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Las exequias del pontífice número 266 de la Iglesia católica abarrotaron la plaza de San Pedro para una ceremonia en presencia de representantes de más de 160 delegaciones de todo el mundo y líderes de numerosas religiones.
Un funeral convetido en una cumbre mundial incómoda
Entre unas 200.000 personas comunes, despedido de San Pedro por los más poderosos del mundo, recibido en Santa Maria Maggiore por los últimos de Roma, los que menos tienen. Ese podría ser el resumen del funeral del papa Francisco este sábado, que ha comenzado con una ceremonia a la que asistieron casi 170 delegaciones internacionales y representantes religiosos de todas partes del mundo, entre ellos Javier Milei. En el centro de Roma, a unos seis kilómetros del Vaticano, un grupo esperó en las escalinatas de la basílica en la que el pontífice quiso ser enterrado: unos 40 –migrantes, transexuales, presos, pobres– sosteniendo una rosa blanca en la mano. Los encargados del último saludo. Una vez que el féretro atravesaba la puerta de la basílica, las puertas se cerraban para proceder a la sepultura.
Unas 250.000 personas han pasado por la capilla ardiente de San Pedro en tres días. Anoche, tras el cierre, se procedió a la ceremonia del cierre del ataúd, en la que se leyó un texto en latín que hace un repaso a la vida de Jorge Mario Bergoglio hasta convertirse en el papa número 266, y destaca algunas de sus principales acciones y sus reformas de la Curia y sus cuatro encíclicas. Además, destaca su lucha contra los abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia. Ese acto a puerta cerrada y del que participaron unas pocas personas cercanas y familiares fue el paso previo de las exequias de este sábado.
Poco horas después, con las primeras luces del día, la imagen de la plaza vacía había desaparecido por completo. Aunque faltaban horas para el comienzo de la ceremonia, la via de la Conciliazione, el gran boulevard que conduce a San Pedro, estaba ya colapsado. Cientos de voluntarios intentaban junto con el despliegue policial contener a una muchedumbre madrugadora y nerviosa. A las siete y media, la mitad del sector central de la plaza, junto al obelisco y detrás de las sillas de las autoridades e invitados, estaba ya completo. Los afortunados que conseguían pasar las largas filas de los controles de seguridad se lanzaban a pequeñas carreras para asegurarse un puesto. Otros hacían un alto para ponerse detrás de otra cola: la de las pocos bares abiertos en busca de un preciado y necesario café.
Los más animados, los grupos de jóvenes llegados estos días para el Jubileo de los Adolescentes, una marea de camisetas, mochilas y pañuelos verdes. Pero peleando por entrar en la plaza hay de todo: familias con niños pequeños, religiosos, romanos e italianos venidos especialmente para este evento y, por supuesto, turistas. Como Antonella y Fabián, dos argentinos que estaban de viaje por Italia y han decidido que este era el lugar para estar hoy: “Es un momento histórico”, justifica ella. Justo detrás, una familia brasileña intenta armarse de paciencia ante los constantes controles, apertura de mochilas y esperas. “Es lógico, hay mucha gente importante y la seguridad es fundamental”, concede Ada, la madre, aunque por el gesto de sus hijos adolescentes, el argumento no convence a todos.
Quienes seguimos la ceremonia desde la atalaya en la que han colocado a la prensa, en las azoteas de los edificios adyacentes a la plaza, levantamos de vez en cuando la vista para observar a nuestro alrededor: la maraña de compañeros de todas partes del mundo es enorme. El miércoles había ya más de 4.000 periodistas acreditados, y la oficina vaticana ha trabajado estos días sin descanso para tramitar las peticiones de quienes iban llegando desde lejos.
Cientos de fotógrafos y periodistas hacen equilibrio sobre sillas y asoman sus teleobjetivos por encima del hombro de los que consiguieron una primera fila a las 5.30 de esta mañana. Pero entre el tumulto de periodistas agolpados encima de sus ordenadores o encaramados detrás de sus cámaras se pueden ver imágenes impensables en cualquier otro funeral de Estado: varios compañeros se arrodillan a rezar, y alguno repite por lo bajo las palabras en latín de la misa. Más allá, uno destaca por su túnica marrón de franciscano, y entre los muchos vestidos de negro para el funeral e intentar protegerse del sol de esta mañana romana, destaca el cuello blanco de un sacerdote con su cámara fotográfica al hombro.
