romanos e italianos venidos especialmente para este evento y, por supuesto, turistas. Como Antonella y Fabián, dos argentinos que estaban de viaje por Italia y han decidido que este era el lugar para estar hoy: “Es un momento histórico”, justifica ella. Justo detrás, una familia brasileña intenta armarse de paciencia ante los constantes controles, apertura de mochilas y esperas. “Es lógico, hay mucha gente importante y la seguridad es fundamental”, concede Ada, la madre, aunque por el gesto de sus hijos adolescentes, el argumento no convence a todos.
Quienes seguimos la ceremonia desde la atalaya en la que han colocado a la prensa, en las azoteas de los edificios adyacentes a la plaza, levantamos de vez en cuando la vista para observar a nuestro alrededor: la maraña de compañeros de todas partes del mundo es enorme. El miércoles había ya más de 4.000 periodistas acreditados, y la oficina vaticana ha trabajado estos días sin descanso para tramitar las peticiones de quienes iban llegando desde lejos.
Cientos de fotógrafos y periodistas hacen equilibrio sobre sillas y asoman sus teleobjetivos por encima del hombro de los que consiguieron una primera fila a las 5.30 de esta mañana. Pero entre el tumulto de periodistas agolpados encima de sus ordenadores o encaramados detrás de sus cámaras se pueden ver imágenes impensables en cualquier otro funeral de Estado: varios compañeros se arrodillan a rezar, y alguno repite por lo bajo las palabras en latín de la misa. Más allá, uno destaca por su túnica marrón de franciscano, y entre los muchos vestidos de negro para el funeral e intentar protegerse del sol de esta mañana romana, destaca el cuello blanco de un sacerdote con su cámara fotográfica al hombro.
Cuando faltaban 15 minutos para las 10 (hora Roma) las campanas de San Pedro comenzaron a sonar, mientras se pedía por los micrófonos a los asistentes respetar lo ceremonioso del momento, bajando carteles y banderas. Por un momento solo se oían en la inmensa plaza el sonido de los helicópteros sobrevolando y el graznido de las gaviotas.
El funeral lo celebra el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardinalicio. Y lo hace, acompañado por 980 cardinales, obispos y sacerdotes, con las indicaciones establecidas en el primer funeral papal moderno, el de Juan Pablo II, hace dos décadas: un rito solemne y sobrio que en 2005 cambió la historia al sacar la ceremonia de la basílica para celebrarla en la plaza. De la misma forma ocurrió con Benedicto XVI, que murió en diciembre de 2022 y cuyas exequias dirigió el propio Francisco.
Frente a los representantes de las instituciones más poderosas del mundo, el cardenal Re destaca en su homilía todo aquello por lo que Francisco les ha resutado incómodo: “Innumerables son sus gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y desplazados. También fue constante su insistencia en actuar a favor de los pobres”. Como ejemplos menciona el primer viaje de Francisco a Lampedusa –“isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar”–, el el que hizo a Lesbos, y la misa que ceberó en la frontera entre México y Estados Unidos.
“La guerra es solo muerte de personas, destrucción de casas y de escuelas. La guerra siempre deja al mundo peor de como era en precedencia: es para todos una derrota dolorosa y trágica”, ha recordado Re las palabras de Francisco en presencia de Trump, la ministra enviada por Rusia y los mandatarios europeos. La multitud cerraba cada una de sus frases con un fuerte aplauso.
Re dedica parte de sus palabras a describir la personalidad de Francisco, los gestos que le han diferenciado –y alejado– de sus predecesores, algunos de los cuales le han valido no pocos enemigos dentro de estos muros vaticanos. “Dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y con los pueblos [...] con especial atención hacia las personas en dificultad, entregándose sin medida, en particular por los últimos de la tierra, los marginados”.
“Fue un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad”, que se refería a “los problemas de nuestro tiempo” utilizando “el vocabulario que le era característico”. “Tenía gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia”.
“Francisco realmente compartió las preocupaciones, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización”, destacó Re frente a los máximos dirigentes de ese mundo globalizado.
En primera fila, la delegación argentina con Milei a la cabeza –por la nacionalidad de Bergoglio– junto a la italiana, que oficia de anfitriona. Representantes de casi 150 países –y más de 160 delegaciones en total– participan en la ceremonia, ubicados en sillas frente a la catedral de San Pedro a la derecha. A la izquierda, otros invitados, sobre todo religiosos. Detrás, las personas que han conseguido entrar en la plaza y que se amontonan detrás de las vallas.
