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Con la llegada de Juan Cruz Ávila, la señal propiedad de Daniel Vila cambia de rumbo y se alinea con el Gobierno. Mientras tanto, LN+ redefine su perfil de cara a un año electoral con una sola certeza: la centralidad de la figura del Presidente en el debate público.
Con el 2025 ya lanzado, los medios de noticias se preparan para salir a la cancha. En un escenario político convulsionado y con la televisión en crisis por la caída de audiencia, los principales canales movieron sus fichas con una sola certeza: la centralidad de Javier Milei en el debate público, un dato insoslayable que lleva a que nadie quiera quedarse afuera del juego. En este contexto, con un Gobierno que hace de su pelea con el periodismo uno de sus principales activos, las señales alineadas con el poder buscan reconfigurar sus estructuras para marcar territorio en un año electoral.
Uno de los movimientos más trascendentes de este reacomodamiento es el de Juan Cruz Ávila. En noviembre, el nuevo gerente de programación de A24 fue visto saliendo del despacho de Santiago Caputo en la Casa Rosada, dejando en claro que la estrategia comunicacional del gobierno para 2025 tiene su firma. La reunión, que pasó casi desapercibida, fue clave por un dato sugestivo: se dio en el marco del fin de su ciclo en LN+ y su regreso a A24, canal que hasta ahora mantenía una línea editorial crítica del gobierno de Milei, pero que, con Ávila al mando, cambiará de rumbo.
El interés del joven Caputo por influir directamente en los medios, pese a ya contar con sus tanques digitales en X, ya había sido insinuado a mediados de 2024. Fue en el marco de la polémica por el decreto –luego inéditamente rechazado por ambas cámaras del Congreso– que asignaba $100.000 millones en materia de fondos reservados para la por entonces flamante Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). El rumor era que el asesor presidencial buscaba utilizar parte de ese dinero para hacerse con un canal de televisión de aire y apuntalar el “relato” mileísta más allá de las pantallas de los celulares.
Varios meses después, la realidad indica que no necesitó hacer ese desembolso. O no, al menos, de una manera tan directa. A partir del lunes 10 de febrero, el contenido de A24, históricamente vinculado a Sergio Massa, hará un giro libertario de la mano de Ávila, ahora convertido en accionista de la señal. Detrás de esta operación estuvieron los pesos pesados del Grupo América: Daniel Vila, José Luis Manzano y Claudio Belocopitt, quienes pactaron con el exgerente general de América TV un cambio de línea editorial. A este grupo se sumó recientemente Gustavo Scaglione, el empresario rosarino que ya tiene el diario La Capital y que acaba de convirtirse en el cuarto socio del multimedios tras obtener la parte de Gabriel Hochbaum.
Hochbaum es, desde diciembre, propietario del 70% de Radio con Vos, además de dueño de El Observador, el histórico diario económico del Uruguay, que compró en 2022 con el hoy canciller Gerardo Werthein, cuya participación en esa sociedad habría terminado cuando asumió como embajador argentino en los Estados Unidos. En la Argentina, el grupo El Observador –que algunos ligan también a Daniel Hadad– posee además la revista Quorum, sobre temas judiciales, y la radio FM El Observador, en sociedad con Luis Majul, una de las pocas figuras de LN+ que permanecerá este año en la señal.
Es que Ávila no llega solo a A24. La mudanza incluye un desembarco masivo de periodistas y conductores que hasta el año pasado formaron parte de la grilla de LN+. Eduardo Feinmann, Luis Novaresio, Antonio Laje, Pablo Rossi, Marina Calabró y Débora Plager son algunos de los nombres que saltaron de un canal al otro, junto a exfiguras de TN como Nicolás Wiñazki, Sergio Lapegüe y Santiago Fioriti. En tanto, Rolando Graña, Facundo Pastor y Fabián Doman seguirán en sus puestos para mantener algo de continuidad en la pantalla.
“Es una convocatoria importante la que estamos haciendo, fundamentalmente la incorporación de Juan Cruz”, dijo Vila en una entrevista con Jorge Fontevecchia, en noviembre, haciendo referencia al regreso de quien definió como alguien que es “parte de mi familia”. “Estuvo muchos años al frente de América y tenemos la suerte de que vuelva a su casa”, agregó, y anunció que Ávila sería el nuevo CEO del grupo de medios.
Por su parte, mientras A24 se rearma con un tono más afín a Milei, LN+ también redefine su perfil. Sin Ávila, el canal queda en manos de una vieja guardia que fue clave en su consolidación: Esteban Talpone, Pablo Orsi y Diego Strauss. Talpone, un productor de bajo perfil formado en la escuela de Radio Mitre y con pasado en CN23, el canal del extinto Grupo 23 de Sergio Szpolski, fue designado gerente del canal en un ascenso meteórico que sorprendió a muchos. Orsi, por su parte, otro exGrupo 23, quedó como jefe de producción tras haber sido rescatado del ostracismo laboral por Talpone. Ambos, junto a Strauss, mantienen una lealtad absoluta hacia Ávila, lo que sugiere que su influencia en LN+ no ha desaparecido del todo.
Sin embargo, este reordenamiento mediático también tiene su cuota de internas. Desde el desembarco de Ávila en 2020, la relación entre LN+ y el diario La Nación no fue del todo fluida. Pero la tensión escaló con las investigaciones de Hugo Alconada Mon, que incomodaron al gobierno y dejaron expuesta la contradicción entre los informes del diario y la cobertura del canal. Los cruces editoriales entre ambos espacios fueron en aumento, lo que habría sumado motivos para que Ávila acortara su contrato con LN+, que vencía en 2027.
El propio Luis Majul, quien se mantiene en LN+, no tardó en marcar la cancha tras la estampida de sus excompañeros hacia A24. Sin sutilezas, en su programa radial, los tildó de “cabareteros” y aseguró que el canal tendrá un “gran año”, con “menos ruido y menos quilombo”. Majul, que siempre aspiró a tener un rol más protagónico en la gestión del canal, parece haber encontrado su oportunidad con la salida de Ávila y su cortejo de periodistas estrella.
¿Quedará LN+ como un espacio “alineado” con Mauricio Macri y A24 convertido en el vehículo de la comunicación de Milei? El reparto de figuras en los medios no parece responder a una lógica tan lineal. Un ejemplo: Esteban Trebucq, un periodista cercano al Presidente, no se fue del canal de los Saguier, mientras que Novaresio –históricamente ligado a Ávila– sí regresó a la pantalla de América. En el fondo, lo que está sobre la mesa no es solo un reacomodamiento de nombres, sino algo más ambicioso: un plan para consolidar un discurso lo más monocorde posible. A fin de cuentas, en la Argentina de 2025, la importancia que el poder político le sigue dando a la televisión en la construcción de su narrativa está más vigente que nunca.