Cuando faltaban 15 minutos para las 10 (hora Roma) las campanas de San Pedro comenzaron a sonar, mientras se pedía por los micrófonos a los asistentes respetar lo ceremonioso del momento, bajando carteles y banderas. Por un momento solo se oían en la inmensa plaza el sonido de los helicópteros sobrevolando y el graznido de las gaviotas.
El funeral lo celebra el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardinalicio. Y lo hace, acompañado por 980 cardinales, obispos y sacerdotes, con las indicaciones establecidas en el primer funeral papal moderno, el de Juan Pablo II, hace dos décadas: un rito solemne y sobrio que en 2005 cambió la historia al sacar la ceremonia de la basílica para celebrarla en la plaza. De la misma forma ocurrió con Benedicto XVI, que murió en diciembre de 2022 y cuyas exequias dirigió el propio Francisco.
Frente a los representantes de las instituciones más poderosas del mundo, el cardenal Re destaca en su homilía todo aquello por lo que Francisco les ha resutado incómodo: “Innumerables son sus gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y desplazados. También fue constante su insistencia en actuar a favor de los pobres”. Como ejemplos menciona el primer viaje de Francisco a Lampedusa –“isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar”–, el el que hizo a Lesbos, y la misa que ceberó en la frontera entre México y Estados Unidos.
“La guerra es solo muerte de personas, destrucción de casas y de escuelas. La guerra siempre deja al mundo peor de como era en precedencia: es para todos una derrota dolorosa y trágica”, ha recordado Re las palabras de Francisco en presencia de Trump, la ministra enviada por Rusia y los mandatarios europeos. La multitud cerraba cada una de sus frases con un fuerte aplauso.
Re dedica parte de sus palabras a describir la personalidad de Francisco, los gestos que le han diferenciado –y alejado– de sus predecesores, algunos de los cuales le han valido no pocos enemigos dentro de estos muros vaticanos. “Dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y con los pueblos [...] con especial atención hacia las personas en dificultad, entregándose sin medida, en particular por los últimos de la tierra, los marginados”.
“Fue un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad”, que se refería a “los problemas de nuestro tiempo” utilizando “el vocabulario que le era característico”. “Tenía gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia”.
“Francisco realmente compartió las preocupaciones, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización”, destacó Re frente a los máximos dirigentes de ese mundo globalizado.
En primera fila, la delegación argentina con Milei a la cabeza –por la nacionalidad de Bergoglio– junto a la italiana, que oficia de anfitriona. Representantes de casi 150 países –y más de 160 delegaciones en total– participan en la ceremonia, ubicados en sillas frente a la catedral de San Pedro a la derecha. A la izquierda, otros invitados, sobre todo religiosos. Detrás, las personas que han conseguido entrar en la plaza y que se amontonan detrás de las vallas.
El decano de los cardenales, Giovanni Battista Re, de 91 años, ha oficiado la ceremonia de despedida del pontífice, del que ha destacado su voluntad de "estar cerca de todos", especialmente de "los últimos de la tierra" y ha recordado su posicionamiento frente a las guerras o la inmigración.
DIRECTO - Sigue aquí minuto a minuto la despedida del pontífice
Miles de personas se despiden este sábado del papa Francisco en la plaza de San Pedro del Vaticano, donde el decano de los cardenales, Giovanni Battista Re, de 91 años, ha oficiado la ceremonia. La homilía, en italiano, ha repasado la figura del pontífice, fallecido este lunes a los 88 años, y ha destacado su voluntad de “estar cerca de todos”, en especial de “los últimos de la tierra, los marginados”. La homilía, entre aplausos de la plaza, ha recordado frases que habitualmente decía Bergoglio, como su clásica llamada a “construir puentes y no muros”. Aquí puedes leer la homilía completa:
En esta majestuosa plaza de San Pedro, en la que el Papa Francisco ha celebrado tantas veces la Eucaristía y presidido grandes encuentros a lo largo de estos 12 años, estamos reunidos en oración en torno a sus restos mortales con el corazón triste, pero sostenidos por las certezas de la fe, que nos asegura que la existencia humana no termina en la tumba, sino en la casa del Padre, en una vida de felicidad que no conocerá el ocaso.