El presidente Javier Milei y la premier italiana, Giorgia Meloni, ocuparán las primeras filas en las exequias del pontífice, de la que participan 170 delegaciones de todo el mundo y mandatarios con los que Jorge Bergoglio no dudó en enfrentarse por sus políticas, como Donald Trump
Una 'casa' modesta en el Esquilino, el barrio multicultural y en conflicto que el papa eligió como última morada
Quería ser solo un “servidor de Cristo”, pero fueron a buscarlo “al fin del mundo” –decía– para encumbrarlo como líder de la Iglesia católica. Quería irse de la forma más sencilla posible, de modo que rebajó en su testamento la pompa que acompañó históricamente a la muerte de un papa. Sin embargo, no podrá evitar que su funeral pase a la historia como acontecimiento político en un momento especialmente convulso y conflictivo.
Tras una capilla ardiente por la que han pasado 250.000 personas, según el Vaticano, el funeral de Francisco se ha convertido en una cumbre internacional que reúne este sábado a 170 delegaciones y muchos de los mandatarios más importantes del mundo, algunos profundamente enfrentados entre sí y con el propio papa. Entre ellos, Donald Trump, a quien el pontífice no dudó en criticar por sus políticas migratorias, y que llega a Europa en medio de su ofensiva arancelaria y un cuestionado papel en las negociaciones por la paz en Ucrania.
El protocolo que decidió el Vaticano –orden alfabético de los países, en lengua francesa– mantendrá al presidente de EEUU en un puesto alejado del ucraniano, Volodímir Zelenski, y de las autoridades de las tres instituciones europeas. Pero no se descartan reuniones bilaterales que aprovechen la coincidencia en la capital italiana. “Si surgen oportunidades, al margen del funeral, se aprovecharán, por supuesto”, reconocía este jueves una portavoz de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen. Trump ya dijo que planea verse con “muchos líderes”. En Italia, que oficia de anfitriona, hay más dudas.
El ministro de Asuntos Exteriores trasalpino, Antonio Tajani, ve “complicado” el formato 'cumbre internacional' que algunos parecen querer forzar en Roma, y redujo el margen a “encuentros ocasionales durante la ceremonia”. “No sé si es el momento adecuado para tener una bilateral cuando hay tantos asuntos en el orden del día”, aseguró durante un viaje a El Cairo, según la agencia italiana AdnKronos.
Probablemente sí se siente cerca de Trump el presidente francés, Emmanuel Macron, quien en su visita a Washington en febrero pasado dejó ver las profundas diferencias con el estadounidense sobre la guerra de Ucrania. El líder ruso Vladímir Putin no estará presente –sobre él pesa una orden de detención de la Corte Penal Internacional–, sino que ha enviado a un perfil poco relevante desde el punto de vista político: su ministra de Cultura, Olga Borisovna.
Israel ni siquiera tiene un enviado en Roma. El primer ministro Benjamin Netanyahu no mandó a un miembro de su gobierno, y de hecho, tardó tres días en expresar sus condolencias por la muerte del papa Francisco. Lo hizo este jueves a última hora con una publicación en redes sociales, después de haber borrado un mensaje de pésame el día de su fallecimiento. En nombre del país, solo su embajador, y representando a la religión judía, el rabino de Roma, quien se encargó estos días de separar el diálogo entre religiones impulsado por Fancisco –con quien tenía una buena relación– y las cuestiones políticas sobre el genocidio en Gaza que el pontífice denunció utilizando esa palabra.
El presidente Javier Milei, su hermana y la nutrida delegación ocuparán el lugar más privilegiado, en la primera fila. Es de esperar que Milei haga valer el privilegio de compartir nacionalidad con el papa –en realidad, no mucho más– para buscar una foto con su admirado Donald Trump y otros mandatarios, que proyecten su imagen internacional. Milei llegó a llamar a Bergoglio “comunista”, y “representante del Maligno en la Tierra” por defender la justicia social antes de ser elegido. Tras su muerte, sin embargo, se deshizo en elogios: lo definió como “el argentino más importante de la historia”.
Detrás, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, quien presumió estos días de la cercana relación que mantuvo con el pontífice, aunque la oposición le recordó que sus políticas no responden en ningún caso a los postulados que defendía Francisco. Como tácita anfitriona de esta cumbre en Roma, Meloni tendrá que hacer gala de sus dotes diplomáticas para amalgamar a una asistencia disímil y en algunos casos incómoda.