PL/DTC
Una vez más y contra todo, la calle resiste. El ultra se propaga en imitadores. Grotesca deriva del prime time de los grupos medíáticos líderes. Cristina y Kicillof se encaminan a una disputa sin retorno. Riesgos por todas partes, pero algo se mueve.
No hizo falta mucho tiempo para que se confirmara que el rostro de Javier Milei es uno solo; que la hipótesis de que ese inadaptado de los paneles televisivos se transformaría en un presidente audaz, el “loco” liberal que hacía falta para emprender transformaciones inimaginadas, resultó fallida.
Hubo (hay) mucho autoconvencimiento de cierta elite y un sector de la población que se percibe republicano e institucionalista para introducir el sobre en la urna con el nombre de un procaz que se narraba entre las sábanas de los votantes, obsesionado con niños envaselinados y “palos en el orto”, despectivo de la democracia, gritón con los débiles y sumiso con los poderosos, oscuro consultor, prometedor de dolarizaciones estrafalarias y aplastamiento de “zurdos de mierda”. Las risotadas y la fingida candidez de sus entrevistadores hicieron lo posible para suavizarlo. Fue en vano.
Sorpresa. Un año después, el Presidente argentino está a la vanguarda de una ola reaccionaria global. Al parecer, la violencia que exudaba el panelista de “Intratables” no era tan anecdótica. Ahora entusiasma a neonazis alemanes, a racistas estadounidenses, al primer ministro israelí imputado en La Haya por genocidio, a pinochetistas recargados, a Elon Musk y a los conductores del prime time de los canales La Nación +, TN y América 24. Esta adhesión unánime, grotesca, de los espacios más vistos de tres de los principales grupos de comunicación es muy reveladora de cuánto hay de “nuevo” y “disruptivo” en Milei.
Le piden más y Milei lo da todo. Últimamente, ese todo sumó versículos fascistas cada vez más literales.
De la pátina del “respeto” a la elección sexual de cada individuo que el Milei naciente, 2017-2018, esbozaba en sus apariciones “libertarias”, pasó a la moralina rancia que apunta a los homosexuales como depravados. El “régimen viril” de Mussolini era implacable con los “degenerados”.
El mandatario argentino afirma que la agenda negacionista y reivindicatoria del terrorismo de Estado de Victoria Villarruel no es la de él, y por eso la segrega. Si no es la de él, se ve que se la envidia, porque el acoso a la memoria histórica es cada vez más explícito, algo menos marcial que el de Villarruel. Esta semana, Milei insistió con el enaltecimiento del “hombre común”, en una intervención vil contra Axel Kicillof, tras el asesinato de un repartidor en el partido de Moreno. La sombra neofascista vuelve a decir presente con la reminiscencia dell’ uomo qualunque.
Así las cosas, ya no hay autoengaño que alcance. El siguiente paso para sus adherentes está en pleno desarrollo y consiste en asumir la deriva extremista como propia. Como no corresponde la utilización pura y dura del término fascista, porque no estamos en Roma en 1921, cabe hablar de post-fascismo.
Milei está arrastrando a una parte del sistema político y periodístico hacia el sadismo. El caso emblemático es el del marplatense Guillermo Montenegro, ya citado en esta columna. El centro de la principal ciudad turística argentina vive una crisis de mugre y dejadez, pero el intendente se anima a buscar votos y likes con videos virales en los que un grupo de matones municipales atormenta a indigentes.
La mitad de la dirigencia relevante del PRO se pasó a La Libertad Avanza, o está próxima a hacerlo, o ensaya imitaciones sin terminar de sacar los pies del plato. Otros intentan retroceder, con dificultades. Fueron demasiado lejos durante el primer año del ultraderechista en Casa Rosada. Alguno, como el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, se tentó hace no tanto con posar junto a Milei con el pulgar hacia arriba y su conocida mueca infantil para ocultar la papada, foto que pronto preferirá borrar.
Moderados y “centristas” del extinto Juntos por el Cambio ayer dijeron presente en la masiva manifestación “lgbtinbq+ antifascista y antirracista”. Interesante paso, que habría sido más útil si varios de ellos no hubieran apoyado en el Congreso todo lo que a Milei realmente le importaba, con la excusa pueril de “darle las herramientas al Presidente”.
Las reminiscencias de la marcha de ayer con las dos manifestaciones universitarias (abril y octubre) y la del 24 de marzo fueron nítidas. Primero, por su masividad, y segundo, por la diversidad social y cultural que expresaron. La postal permite inferir un escenario que, bien leídas, dejan ver la mayoría de las encuestas. Existe un apoyo amplio al Gobierno, anclado en el hartazgo con ciclos políticos anteriores, la menor volatilidad económica y el odio a “la casta”, pero el rechazo que generan los hermanos Milei es de igual volumen y, acaso, mayor intensidad.
Ayer circularon ríos interminables de personas por las calles de Buenos Aires, Rosario, Mendoza, Bariloche, Córdoba y Mar del Plata. Las manifestaciones también se hicieron sentir en Barcelona, Montevideo, Santiago, Roma y Ciudad de México, y muchas otras ciudades. Cientos de testimonios de a pie recogidos en elDiarioAR y otros medios dieron cuenta de convicciones profundas, bien elaboradas y mejor dichas, sobre los derechos y la vida en común. Lo contrario del vómito de las redes que tiene a Milei como uno de sus exponentes más desorbitados.
El Presidente, su aparato estatal, sus premios de cartón y sus medios pisan fuerte, con un sentido claro y una conducción política indiscutible. No ocurre lo mismo con el campo opositor, que marca presencia masiva en las calles y reclamos sectoriales, pero no encuentra un cauce político identificable.
Cristina y Máximo Kirchner dedicaron buena parte de su esfuerzo de la segunda mitad del año en alcanzar la presidencia del Partido Justicialista. La expresidenta en la jefatura partidaria nacional, con su hijo ya asentado en la bonaerense. Lo normal.
Una lectura atendible era que la movida estaba destinada a obturar cualquier proceso de liderazgo con vocación independiente del Instituto Patria y La Cámpora. No importaba tanto la silla pejotista, que nunca significó demasiado en el peronismo, sino bloquear un armado en el que estaba involucrado Kicillof, “el único de nosotros que tiene fichas propias en el bolsillo”, en la descripción timbera de un exministro que no forma parte del entorno del gobernador.