En nombre del Colegio de Cardenales agradezco cordialmente a todos por su presencia. Con gran intensidad de sentimiento dirijo un respetuoso saludo y un profundo agradecimiento a los Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Delegaciones oficiales venidas de numerosos países para expresar afecto, veneración y estima hacia el Papa que nos ha dejado.
La masiva manifestación de afecto y participación que hemos visto en estos días, después de su paso de esta tierra a la eternidad, nos muestra cuánto ha tocado mentes y corazones el intenso pontificado del Papa Francisco.
Su última imagen, que permanecerá en nuestros ojos y en nuestro corazón, es la del pasado domingo, solemnidad de Pascua, cuando el Papa Francisco, a pesar de los graves problemas de salud, quiso impartirnos la bendición desde el balcón de la Basílica de San Pedro y luego bajó a esta plaza para saludar desde el papamóvil descubierto a toda la gran multitud reunida para la Misa de Pascua.
Con nuestra oración queremos ahora confiar el alma del amado Pontífice a Dios, para que le conceda la felicidad eterna en el horizonte luminoso y glorioso de su inmenso amor. Nos ilumina y guía la página del Evangelio, en la cual resonó la misma voz de Cristo que interpelaba al primero de los Apóstoles: “Pedro, ¿me amas más que estos?”. Y la respuesta de Pedro fue inmediata y sincera: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. Y Jesús le confió la gran misión: “Apacienta mis ovejas” (cf. Jn 21,16-17). Será esta la tarea constante de Pedro y de sus sucesores, un servicio de amor a imagen de Cristo, Señor y Maestro, que «no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mc10,45).
Conservó su temperamento y su forma de guía pastoral, y dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y con los pueblos.
A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal. Siguió las huellas de su Señor, el buen Pastor, que amó a sus ovejas hasta dar por ellas su propia vida. Y lo hizo con fuerza y serenidad, cercano a su rebaño, la Iglesia de Dios, recordando la frase de Jesús citada por el Apóstol Pablo: «La felicidad está más en dar que en recibir» (Hch 20,35)
Cuando el Cardenal Bergoglio, el 13 de marzo de 2013, fue elegido por el Cónclave para suceder al Papa Benedicto XVI, llevaba sobre sus hombros años de vida religiosa en la Compañía de Jesús y, sobre todo, estaba enriquecido por la experiencia de 21 años de ministerio pastoral en la Arquidiócesis de Buenos Aires, primero como Auxiliar, luego como Coadjutor y después, especialmente, como Arzobispo.
La decisión de tomar por nombre Francisco pareció de inmediato una elección programática y de estilo con la que quiso proyectar su Pontificado, buscando inspirarse en el espíritu de san Francisco de Asís.
Conservó su temperamento y su forma de guía pastoral, y dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y con los pueblos, deseoso de estar cerca de todos, con especial atención hacia las personas en dificultad, entregándose sin medida, en particular por los últimos de la tierra, los marginados. Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos. Además, fue un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia.
Con el vocabulario que le era característico y su lenguaje rico en imágenes y metáforas, siempre buscó iluminar con la sabiduría del Evangelio los problemas de nuestro tiempo, ofreciendo una respuesta a la luz de la fe y animando a vivir como cristianos los desafíos y contradicciones de estos años de cambio, que él solía calificar como “cambio de época”.
Tenía gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia.
Lleno de calidez humana y profundamente sensible a los dramas actuales, el Papa Francisco realmente compartió las preocupaciones, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización, buscando consolar y alentar con un mensaje capaz de llegar al corazón de las personas de forma directa e inmediata.
Su carisma de acogida y escucha, unido a un modo de actuar propio de la sensibilidad de hoy, tocó los corazones, tratando de despertar las fuerzas morales y espirituales.
El primado de la evangelización fue la guía de su Pontificado, difundiendo con una clara impronta misionera la alegría del Evangelio, que fue el título de su primera Exhortación apostólica Evangelii gaudium. Una alegría que llena de confianza y esperanza el corazón de todos los que se confían a Dios.