Emmanuel Macron visitó la capilla ardiente antes de que cerrara definitivamente este viernes a las siete de la tarde, pero muchos mandatarios apuraron la hora de llegada a la capital italiana. El funeral comienza con una ceremonia a las diez de la mañana en la Plaza de San Pedro, a las puertas de la basílica, y continúa con un cortejo de vehículos que acompañan el ataúd del Papa hasta su último destino, la basílica de Santa Maria Maggiore, en el centro histórico de la capital. Son unos seis kilómetros que toman una media hora en recorrerse. A partir de ahí, cuando el cuerpo de Francisco entre para ser enterrado, las puertas de la basílica se cierran y las cámaras dejan de transmitir en directo.
Una vez apagado el 'modo luto' se multiplicarán de seguro los encuentros, propiciados y casuales, aprovechando esta ocasión excepcional. Un evento que reúne en Roma a los líderes del mundo para honrar a quien no quiso serlo, pero lo fue. A una cabeza de la Iglesia católica incómoda para muchos de estos dirigentes porque puso el foco en lo que no se suele poner: las desigualdades, las migraciones, las minorías, la pobreza. Quizá Francisco también se revolviera en su silla entre los asistentes a su propio funeral.
Después de tres días, este viernes fue el momento de cerrar el féretro con una antigua ceremonia cargada de simbolismo y oración por su alma.
El difunto papa Francisco será sepultado dentro de un féretro sencillo, sellado y marcado con su escudo pontificio en una ceremonia antigua y solemne este viernes en la basílica de San Pedro, y reposará con sus zapatos usados.
La ceremonia fue presidida de forma privada por el cardenal camarlengo, Kevin Joseph Farrell, en el interior de la basílica vaticana una vez que se terminó el velorio y después de tres días en los que pasaron 250.000 fieles a darle el último adiós.
Francisco fue expuesto públicamente dentro de un ataúd sencillo de madera, mientras que hasta Benedicto XVI los papas eran expuestos sobre un catafalco, pero Bergoglio cambió el protocolo.
Después de tres días, este viernes fue el momento de cerrar el féretro con una antigua ceremonia cargada de simbolismo y oración por su alma.
En primer lugar, el maestro de ceremonias colocó un velo de seda blanca sobre su rostro para después rociar el cuerpo con agua bendita mientras los presentes oraban.
Dentro de la caja se introdujo una bolsa con algunas monedas y medallas acuñadas durante el pontificado y un tubo metálico con el acta o 'rogito', sellado y lacrado, que recoge para la posteridad los hechos más relevantes de su vida y de su pontificado.
En este documento, en latín, Francisco es recordado por su sencillez, por su atención a los “últimos y descartados de la sociedad”, por su preocupación por el medio ambiente y por su lucha contra los abusos perpetrados por representantes del clero.
El maestro de las Celebraciones Litúrgicas, Diego Ravelli, leyó el acta, cuyos ejemplares fueron firmados por algunos de los presentes, entre los cuales se hallan los cardenales Giovanni Battista Re, que oficiará el funeral mañana; Pietro Parolin, secretario de Estado; y Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica.
A continuación, se colocó la tapa de zinc del ataúd, sobre la cual se encuentran la cruz, el escudo del papa fallecido y la placa con su nombre, la duración de su vida y de su papado.
El ataúd se selló y se imprimieron los sellos del cardenal camarlengo, de la Prefectura de la Casa Pontificia, de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y del Capítulo Vaticano.
Finalmente, se cerró el féretro de madera, cuya tapa tiene la cruz y el escudo del papa fallecido.
El rito duró una hora y en él participaron también algunos de los familiares del pontífice difunto, así como autoridades de la Curia y vaticanas.
Ahora, la caja será velada por frailes del capítulo de San Pietro durante toda la noche hasta el funeral del sábado, al que asistirán delegaciones de 130 países y organismos internacionales.
Después de la misa el féretro cruzará Roma con un cortejo fúnebre solemne hasta llegar a la basílica de Santa María La Mayor, donde el papa argentino decidió enterrarse por ser muy devoto a la Virgen que custodia, la 'Salus Populi Romani'.