Cristina anunció su intención de “ordenar lo que se desordenó” en el partido y puso como ejemplo del desorden a los gobernadores de Tucumán y Catamarca, vendidos al Ejecutivo de los hermanos Milei.
Desde la asunción de las nuevas autoridades partidarias, el 11 de diciembre pasado, no hubo novedades del reordenamiento. Tampoco pronunciamientos, reuniones, cronogramas y trazos de estrategias electorales o apertura de expedientes para expulsar, por ejemplo, a Daniel Scioli. La inercia previa siguió su curso congelado.
Por el contrario, llegan novedades de las provincias. Una de ellas da cuenta de que, en Jujuy, donde el peronismo vive de crisis en crisis desde que perdió la gobernación en 2015, La Cámpora pactó con Rubén Rivarola, el histórico mandamás del partido que fue desplazado mediante intervención en 2023 por darle los votos necesarios al radical Gerardo Morales para reformar la Constitución, entre gallos y medianoche.
Rivarola, dueño del diario El Tribuno y empresario multirrubro, cumple a la perfección el papel de opoficialista tan característico de los sistemas políticos provinciales. Su última actuación relevante fue haber apoyado el arancelamiento de la salud pública en Jujuy, una medida inédita aprobada por la Legislatura en diciembre y revertida por el gobernador radical, Carlos Sadir, en enero, ante la ola de protestas. Al defender su posición, Rivarola dejó una frase para el recuerdo: “No me digan que no pueden pagarlo; estamos hablando de diez gaseosas para tener salud”.
En la era de las redes, la parálisis del PJ podría subsanarse parcialmente en el territorio digital, epicentro del debate político actual. Tampoco es el caso. Desde octubre, la cuenta de Twitter @P_Justicialista pio tres veces. Dos fueron retuits de posteos de Cristina y uno anunció la asunción de la expresidenta en la jefatura del partido. Por suerte, en Argentina no pasa nada y no es necesario mayor activismo de parte del principal partido de la oposición.
A esa dinámica endogámica y paralizante es a la que Kicillof parece haber decidido hacerle frente, tras dos años de zigzagueos.
El martes, el gobernador bonaerense encabezó una reunión con 35 intendentes en Villa Gesell, en la que estos se pronunciaron a favor de un desdoblamiento electoral para los cargos municipales y provinciales, a contramano de lo que quieren Cristina, Máximo y Sergio Massa. Ya no se trató de un acto por una conmemoración en el que se contaban ausencias y presencias sin que se explicitara el conflicto. En Villa Gesell se habló de un proyecto político autónomo de los Kirchner.
Sobre la conveniencia de desdoblar las elecciones provinciales y nacionales o anular las primarias obligatorias, hay opiniones variadas y contradictorias, no sólo en el peronismo ni tampoco restringidas a Buenos Aires. Los argumentos van y vienen, ninguno parece irrefutable, incluso desde la perspectiva y los intereses de quien los enuncia.
Del otro lado de la General Paz, Jorge Macri se encamina a organizar una votación separada para legisladores locales y a anular las primarias. Dos preguntas básicas. ¿Le conviene al jefe de Gobierno porteño municipalizar una elección en la que se pondrá el foco en una gestión tan deficiente hasta en lo más básico —juntar la basura—, que causa alarma filas adentro? ¿No sería mejor para el PRO de CABA, acechado por la ultraderecha, mantener la interna obligatoria, como forma de contener fugas hacia el centro de larretistas, cívicos y radicales? Son preguntas con respuestas múltiples, asimilables, en parte, a la provincia de Buenos Aires.
El debate sobre las PASO y el desdoblamiento pasó a ser el factor ordenador de una disputa por el liderazgo entre Cristina y Kicillof, que se volvió inevitable y podría sacudir la letanía del peronismo.
Una voz cristinista con poder territorial en el Gran Buenos Aires mira con perplejidad y cierto desdén los movimientos de Kicillof y su entorno. Pasa lista de los asistentes a Villa Gesell. “Convoca el gobernador y van nueve de 19 intendentes nuestros en el conurbano, y 35 de 86 intendentes en toda la provincia”.
La cuenta —casi la mitad de los alcaldes peronistas del Gran Buenos Aires y 40% de los de la provincia— no parece tan exigua si del otro lado están Cristina —indiscutida hasta hace poco—, La Cámpora y Massa, cuyo Frente Renovador maneja una docena de intendencias.
“Además, se equivocan, porque quieren llevar el debate a lo local y les van a empezar a agitar la inseguridad, como pasó esta semana”, en referencia al asesinato del repartidor en Moreno que desató un festival de carroña política y mediática. “Una campaña con Cristina candidata centra el debate y lo pone en otro nivel”, agrega.
El desdoblamiento implica un segundo turno nacional. Sigue el crítico de Kicillof: “Si Cristina es candidata y vamos a internas, a quién va a poner ellos, ¿a Carli Bianco?”, en referencia al ministro de Gobierno y mano derecha del gobernador.
Una de las voces con más peso de los que rodean a Kicillof da la pauta de la línea cruzada el martes.
“Villa Gesell sirvió para que decenas de dirigentes con responsabilidad de gobernar discutieran sobre lo mejor para el futuro, con ganas de entender que hay algo que se terminó y hay que empezar otra cosa. Los intendentes entienden que lo que hay que empezar tiene que ser con Kicillof a la cabeza”, razonó.
En la mirada de este hombre clave del peronismo bonaerense, “a Kicillof le pueden criticar algunas cosas, se pudo haber equivocado, pero nadie duda de que tiene una gestión para mostrar y que entendió desde el primer momento que a un proyecto reaccionario, concentrador y autoritario como el de Milei había que hacerle frente, y no había que esconderse”.
“¿Quieren definir 2025 con la misma caja de herramientas que nos llevó a las derrotas de los últimos años, con un par de fotos en el Instituto Patria y una mesa de decisión de dos o tres personas?”, indaga la misma persona.
El desdoblamiento es un hecho. En el Gobierno de Kicillof aducen razones técnicas y de practicidad ante el cambio al sistema de boleta única de papel para los cargos nacionales, sancionado en 2024, que obligaría a armar dos mesas de votación (una para la categoría de diputados nacionales y la otra para los tramos provinciales y municipales), algo que dejó una traumática lección en la Ciudad de Buenos Aires en 2023, cuando Horacio Rodríguez Larreta hizo el ensayo en el marco de la interna presidencial de Juntos por el Cambio.