Es significativo que el primer viaje del Papa Francisco fuera a Lampedusa, isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar.
El hilo conductor de su misión fue también la convicción de que la Iglesia es una casa para todos; una casa de puertas siempre abiertas. Recurrió varias veces a la imagen de la Iglesia como “hospital de campaña” después de una batalla con muchos heridos; una Iglesia determinada y deseosa de hacerse cargo de los problemas de las personas y los grandes males que desgarran el mundo contemporáneo; una Iglesia capaz de inclinarse ante cada persona, más allá de todo credo o condición, sanando sus heridas.
Innumerables son sus gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y desplazados. También fue constante su insistencia en actuar a favor de los pobres.
Es significativo que el primer viaje del Papa Francisco fuera a Lampedusa, isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar. En la misma línea fue también el viaje a Lesbos, junto con el Patriarca Ecuménico y el Arzobispo de Atenas, así como la celebración de una Misa en la frontera entre México y Estados Unidos, con ocasión de su viaje a México.
De sus 47 agotadores Viajes Apostólicos quedará especialmente en la historia el de Irak en 2021, realizado desafiando todo riesgo. Esa difícil Visita Apostólica fue un bálsamo sobre las heridas abiertas de la población iraquí, que tanto había sufrido por la obra inhumana del ISIS. Fue también un viaje importante para el diálogo interreligioso, otra dimensión relevante de su labor pastoral. Con la Visita Apostólica de 2024 a cuatro países de Asia-Oceanía, el Papa alcanzó “la periferia más periférica del mundo”.
El Papa Francisco siempre puso en el centro el Evangelio de la misericordia, resaltando constantemente que Dios no se cansa de perdonarnos: Él perdona siempre, cualquiera sea la situación de quien pide perdón y vuelve al buen camino.
Quiso el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, destacando que la misericordia es “es el corazón del Evangelio”.
Misericordia y alegría del Evangelio son dos conceptos clave del Papa Francisco. En contraste con lo que definió como “la cultura del descarte”, habló de la cultura del encuentro y de la solidaridad. El tema de la fraternidad atravesó todo su Pontificado con tonos vibrantes. En la Carta encíclica Fratelli tutti quiso hacer renacer una aspiración mundial a la fraternidad, porque todos somos hijos del mismo Padre que está en los cielos. Con fuerza recordó a menudo que todos pertenecemos a la misma familia humana.
Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el Papa Francisco elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez.
En 2019, durante su viaje a los Emiratos Árabes Unidos, el Papa Francisco firmó un documento sobre la “Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común”, recordando la común paternidad de Dios.
Dirigiéndose a los hombres y mujeres de todo el mundo, con la Carta encíclica Laudato si’ llamó la atención sobre los deberes y la corresponsabilidad respecto a la casa común. “Nadie se salva solo”.
Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el Papa Francisco elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar soluciones posibles, porque la guerra —decía— no es más que muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas. La guerra siempre deja al mundo peor de como era en precedencia: es para todos una derrota dolorosa y trágica.
“Construir puentes y no muros” es una exhortación que repitió muchas veces y su servicio a la fe como sucesor del Apóstol Pedro estuvo siempre unido al servicio al hombre en todas sus dimensiones.
En unión espiritual con toda la cristiandad, estamos aquí numerosos para rezar por el Papa Francisco, para que Dios lo acoja en la inmensidad de su amor.
El Papa Francisco solía concluir sus discursos y encuentros diciendo: “No se olviden de rezar por mí”.
Querido Papa Francisco, ahora te pedimos a ti que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como hiciste el pasado domingo desde el balcón de esta Basílica en un último abrazo con todo el Pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y mantiene en alto la antorcha de la esperanza.
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El mandatario argentino se ubicó en la primera fila junto a Giorgia Meloni, primera ministra de Italia. Así lo marcó el protocolo, en reconocimiento a las nacionalidades que marcaron la vida del sumo pontífice. Compartió dicho lugar junto al rey Felipe VI y con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
El presidente argentino y su comitiva salieron desde el hotel, minutos antes de la ceremonia, y se ubicaron en primera fila junto a la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni. Siguiendo el protocolo, todos vistieron de luto para participar del funeral del papa Francisco.