Con información de la agencia EFE
Este sábado se celebran las exequias papales, que estrenan un ritual simplificado y al que asistirán jefes de Estado y gobierno al ser Jorge Bergoglio un papa en ejercicio, a diferencia de Benedicto XVI, que murió como emérito
Una 'casa' modesta en el Esquilino, el barrio multicultural y en conflicto que el papa eligió como última morada
Este sábado se entierra al papa Francisco. Las exequias de Jorge Bergoglio son un funeral de estado que estrenará un ritual algo simplificado y más sobrio que el de sus predecesores y que culminará con un cortejo que recuerda al Imperio romano y un entierro privado.
Todos los funerales de papas se dividen en tres estaciones. La primera culmina cuando se traslada el cadáver de la capilla donde reposa tras certificar su muerte a la basílica de San Pedro para el velatorio público. Ya no pasa por el palacio arzobispal, como anteriormente sucedía, sino que va directamente de un punto al otro.
El funeral del papa Francisco
Ciudad del
Vaticano
Roma
N
600 m
1
El cuerpo del Papa pasa directamente de la capilla donde se le coloca tras fallecer a la basílica de San Pedro para el velatorio público
Basílica de
San Pedro
El cuerpo queda a la vista. No habrá catafalco como solía, sino que estará directamente en su ataúd
Capilla de la Casa
de Santa Marta
La misa exequial se celebra en la plaza de San Pedro
La forma rememora la cruz cristiana: más ancho en la cabeza que en el extremo de los pies
Río Tíber
Mitra
Palio
4 kilómetros
No habrá báculo papal, es decir, se prescinde del cayado que simbolizaba su autoridad como Papa
Casulla
2
El féretro se traslada desde San Pedro, en la ciudad del Vaticano, hasta la basílica de Santa María la Mayor, en la ciudad de Roma
Entierro
Basílica Santa
María la Mayor
3
Tras el entierro nueve días de misas: novendiales a partir de la misa exequial
Sobre su tumba, el epitafio solo dice: Franciscus
GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ
El funeral del papa Francisco
Ciudad del
Vaticano
Roma
N
600 m
1
El cuerpo del Papa pasa directamente de la capilla donde se le coloca tras fallecer a la basílica de San Pedro para el velatorio público
Basílica de
San Pedro
Capilla de
la Casa de
Santa Marta
El cuerpo queda a la vista. No habrá catafalco como solía, sino que estará directamente en su ataúd
La misa exequial se celebra en la plaza de San Pedro
Río Tíber
La forma rememora la cruz cristiana: más ancho en la cabeza que en el extremo de los pies
4 kilómetros
Mitra
Palio
No habrá báculo papal, es decir, se prescinde del cayado que simbolizaba su autoridad como Papa
CasullA
2
El féretro se traslada desde San Pedro, en la ciudad del Vaticano, hasta la basílica de Santa María la Mayor, en la ciudad de Roma
Entierro
Basílica Santa
María la Mayor
3
Tras el entierro nueve días de misas: novendiales a partir de la misa exequial
Sobre su tumba, el epitafio solo dice: Franciscus
GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ
Una vez que el féretro sale de la capilla de la Casa de Santa Marta –su lugar de residencia– y procesiona por la plaza de los Protomártires Romanos y por el Arco de las Campanas hasta la plaza de San Pedro, donde penetra en la Basílica vaticana por la puerta central, comienza la segunda estación, que dispone una capilla ardiente de no menos de tres días.
Ahí se estrenan más simplificaciones rituales. Se ve un único ataúd, hecho de madera y cinc, en lugar de los tres que se han utilizado tradicionalmente. La costumbre de encajar tres sarcófagos, además de las simbologías de los materiales, buscaba crear una capa hermética alrededor del cuerpo del cadáver. Francisco dejó dispuesto que su caja se entierre luego a ras de suelo sin elevaciones.
Además, en ese sentido, el féretro va a expuesto solo en ese ataúd sin colocarlo sobre un túmulo ornamental decorado: desaparece pues el catafalco sobre el que se veló, por ejemplo, a Juan Pablo II. Tampoco tiene el báculo papal –un bastón rematado en una esfera con crucifijo o cruz–, que se relaciona más con el poder del pontífice en lugar de su función pastoral. En este momento es cuando se forman las largas hileras de fieles católicos aguardando turno para pasar por delante del Papa difunto.
Los atavíos papales para el difunto incluyen:
En otras ocasiones han destacado los zapatos rojos que asomaban en el féretro. Francisco se negó a utilizar este calzado propio de los papas (simbolizan la sangre de los mártires y el poder papal). En su lugar calzó unos zapatos negros gastados que son los que se vieron durante el velatorio privado.