A esta altura, para Kicillof sería un enorme costo político desoír el pedido autogenerado de los 35 intendentes presentes en Villa Gesell. Con la mirada en Alberto Fernández, si de algo está convencido el gobernador bonaerense, es de que las marchas y contramarchas como producto de negociaciones en sordina con el Instituto Patria invalidan cualquier proyecto político.
Hasta ahora, Kicillof sorteó el mal negocio que significó no ser enteramente el autor de sus decisiones políticas y electorales, no sin altos costos, como el episodio Martín Insaurralde, insertado en el gabinete por los Kirchner. No queda margen para repetir la experiencia, aunque el gobernador tiene todo un camino por recorrer para medir su verdadera vocación política.
En el Gobierno bonaerense afirman que no darán batalla para desafiar la eventual candidatura de Cristina a diputada nacional, y confían en que esa lista se podrá negociar. La hipótesis de que el Instituto Patria aceptará armar una lista diversa parece ir contra la naturaleza de Cristina. No obstante, ¿una postulación de la expresidenta a la cabeza de la boleta no concentrará todas las miradas y tornará invisible cualquier proyecto personal de Kicillof? ¿No será la propia Cristina la que levantará la bandera de la victoria si el intento sale bien?
“Que Cristina diga lo que quiera. Nosotros tenemos que singularizar la elección sobre el modelo de gestión de Axel en una fecha específica, en la que no se estén discutiendo 25 cosas a la vez. No necesitamos saldar todo este año. Habrá tiempo para discutir el 2027”, replica la voz kicillofista.
Riesgos por todas partes, pero algo se mueve.
SL/DTC
Igual que ocurrió con la marcha universitaria en defensa de la educación pública, el reclamo contra los dichos homofóbicos de Javier Milei congreso a una multitud más allá de la comunidad LGTBIQ+.
No corremos ni temblamos: marchamos con orgullo
Políticos opositores y dirigentes gremiales y sociales marchan a Plaza de Mayo
“Organizamos la marcha y desbordó. Es increíble, se está replicando en todo el país y afuera también. Vamos a tirar este castillo de naipes fascista”, precipitadamente se ilusiona Pablo, de la Asamblea Antifascista LGBTIQ+.
Faltaban 30 minutos para que iniciara la marcha “antifascista y antirracista” y frente a la Plaza del Congreso ya había una multitud que esperaba ir a Plaza de Mayo. Es la primera vez que una manifestación organizada por el Orgullo finaliza en Casa Rosada. Antes reclamaban en el Congreso la sanción de leyes. Hoy tienen que defenderlas frente al Ejecutivo.
A poco más de un año de gobierno libertario, el discurso del presidente Javier Milei en el Foro Económico de Davos terminó de consolidar un discurso de odio y ataques hacia la diversidad sexual. Por eso para las cuatro de la tarde en las calles San José y Av. de Mayo, la concentración había adquirido una densidad idéntica o similar a la multitudinaria Marcha Universitaria del año pasado. Como aquella marcha, la convocatoria trascendió el reclamo y terminó teniendo una adhesion que traspasó al colectivo LGTBIQ+.
A esta altura el cielo despejado era como un horno sin puerta, pero las sombras de los edificios sobre Av. de Mayo detenían el calor al igual que la utilización de los abanicos multicolores, símbolo de la comunidad LGBT que se rebeló tras el discurso del Presidente en el que comparó a la homosexualidad con la pedofilia y desconoció la violencia de género. Y al que se sumó un anuncio de un proyecto para derogar el cupo travesti trans y de discapacidad, la Ley Micaela, el DNI no binario, la Ley de Paridad de Género y la supresión de lo agravantes en caso de femicidios del Código Penal.
“Seguro que lo próximo que buscarán será sacar el Matrimonio Igualitario, yo no puedo creer que otra vez pasemos a ser ciudadanos de segunda”, dice Florencia (38) a elDiarioAR, pareja de Valentina (36), que opina: “Más que las leyes, que se pueden recuperar, lo que más me duele y preocupa, porque lo dice un presidente y eso baja y se impregna en la sociedad, es el discurso homofóbico”, explica la mujer sobre lo que dijo Milei en Davos donde también pidió “recuperar los valores de Occidente” el mismo día que Tailandia se convertía en el tercer país del sudeste asiático en reconocer el Matrimonio Igualitario.
Pero no todos tenían abanicos ni pertenecían a la comunidad. Entre los colores vivos y el maquillaje, había Abuelas y Madres de Plaza de Mayo tras el cierre del Centro Cultural Haroldo Conti, jubilados que perdieron sus medicamentos y perderán la moratoria, ex trabajadores del Bonaparte por el vaciamiento y la intervención del Ministerio de Salud, un sector pequeño de la CGT y de la política. También se abrían paso personas ajenas a estos ámbitos, individuos que desconocen la persecusión por orientación sexual pero se solidarizan. Económicamente ajustados u holgados, desempleados o con estabilidad laboral: más allá de la situación personal, se estaba conformando un bloque opuesto al modelo de la Libertad Avanza al que llaman “antifascista”.
“Viste ese poema que dice ‘primero vinieron por los socialistas y no hice nada, luego por sindicalistas, por los judíos, después vinieron por mí y no quedó nadie’; bueno esto es igual, están viniendo por todos”, dice a elDiarioAR Agustín, un hetero autoconvocado en alusion al poema de Martin Niemöller que habla sobre el silencio ante el ascenso del nazismo.
“Yo estoy acá porque soy puto, porque estudio en la UBA, y es una aberración lo que dice y hace este tipo. Pero te soy sincero, esto es lo que ellos buscan, confrontar con nosotros les garpa. Hasta que no se vaya a la mierda la economía, no va a pasar nada”, analiza Matías, un joven escéptico de 25 años.
Lentamente avanza la columna que abarca el ancho de la Av. de Mayo, encabezada por las trans históricas. Está claro que esta no es una marcha del Orgullo sino una manifestación antifascista porque, más allá de los cantos y arengas, en los rostros no hay euforia ni entusiasmo, más bien hay algo de seriedad, acaso preocupación o perplejidad y un esparcimiento tremendamente tranquilo. Es un momento experimental de corrimiento de los límites, tiempo de aparente disolución de los consensos nacionales: pasó con la Educación, la Salud y los Derechos Humanos. Es el turno de la Diversidad. Nadie sabe bien cómo reaccionar. De modo que ante la duda, la respuesta es esta enorme manifestación que avanza hacia Plaza de Mayo.