Como sucede en todas las misas, al final de la homilía llegó el momento de 'darse la paz' y saludar respetuosamente a los asistentes cercanos.
En primera fila del funeral por el papa Francisco están sentados el rey Felipe VI y la reina Letizia; el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con su mujer Melania, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, también con su mujer, Brigitte Macron. El dirigente estadounidense se ha acercado a los asistentes cercanos para estrechar manos. Lo ha hecho con el rey y el presidente francés.
La misa exequial se llevó adelante frente a la Basílica de San Pedro y comenzó a las 10:00, se extenderá hasta horas de la tarde y será el último rito antes de la inhumación de los restos de Francisco. De acuerdo con lo solicitado por el propio pontífice, sus restos serán trasladados posteriormente a la Basílica de Santa María la Mayor, ubicada frente a la embajada argentina en Roma.
El presidente Javier Milei confió hoy que le pidió “perdón” al Papa Francisco durante la última conversación que mantuvieron, unos meses atrás. En declaraciones radiales, desde Roma, el mandatario destacó que este sábado será “la despedida del argentino más importante de la historia”. “Le pedí perdón la última vez que lo ví”, aseguró el Jefe de Estado, quien viajó especialmente junto a su comitiva para participar del funeral del Santo Padre, fallecido el lunes último.
Asimismo, Milei se mostró arrepentido de algunas cosas que había manifestado sobre Francisco: “Tomé conciencia desde que soy presidente”, y dijo que Bergoglio no lo tomó personal: “No te calentés, es un error de juventud”, le respondió.
Jóvenes, marginados y militantes sociales se reunieron para homenajear al pontífice, que hoy tuvo su funeral en Roma. La misa de García Cuerva, en las escalinatas de la Catedral, se transformó en una fiesta popular, reflejo del legado de un papa que buscó una relación cercana al pueblo.
No fue una despedida masiva que pueda equipararse a la dimensión que Jorge Bergoglio cobró a nivel mundial a lo largo de los 13 años que duró su papado. Pero fue el homenaje que más lo representó: una plaza de Mayo en la que los excluidos fueron la mayoría.
Miguel Infante tiene 35 años y llegó desde Santa Cruz hace dos semanas. Viajó en un avión que pagó el hogar Granja Padre Mugica para ayudarlo a sanar sus adicciones. Está en la plaza junto a Federico Galiano, formoseño de 31 años. Como Miguel, es adicto y también llegó de Santa Cruz para alojarse en la granja. Llevan una cartulina azul que dice “una Iglesia pobre para los pobres, gracias por todo papa”, escrito con fibrones negros. Miguel dice: “El papa es para mí la liberación de las drogas, de la pobreza, la esperanza”. Federico agrega: “Francisco es a lo que podemos aferrarnos para salir adelante”.
La Catedral de Buenos Aires, la que vio salir al cardenal Jorge Bergoglio para convertirse en el primer papa latinoamericano, despidió este sábado a su sacerdote más famoso. Los alrededores de la Plaza de Mayo amanecieron rodeados por un inmenso operativo policial. Sobre la Diagonal Norte, 12 camionetas y un camión de la Gendarmería, a los que se sumaron una autobomba de los bomberos y unos 20 baños químicos preparados para recibir una multitud que no llegó. Frente a la Catedral se montó un escenario y el corralito vallado para los invitados especiales. Fueron muchas las sillas que quedaron sin ocupar.
La misa para homenajear al papa incluyó un operativo que pareció una reproducción en pequeño al Lollapallooza. Pantallas gigantes, puestos de hidratación, ambulancias y socorristas. El cotillón papal tampoco faltó. A los pañuelos verdes, violetas, naranjas y celeste este sábado se sumo el mitad amarillo, mitad blanco. Rosarios a $2.000, banderas del Vaticano a $8.000 –$6.000 si incluían el rostro de Francisco–, y ramos de crisantemos –por supuesto amarillos y blancos– a $3.000, también fueron parte de la despedida.