Lo normal es cerrar el ataúd antes de la misa exequial del sábado. Se dispuso que el funeral comience a las 10.00. Las lecturas durante la ceremonia se realizan en diferentes idiomas –para Benedicto XVI se empleó el español, el latín, el inglés, el alemán y el italiano–.
Esa ceremonia –de larga duración– se celebra en la plaza de San Pedro. Oficia el decano de los cardenales, Giovanni Battista Re, de 91 años. Como funeral de estado, entre los invitados están jefes de estado y gobierno algo en lo que difiere de los funerales de Benedicto XVI, que murió como emérito y no como Papa ejerciente. En este sentido se parece más a las ceremonias de Juan Pablo II, a las que asistieron unas 200 de estas autoridades.
En la tercera estación, el cortejo fúnebre se traslada a Santa María la Mayor, una basílica mayor de la cristiandad muy vinculada con la monarquía española. La ruta seguirá parcialmente el trazado de la antigua Via Papalis, la procesión que hacían antiguamente los pontífices tras ser designados entre San Pedro del Vaticano y la basílica de San Juan de Letrán, catedral de la diócesis de Roma, según EFE. Una reminiscencia de los antiguos desfiles del Imperio romano que se prolongará unos 6 kilómetros a “paso solemne”.
Una vez allí, un grupo de unas 40 personas empobrecidas, sin techo, migrantes y transexuales recibirán al cortejo en la escalinata para dar paso a un entierro que será íntimo –aunque luego podrán verse imágenes–. La basílica de Santa María la Mayor se queda entonces cerradas y reabre el domingo por la mañana ya para visitarse. La tumba de Francisco en este templo es simple. Y, de acuerdo con el testamento del Papa, solo dirá. “Franciscus”.
A partir de ese momento se suceden los nueve días de misas denominados novendiales. Un periodo, supuestamente, para prepararse para el cónclave que votará al siguiente Papa.
Pietro Parolin, número dos del Vaticano, exhibe dos documentos para impedir que el purpurado italiano, condenado por corrupción, acceda a las votaciones, según contó un ex director de 'L'Osservatore Romano' en el medio 'Domani'
Los 'enemigos' del papa Francisco toman posiciones al inicio de la intriga vaticana por la sucesión
¿Podrá participar Angelo Becciu en el Cónclave que elegirá al sucesor de Francisco? Tal y como adelantó elDiario.es, el purpurado italiano, a quien Jorge Bergoglio retiró los derechos cardenalicios, piensa que sí, y de hecho el pasado martes se presentó en la primera congregación general de cardenales con la intención de participar como miembro de pleno derecho en los actos del funeral del Papa y los escrutinios para designar a su sucesor. O, incluso, ser elegido.
La duda se estiró y el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, se limitó a confirmar la participación del purpurado y que cualquier decisión en torno al cónclave se tomará “después del funeral” de Francisco. Al parecer, el decano, Giovanni Battista Re, dejó entrar a Becciu al no tener ningún escrito que lo impidiera. Con todo, según reveló el ex director de L' Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian, al medio Domani, sí que podría existir ese papel. O esos papeles, que mostrarían la “voluntad explícita” de Francisco de prohibir su entrada en la Capilla Sixtina.
Este jueves, con Becciu en la sala, según contó Vian, se comunicó que el Papa había ordenado en enero al cardenal camarlengo, Kevin Farrell, que excluyera a Becciu del cónclave, pero solo lo hizo verbalmente.
En este momento, siempre según la reconstrucción de Domani, el secretario de Estado (y uno de los principales candidatos a suceder a Francisco), Pietro Parolin, sacó dos documentos firmados por Bergoglio en el que confirmaba por escrito (con la 'F.' de Franciscus) dicha prohibición. Uno, fechado en 2023. El otro, el pasado mes de marzo, posiblemente durante su ingreso en el hospital Agostino Gemelli.
Una lucha entre dos antiguos colaboradores, pues no hay que olvidar que Becciu fue durante años sustituto de la Secretaría de Estado y, como tal, principal colaborador de Parolin, aunque el caso Sloane acabó por enfrentarlos y convertirlos en enemigos irreconciliables. Y, quién sabe, si competidores en el cónclave. ¿Qué dice ahora Becciu? “Serán mis hermanos cardenales los que decidan”. Si es que no lo ha hecho ya Francisco.
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