“Soy una chica trans que ha tenido buena familia y me han dado la oportunidad de estudiar, soy cocinera. Pero soy la excepción, la mayoría de mis compañeras son las más vulnerables del colectivo y es fundamental que siga el cupo porque se sabe que nadie te da trabajo, sobre todo ahora que volvió la discriminación en la calle y las redes sociales”, explica Cecilia, de 39 años.
De alpargata, boina, camisa y bombacha algo manchada, oriundo de Tristán Suárez, partido de Ezeiza, viene de andar a caballo Marcelo, paisano de 73 años. “Estoy acá porque esto es algo muy importante, estamos todos los sectores representados. Hay que poner un límite, che. Yo, jubilado”, advierte a elDiarioAR.
“Es difícil tener un lugar en la sociedad, y ni hablar conseguir un laburo”, dice Juan, en silla de ruedas desde su nacimiento, tiene artrosis muscular espinal, estudia Comunicación.
“Con gente irracional no se debe discutir. Tenemos que enfocarnos solo en nosotres, en cómo nos organizamos para combatir al fascismo”, comenta Eugenia, no binarie, 42 años.
“Levanto este cartel de las mujeres asesinadas por hombres porque quieren sacar el femicidio. La violencia de Milei me viene pegando desde el principio, desde la Ley Bases cuando me detuvieron un día entero por cantar el himno frente a la policía. Nos falta apoyo político, pero al menos el pueblo está presente”, comenta Abril a elDiarioAR.
“Se meten con los desaparecidos y ahora con la diversidad, es una vergüenza, parece que todo el trabajo y la militancia y la conciencia que supimos generar no sirvió de nada. Habrá que recordar todo de nuevo”, dice Alicia, militante de izquierda, jubilada, 78 años.
Detrás del maquillaje, del abanico y los colores, hay historias de frustración y abandono, hay historias de humillación y tristeza, de soledad y tragedia, hay historias de encuentro, de recuperación y, a veces, de emancipación.
También hay vidas más amables, quienes crecieron en la década del estancamiento económico y del progreso de los derechos de las minorías. Jóvenes veinteañeros que terminaron la primaria con la sanción del Matrimonio Igualitario, cursaron la ESI y la exigieron casi como tema prioritario, ingresaron a la secundaria con el Ni Una Menos, desnaturalizaron el abuso y militaron el aborto, experimentaron libertades y egresaron sin haber sufrido discriminación por cuestiones de género u orientación sexual.
Pero ésta es la minoría dentro de la minoría, la inmensa mayoría de los aquí presentes pasaron por daños morales y físicos, fueron discriminados o hasta incluso golpeados, migrantes de provincias que se refugiaron en el anonimato de la Capital, mujeres manipuladas atrapadas económicamente en el martirio de las cuatro paredes, homosexuales echados de eventos, bares y restoranes, transexuales con los años contados y la vida determinada por una tragedia siempre inminente.
“No sé qué decirte, no sé cómo fue que llegamos a esta situación. Admito que por ahí se le dió mucha bola a reclamos genuinos que teníamos mientras había otra gente que la pasaba mal, que no tenía trabajo y demás, pero por eso no se tiene que destruir todo”, opina Luna, 20 años, militante LGBTIQ+.
Desde distintas diagonales se filtran afluentes humanos que engrosan y expanden la concentración. El sol ahora está bien alto bajo este hormigueo humano rodeado del Cabildo, la Catedral y el Monumento a Belgrano delante de la Casa Rosada. Es la histórica Plaza de Mayo y muchos de los acá presentes ya piensan que este es un momento histórico. Parece una gran reunión fraternal donde se convive en armonía sin una autoridad: no hay escenario ni oradores ni documento doctrinario. Hay una programada horizontalidad que se esparce por el anciano que lleva un cartel que dice “zurdo orgulloso nazi sionista jamás”, por las manos entrecruzadas de las parejas, por el pasto donde descansan y se refrescan con bebidas grupos de jóvenes, pasando por la gente parada sosteniendo eternamente banderas del colectivo y de izquierda.
Mientras elDiarioAR conversaba con un grupo de mujeres del colectivo, un hombre bastante adulto se acercó y comentó, en otras palabras, que vino para defender“ el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida y a la libertad”, tal como repite Javier Milei. “Yo estoy acá porque no pienso vivir nunca más puertas adentro y porque el discurso del Presidente ya está provocando actos de violencia homofóbica”, dice.
“Si dijeran que son conservadores –agrega el señor de bigote– sería todo más fácil, pero insisten en la libertad y niegan lo que dicen y confunden más”.
“Hay muchos votantes gays de Milei que están diciendo ‘no es homofóbico, solo se refiere a la ideología de género’”, suma otro hombre que acompaña al señor.
En una de las esquinas se encuentra Matías Sanders, director del Cuerpo Argentino de Socorristas. Dice: “Todos estamos perdiendo derechos y hay que ponerle un frente a esto. Por otro lado, nosotros socorremos a todos por igual. Si viene alguien que no es de la marcha a provocar y se lastima, estamos para ayudarlo. Eso nos diferencia de ellos: todas las vidas para nosotros valen igual”.
elDiarioAR se comunica con dos trabajadores del morfi callejero. El que vende chorizos, acodado sobre su carrito, asegura que es un laburante y no tira para ningún lado. El otro, que se llama Leonardo y vende bondiola, cuenta que está desilusionado. “Al principio creí en Milei pero está en contra de los trabajadores. No puedo laburar, me echan de todos lados. Más vale que apoyo esta marcha”.
Más adelante, exactamente frente a la Casa Rosada cantando “fuera Milei”, hay un grupo de mujeres trans. “Están obsesionados con nosotras”, dice una. “Es evidente que hay un tema de la sexualidad del Presidente que no está resuelto”, opina otra sobre las referencias sexuales que utiliza en sus discursos.
Milei ya había comparado a homosexuales con elefantes, “si te querés acostar con un elefante, hacelo”. Diana Mondino, en su momento, expresó “que hagan lo que quieran, si no se quieren bañar está bien, después no se quejen si son piojosos”. Ricardo Bussi dijo que son como “los ciegos o los rengos” y “el que quiere ser travesti, que se la banque”. Carlos Rodríguez que “les falta testosterona”. Agustín Laje que “son un grupo de degenerados desesperados por violar niños”. Nicolás Márquez que son “invertidos”.