El despliegue quedó holgado para la cantidad de fieles que se acercaron y dejaron más de media plaza vacía. Pero los que si llegaron parecen representar fielmente su legado. Fueron mayoría los jóvenes –a los que no se cansó de pedirles que “hagan lío”–, los viejos y los marginados, llegados desde las periferias, el conurbano bonaerense y el sur de la Ciudad. Estuvieron los boyscouts y los movimientos sociales, el Evita, la CCC, la Utep. Y como Francisco, quería hicieron lío. A la solemnidad de la misa le sumaron bombos y petardos. Hasta el arzobispo de Buenos Aires, José María Cuerva, tuvo que pedirles que “aflojen” un poco con el bombo porque entre tanto entusiasmo ni se enteraron que se había pedido un minuto silencio.
Sonia Martínez dirige un comedor en Berazategui. Llegó con sus compañeras y a medida que habla de Francisco se emociona. “Siempre nos ha apoyado, ha luchado por los pobres para que podamos brindar un plato de comida”. Sonia cuenta que el comedor abre tres veces por semana, pero que deberían hacerlo todos los días para poder darle de comer a las cien personas que asisten, el doble que a fines de 2023, cuando asumió Javier Milei. “Cada vez tenemos menos, no recibimos nada del Gobierno, es un milagro lo que hacemos”, dice. Sonia espera que el próximo papa siga en la misma línea que Francisco.
A lo largo de Avenida de Mayo y Diagonal Norte los pasacalles repiten las frases de Francisco: “hagan lío” y la “iglesia en la calle”. En las escalinatas de la Catedral, donde se montó el escenario, García Cuerva las repite y agrega uno de los párrafos más aplaudidos: “la Iglesia es un hospital de campaña que recibe a todos, a todos, a todos”.
Sentados en la primera fila y al reparo del vallado que separa a los comunes de los especiales, escuchan los pocos políticos que asistieron, desde la vicepresidenta Victoria Villarruel hasta el gobernador Axel Kicillof. Entre obispos, sacerdotes y representantes extranjeros se mezclan el jefe de Gobierno porteño Jorge Macri –el único en abalanzarse sobre los periodistas–, su antecesor Jorge Telerman, la ex gobernadora María Eugenia Vidal, y los diputados de la Coalición Cívica, Maximiliano Ferraro, y la kirchnerista Victoria Tolosa Paz. Escuchan a García Cuerva hablar de un papa que “fue el padre de todos pero especialmente de los descartados”, y pidió a la Iglesia ir “hacia las periferias geográficas pero también las existenciales”.
Del otro lado del vallado un hombre y una mujer escuchan de pie, solos entre la multitud. Llevan en alto dos banderas de Palestina unidas a la de Argentina. Con la muerte del papa perdieron a uno de los pocos líderes mundiales que se atrevió a levantar la voz para acusar la masacre en Gaza. “Fue muy importante ante el silencio del mundo, sus palabras fueron una manera de mostrar que es el representante de Jesús en la tierra, de los que menos tienen, fue un gran promotor de la justicia social, esperemos que el próximo papa siga sus pasos”, pide Santiago Farias aferrado a su bandera.
“Andá al cielo y hace mucho lío desde allá”, lo despide García Cuerva, y comienza una procesión que lleva la foto del papa Francisco subida a un jeep del Ejército para rodear la plaza. La misa termina pero empieza la fiesta. Por los altoparlantes ya no se escuchan rezos ni música santa. Suena una murga a todo volumen, hay baile, hay petardos, olor a choripan, humo de colores. Hay lío en la despedida del papa Francisco.
MG/DTC
El arzobispo de Buenos Aires encabezó la ceremonia de este sábado horas después de que terminara en Roma el funeral del papa. Colocaron pantallas en la calle.
Sobre las escalinatas de la Catedral Metropolita y ante decenas de fieles, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, presidió hoy una misa exequial en homenaje al papa Francisco, quien murió el lunes pasado a sus 88 años, en la que pidió por la reconciliación de los argentinos. .
García Cuerva lamentó la partida de Francisco y dijo: “Hoy, lloramos porque no queremos que la muerte gane, lloramos porque se murió el padre de todos, lloramos porque ya sentimos en el corazón su ausencia física, lloramos porque nos sentimos huérfanos”.