“Para mí esto es fascismo, es una persecución ideológica disfrazada de batalla cultural”, opina una chica de gorra negra Nike que se está yendo de la concentración. “Es todo muy raro, no se entiende bien qué está pasando”, dice perplejo Nelson, un hombre bastante mayor con una gran cabellera, embutido en la bandera LGBTIQ+. “Lo que sí sabemos es que vienen por todos nuestros derechos, los de las minorías, y que quieren un país con 80% de pobres y 20% de ricos”.
Quizá alguna clave para entender el fenómeno se encuentre en el libro de Giuliano Da Empoli, “El mago del Kremlin”, apodo que el círculo íntimo le puso al ideólogo y asesor principal de Milei, Santiago Caputo. Hay un párrafo que dice:
“¿Qué haces tú cuando quieres cortar un alambre? Lo retuerces en un sentido, luego en otro. A medida que vayas creando una red de internet, te darás cuenta de que hay asuntos que atrapan a la gente más que otros. Puede que unos estén contra las vacunas, otros contra los cazadores o contra los ecologistas, o contra los negros o contra los blancos. Qué más da. La clave es que cada quien tenga algo que lo apasione y alguien a quien odiar. Dar noticias, argumentos verdaderos o falsos, eso carece de importancia. Hay que enfurecerlos a todos. Los que están en defensa de los animales a un lado y los partidarios de la caza al otro. Los activistas gays contra los neonazis. No tenemos preferencias. Nuestra única línea es el alambre de hierro. Lo retorceremos en un sentido y en otro, hasta que se rompa”.
LN/MG
La inteligencia artesanal del cartel marchante tiene el ritmo de quien lo porta, de quienes lo han creado, y a quienes quiere llegar. La materialidad del cartel, con su pequeñez y su forma de llevarse sin más que con las propias manos, le pone letra al cuerpo y cuerpo a la letra.
¿Por qué resultan fascinantes los carteles escritos a mano en las marchas? No es solo el deleite de quien lee mientras marcha, también de fotografiarlos y hacerlos circular. Hay una lectura en marcha, a la intemperie, que los hace parte misma de eso que se habla y comenta mientras nos movemos. Hay en esa circulación, por cierto, el efecto buscado de quienes se reunieron a escribirlos, a pensar frases, a acordarse del fibrón y de la témpera, de la cartulina o el cartón.
En la multitudinaria marcha del orgullo antifascista y antirracista de ayer se vieron cientos, en una suerte de enhebrado de respuestas a los dichos de Milei en Davos pero, de modo más amplio, como una burla artesanal a sus frases replicadas hasta el hartazgo en los multimedios cuyos dueños están, como nunca, al mando del mundo virtual y geopolitico.
En los trazos a mano hay una indisciplina de la letra que se contrapone a aquello que solo circula de modo virtual a fuerza de agresión. Porque el insulto fascista hecho propaganda y trolleo adquiere velocidad y masividad a fuerza de plataforma (redes, wasaps, y sus infinitas réplicas). Es en esa letra sin cuerpo donde la inteligencia artificial ya no requiere de producir sentido para garantizar la reproducción sin límite. Es en esa letra sin cuerpo donde el odio avanza.
La inteligencia artesanal del cartel marchante es exactamente otra: tiene el ritmo de quien lo porta, de quienes lo han creado, y a quienes quiere llegar. La materialidad del cartel, con su pequeñez y su forma de llevarse sin más que con las propias manos, le pone letra al cuerpo y cuerpo a la letra. Justo lo que los trolls no pueden, porque su tarea deliberada es sacarle el cuerpo al asunto.
El elogio de la letra con cuerpo es entonces un elogio a ese texto híper personal y colectivo que se lleva puesto. Que articula una inteligencia y una sensibilidad —muchas veces chistosa pero también reivindicativa y manifiesta— que sintetiza otra gramática en las respuestas a la agresión continua del discurso presidencial y de sus servidores.
Se puede decir que esos cartelitos arman declinaciones “programáticotelegráficas”, para robarle el término a Jaques Derrida. Lo telegráfico responde a la necesidad de contar con textos ágiles, pero también con explorar la potencia de las consignas políticas ligadas a la inventiva de una situación que parece presentarse ya exhausta de palabras.
Las consignas así hechas son lo contrario a lo que se conoce como consignismo (la fórmula de la consigna como directiva). ¿Por qué? Porque no se oponen a las preguntas. Experimentan, por el contrario, con la vibración programática y el lenguaje popular. Hay allí una gramática que se insubordina respecto al lenguaje de la época que todo lo cuantifica, que todo lo mide en parámetros binarios de éxito o fracaso, que cuadricula las visibilidades según los caprichos de los dueños.
La letra con cuerpo reclama un lugar en una economía de la atención agotada, en una psiquis asediada por el bombardeo cognitivo que es el modo de producción de las plataformas. Pone un límite porque pone cuerpo a la enunciación que no se desprende de esas manos que la sostienen, de esa energía que la porta, de ese magma de lectura colectiva que se hace marchando. La letra con cuerpo hace algo aquí y ahora que fue una máxima de acción del pasado: inventar palabras y conceptos que no puedan ser usados ni capturados por el fascismo.
MM
La cineasta estrena hoy en el Festival de Rotterdam "¡Caigan las rosas blancas!", una road movie femenina que explora la libertad creativa, política y sexual. La crisis actual del cine argentino y cómo las nuevas generaciones se enfrentan a una época de transformaciones y hostilidad creciente.
A principios del 2000, con tan solo 27 años, Albertina Carri presentó su ópera prima “No quiero volver a casa” en el Festival de Rotterdam. Pasó un cuarto de siglo desde el lanzamiento de aquel modesto film que pudo terminar con la ayuda de colegas como Martín Rejtman y la siempre audaz, radical, combativa y provocadora cineasta está a pocas horas de volver a la prestigiosa muestra de los Países Bajos con “¡Caigan las rosas blancas!”, película que a principios de marzo se estrenará en el MALBA y varios Espacios INCAA de todo el país.
“¡Caigan las rosas blancas!” puede verse como una continuación o secuela no reconocida de su trabajo inmediatamente previo, “Las hijas del fuego”, porque nos reencontramos con varias actrices interpretando a los mismos personajes y vuelve también parte del equipo técnico, pero es también una película que va “en contra” de la anterior. Si en aquel film de 2018 había un viaje hacia el sur y la idea de probar con el porno amateur, aquí la road movie abandona la gélida Patagonia para incursionar en el caluroso norte mesopotámico con la mira puesta en Brasil. Y “¡Caigan las rosas blancas!” es una road movie femenina (con algo de “Thelma & Louise” y “Mulholland Drive: El camino de los sueños”), siempre lúdica y experimental, que apuesta cada vez más por la deriva y la fantasía.
Este film mutante, fascinante y desconcertante a la vez, cuya duración alcanza los 123 minutos, comienza con una propuesta de cine dentro del cine con Violeta (Carolina Alamino) huyendo en medio de una profunda crisis creativa del estudio donde está dirigiendo una película porno más mainstream, industrial y con aires de musical a puro artificio (vemos a las actrices colgadas del techo con arneses en medio de una escenografía recargada).
A bordo de una destartalada camioneta, Violeta y sus compañeras de aventuras (Rocío Zuviría, Maru Marcet y Mijal Katzowickz) escaparán de la gran ciudad rumbo a rutas desoladas, pueblos fantasmas, selvas llenas de peligros, encuentros fortuitos (Laura Paredes y Valeria Correa tendrán una aparición especial) y situaciones cada vez más oníricas y surreales. Una fuga hacia adelante en busca de libertad (creativa, política, sexual) que las hará cambiar no solo de destinos sino también de prioridades en sus vidas.
Con la excusa de la première mundial de “¡Caigan las rosas blancas!” en la sección oficial Big Screen Competition, que será este domingo 2 de febrero, a las 19 hora europea, en la sala 4 del complejo Pathé, la directora de “Los rubios” (2003), “Géminis” (2005), “La rabia” (2008) y “Cuatreros” (2016) dialogó con elDiarioAR sobre su filmografía y el estado de las cosas en el país y en el cine nacional .
–¿Con qué sensaciones llegás al estreno de “¡Caigan las rosas blancas!” en un festival tan prestigioso como el de Rotterdam y en un contexto en el cual el cine argentino en general y films tuyos como “Las hijas del fuego” en particular son vistos como una suerte de enemigo público número uno por parte del gobierno y sus voceros en redes sociales?
–Por un lado, me da una alegría inmensa, porque es una película muy ambiciosa, un verdadero OVNI cinematográfico, y entonces como tal me siento agradecida de que la hayan programado y en una de las secciones principales. Por otro, estoy fascinada con la idea de volver a Rotterdam, porque allí se proyectó mi ópera prima, “No quiero volver a casa”, hace ya 25 años. Luego exhibieron otras películas mías, pero yo no volví a viajar. La terminamos a principios de 2024, justo cuando se produjo el momento de quiebre, de cambio de paradigma absoluto en el cine y en el país. Estuvimos dos años haciéndola porque fue muy compleja y esforzada en términos de producción. Un tipo de cine que hoy es impensable hacer en Argentina y que entonces quedó casi como un último aliento. Por otra parte, todas mis películas se hicieron en momentos de crisis; o sea, por distintas razones siempre fue problemático financiarlas incluso con algún grado de apoyo estatal. Hay que desarticular esa fantasía de que los artistas vivíamos relajados y con holgura. Yo jamás sentí una contención por parte de la industria. Haría sí una diferenciación entre la dificultad de entonces y la hostilidad, el encono actual porque una cosa es que el contexto económico argentino nunca sea del todo favorable y otra muy distinta es lo que pasa ahora. No comparo ni minimizo, simplemente respondo a esa especie de idealización de que antes estaba todo bien.
–De hecho, vos hiciste “Los rubios” en plena explosión de 2001 y 2002 por lo que atravesaste diferentes crisis casi desde el inicio de tu carrera.
–Claro, están planteando como si nosotros hubiésemos vivido en un estado de bienestar súper subsidiado por el Estado y no es real, nunca se hizo cine en este país de esa manera, siempre fue difícil para una industria que estuvo luchándola. Ahora entramos en una nueva fase que apunta a la disolución total de cualquier proyecto de cine autoral, directamente sos un enemigo público si pensás en esos términos. Ni que hablar de un tipo de cine filosófico, existencial o radical como el mío, que no tenga que ver con la infocracia, con el algoritmo, con el mercado, con las métricas, con cuántos views, cuántos minutos y segundos... O sea, ahora se plantea un tipo de cine que nada tiene que ver con el patrimonio cultural ni con la potencia simbólica que tuvieron nuestras películas. A mí me interesó mucho el momento en el que Carlos Pirovano dijo que mi generación fue la que arruinó al cine argentino. Quería hacer una remera con eso directamente (se ríe). Me siento muy orgullosa de ser parte de esa generación.
–Laura Casabé estrenó hace pocos días “La virgen de la tosquera” en Sundance, vos ahora vas a Rotterdam y en breve Iván Fund compite en Berlín con “El mensaje”. Parece como una suerte de cierre, de despedida del sistema anterior...
–Sí, por lo menos de esta forma de pensar al cine argentino. Si bien siempre tengo proyectos en desarrollo, como justo estaba terminando una película no estaba por volver a filmar, así que 2024 de alguna manera fue un año para replegarse y repensar cuál puede ser el modo de hacer cine nacional ahora. Todavía no lo sé.
–Algunos colegas tuyos dicen que, así como el Nuevo Cine Argentino surgió en un contexto artístico, industrial y económico muy malo, ahora podría ocurrir algo similar. ¿Sos de las que creen que de las crisis surgen oportunidades o es un mero eslogan?
–Yo creo que sí, que en todos los momentos de crisis y en todas las disciplinas artísticas surgen movimientos y cambios. Va a llevar un tiempo, no sé cuándo, pero va a pasar. Para las generaciones jóvenes, para los que están empezando, esta es su primera crisis política de adultos y en ese sentido es muy diferente para nosotros, que vivimos las hiperinflaciones, los '90, el estallido del 2001... Los pibes ahora se tienen que enfrentar a un mundo para el que nadie los preparó. Hay que ver qué sucede en medio de esta crisis y de este caos, pero yo me pongo en manos de esa nueva generación. Nosotros ya lo hicimos, lo inventamos, lo reinventamos y vamos a ver cómo seguimos, pero estamos en otro estadío. Supongo que si dentro de cinco años no logré filmar nada, agarraré una cámara y haré como en las primeras épocas, pediré plata prestada a los amigos como en mis primeras películas, pero en principio no me estoy volviendo loca por salir a hacer eso.
–¿Y cómo vivís el estreno de una película hoy, desde una perspectiva más íntima y personal, pero también desde tu lugar de artista ligada a un cine combativo, de disidencia, de cuestionamiento, en medio de esta batalla cultural tan disparatada y frenética como la que están planteando desde el gobierno?