Continuó y citó un tango de Carlos Gardel: “Lloramos porque no terminamos de comprender ni de dimensionar su liderazgo mundial, lloramos porque ya lo extrañamos mucho y no queremos que nos pase lo que cantaba Gardel en uno de sus tangos, 'las lágrimas taimadas se niegan a brotar y no tengo el consuelo de poder llorar'”.
Luego, García Cuerva citó un textual del Sumo Pontífice: “Al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar”.
“Y seguía diciendo Francisco: 'Los invito a que cada uno se pregunte: ¿yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?'. No es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más”, cerró la cita.
García Cuerva pidió valentía para llorar, parafraseando al Papa, y sumó: “Hoy lloramos a Francisco. Lo hacemos desde lo más profundo del corazón, sin vergüenza, pero también con el dolor que nos une como pueblo. Que nuestras lágrimas rieguen nuestra patria para hacerla fecunda en reconciliación y en hermandad”.
Según el Arzobispo porteño, el Papa “fue padre de todos, pero especialmente se ocupó de los más frágiles”. “Tuvo predilección por los últimos, por los marginados, por los enfermos, por los descartables de la sociedad”, añadió.
En una de las últimas reflexiones, García Cuerva pidió por una Iglesia en “salida” como tal decía Francisco: “Inquieta, que se moviliza, que no se queda arrinconada. Seamos cristianos en camino, que no viven su fe encerrados en cuatro paredes”.
Para terminar, García Cuerva rememoró el Pacto de San José de Flores, en 1859, que terminó con la reincorporación de Buenos Aires a la Confederación Argentina. “Hoy quisiera que volvamos allí e imaginemos el abrazo que nos debemos como argentinos”.
“El abrazo que negamos al que piensa distinto o al que tiene otras costumbres u otro modo de vivir; el abrazo que no compartimos con los que sufren, incluso, los abrazos que no nos pudimos dar durante la pandemia”, dijo.
Y remató: “Hagámosle el mejor de los regalos al Papa, el padre de todos, el Papa argentino y porteño, comprometiéndonos a hacer un pacto de concretar como Iglesia y sociedad su magisterio y así definitivamente darnos el abrazo que necesitamos y vivir la tan anhelada fraternidad entre los argentinos”.
En la misa estuvieron presentes la vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel; el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri; el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof; como así también de la Corte Suprema.
Al finalizar el encuentro religioso conmemorativo, se realizó un almuerzo comunitario bajo el lema “Compartimos la mesa”, y a las 13:30 estaba previsto dar inicio la peregrinación titulada “Pacto de amor a Francisco: recorrido por los lugares del dolor”.
Entre las figuras políticas presentes, María Eugenia Vidal, diputada nacional del PRO; Victoria Tolosa Paz, diputada nacional de Unión por la Patria; Maximiliano Ferraro, el diputado nacional de la Coalición Cívica; Hernán Lombardi, Ministro de Desarrollo Económico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; y el ex jefe de gobierno porteño, Jorge Telerman.
Esta peregrinación, organizada por la Arquidiócesis, incluye seis paradas en puntos significativos del trabajo pastoral de Bergoglio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
- Casa Mamá Antula (Avenida Independencia 1190, Monserrat) - Plaza Constitución (Avenida Garay y Lima) - Predio del Hospital Borda junto con los hospitales Tobar y Rawson (Dr. Ramón Carrillo 375, Barracas) - Unidad penitenciaria del Hospital Muñiz (Uspallata 2272, Barracas) - Hogar de Cristo San Alberto Hurtado (Monteagudo 862, Parque Patricios) - Parroquia Virgen de Caacupé (Osvaldo Cruz 3470, Villa Lugano).
El recorrido es público y no se prevén actos protocolares ni oradores designados en cada parada. La organización aclaró que se trata de una acción simbólica acompañada por voluntarios, parroquias, movimientos pastorales y fieles, con el objetivo de resignificar el paso de Francisco por espacios donde ejerció su labor como sacerdote y arzobispo.
García Cuerva decidió no asistir al funeral en Roma para permanecer en Buenos Aires y guiar los homenajes locales. La misa en la Catedral será el cierre litúrgico principal en el país. Se instalaron pantallas en la Plaza de Mayo para que el acto pueda seguirse a distancia.
Con información de agencia NA
MC/MU