–Creo que hay algo muy frenético de lo que no hay que hacerse cargo porque me parece que hay una provocación detrás de otra. Sí creo que hay que estar muy atenta a todos los discursos de odio, porque eso genera un cambio de sentido, un cambio en el lenguaje, de formas, como que están habilitando cosas que hasta hace poco tiempo nos parecían que era imposible volver. Pero no me parece que haya que estar en el minuto a minuto, en la respuesta inmediata, porque es muy nocivo y genera un modo de desconcentración absoluta, que impide pensar en lo que realmente hay que pensar, cómo abordar esta derrota en términos de representación, cómo armarse para que eso que ahora está siendo el nuevo sentido común deje de serlo. Y me parece que no funciona con esta especie de bombardeo permanente. Hay una provocación constante en redes sociales, pero también un ataque concreto a la memoria, a la salud pública. Hay que elegir las batallas que tiene sentido dar, las que verdaderamente importan y en los tiempos en que realmente nos sirven. Por un lado, siento una gran alegría de poder estrenar, de tener justo un texto audiovisual para salir a decir algo y que no sean solo palabras; por otro, también me asusta porque se da en un contexto muy hostil.
–¿Cómo viviste el ataque mediático y en redes contra “Las hijas del fuego” por parte de los libertarios?
–Nosotras estábamos en nuestras casas terminando “¡Caigan las rosas blancas!” y de repente me empezaron a llegar cientos de imágenes por WhatsApp sobre mi película con un montón de fake news. Una película que ni siquiera había sido financiada por el INCAA, pero la tomaban como ejemplo de que habían dado plata pública para hacer porno. En principio pensé que no había que contestar a cada mentira, pero de pronto iba subiendo de temperatura, cada vez me llegaban más mensajes, cosas cada vez más horribles, llenas de barbaridades y entonces decidí que sí había que salir a responder. Soy una persona con una postura política pública bastante clara incluso desde mis películas: no soy y nunca fui peronista, soy una persona de esa izquierda a la que dicen que hay que salir a perseguir. Hago cine desde esa impronta, desde ese imaginario y con esa convicción.
–“¡Caigan las rosas blancas!” marca una continuidad en cuanto al universo y a mantener buena parte del elenco, pero también cierto corte y distanciamiento respecto de “Las hijas del fuego” ¿Cómo fue el proceso?
–Empezó como un juego. Las chicas me propusieron hacer “Las hijas del fuego 2”; o sea, literalmente una secuela, pero yo me negué de manera rotunda diciendo que las segundas partes son malas, que no me interesaba volver a hacer una porno, que esa investigación se había terminado con aquella película. Luego de cierta insistencia empezamos a pensar en “¡Caigan las rosas blancas!”. A muchas de las actrices las conocí al hacer la primera película, luego de haber buscado en un casting, pero tras esa experiencia formamos algo que podríamos llamar un grupo de pensamiento. Para “Las hijas del fuego” no había referencias y esa complejidad obligó a muchas conversaciones sobre cómo hacerla. Todas queríamos volver a trabajar juntas y pensamos en hacer otra road movie, pero en este caso yendo hacia el norte, hacia la mesopotamia y luego hacia Brasil. Si la anterior conversaba con el género pornográfico, queríamos ahora potenciar otras zonas ya trabajadas de forma tangencial como el viaje, la aventura, la road movie y sobre todo la fantasía.
–El adjetivo que más usaste para definir esta película inclasificable es “mutante”...
–Me gustaba la idea de trabajar y subvertir los géneros cinematográficos, cambiar el territorio y dejar que aflorara la subjetividad de este grupo. Empieza siendo un ejercicio de cine dentro del cine, con el rodaje de una película, con esa neurosis de una directora, las preguntas que se hace respecto de qué es un relato y en determinado momento la vida la toma, sale del cine, que queda un poco como de otra época, olvidado, y se sumerge en el viaje.
–La película empieza con un rodaje bastante ambicioso en un estudio y con las actrices colgadas del techo y en determinado momento del viaje la protagonista consigue de forma fortuita una cámara de Súper 8 con la que empieza a filmar algo mucho más emotivo, visceral, íntimo y esencial.
–Sí, y en esa artesanía es donde finalmente aparece la magia. Hay un juego con la tecnología, ellas van perdiendo los celulares, las baterías, los GPS, todo lo digital que necesita energía. Se van quedando sin herramientas y tienen que encontrar otras formas. Tienen también que subvertir sus propios prejuicios. Es una película esencialmente lúdica, con sus digresiones en el humor, sus derivas, los cambios en las motivaciones, deseos y objetivos de las protagonistas.
–Tu cine se puede dividir en dos grandes zonas: una más ensayística y documental y otra más de ficción y fantasías. ¿Cómo conviven las miradas políticas que hay en ambas?
–Hay cineastas que admiro mucho que tienen un formato de trabajo, una cierta idea y van profundizando película tras película en su estilo. En ese sentido, yo soy como decíamos antes muy mutante. Me obsesiono con algo y me toma por completo, voy hasta el fondo, profundizo todo lo posible y en determinado momento me empiezo a sentir ahogada y necesito cambiar. Después de “Los rubios” me pidieron que me quede ahí para siempre, pero para mi es parte del pasado. No me imagino una vida más miserable que quedarse encasillada a algo que alguna vez funcionó. Luego de “Las hijas del fuego” me llamaron para hacer porno de distintas maneras, pero para mi ya era una etapa cumplida. El gesto ya estaba hecho. Creo que todas mis películas sí tienen en común una impronta política, una preocupación por una intervención en lo social. Y en ese sentido la repetición no funciona porque la realidad va mutando.
–“Los rubios” fue una película importante en su tiempo, en el surgimiento del Nuevo Cine Argentino, pero por alguna razón pasó a ser un objeto de estudio de la Academia, fue retomada por las nuevas generaciones ¿Por qué crees que sigue dando pie a nuevas lecturas y los jóvenes se la han apropiado?
–Esa película tiene vida propia y me encanta que eso suceda, pero de alguna manera ya nos emancipamos (se ríe). Fue muy demandante en todo sentido y era raro para mi seguir dando entrevistas sobre “Los rubios” 15 o 20 años después. Está perfecto que siga circulando, que se estudie en las universidades, pero a nivel personal se transformó en una suerte de encierro. Hay que soltar y buscar nuevos caminos.
DTC