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La Agencia I+D+I, que financia proyectos de los científicos, quedó en el centro de la escena política. La Unidad de Investigación (UDI) de elDiarioAR reveló que el organismo le dice a los investigadores que “no hay plata” pero retiene al menos US$53 millones de préstamos multilaterales. La presidenta de la Agencia renunció luego de la publicación. El costo por no ejecutar el dinero.
El desembarco de la funcionaria Natalia Avendaño en la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (I+D+I), principal organismo de financiamiento de la ciencia, tiene en alerta al sistema científico argentino. Los investigadores creen que la subordinada del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, llega a la Agencia para aplicar de lleno el modelo libertario, tras casi diez meses de parálisis y fondos millonarios pisados por el poder político.
Avendaño es economista de la Universidad Católica Argentina (UCA), tiene estudios de maestría y doctorado en Economía de la Universidad del CEMA y se desempeñaba hasta hace pocos días en la Subsecretaría de Gestión Administrativa de la Jefatura de Gabinete. Llega a la Agencia para “cuidar la caja”, una caja que no se ejecuta desde la llegada de La Libertad Avanza a la Casa Rosada.
La funcionaria es una outsider del mundo científico y tecnológico, y su experiencia estuvo siempre relacionada a la gestión de las cuentas de los organismos argentinos en la ejecución de préstamos de los organismos multilaterales. La gran duda de los científicos, en esta nueva etapa, es si Avendaño llega para seguir pisando la caja y hacer borrón y cuenta nueva con los proyectos científicos seleccionados, con el objetivo de poner a la ciencia “al servicio del sistema productivo”, de acuerdo a las consultas realizadas por este medio.
Ahora, Avedaño deberá conformar un directorio de diez personas. La Agencia I+D+I está acéfala desde el lunes pasado, cuando Alicia Caballero presentó su renuncia como presidenta horas después de una publicación de la Unidad de Investigación (UDI) de elDiarioAR. Este medio reveló que si bien Caballero había anunciado a las universidades a finales de agosto que no había plata para los científicos, la Agencia retenía US$53 millones provenientes de préstamos de organismos multilaterales para el desarrollo de proyectos científicos.
La investigación informó que por cada dólar ejecutado en 2024, US$3,93 permanecen en las cuentas bancarias engrosando el Tesoro Nacional, mientras los científicos viven una parálisis del sistema desde hace diez meses. Muchos de los investigadores deben financiar de sus bolsillos la continuidad de los proyectos científicos.
La investigación desarmó el argumento de “no hay plata”, evidenciando que el financiamiento existe y está disponible para su uso. Además, si el organismo cumpliera con los pagos a los científicos y a los proyectos acordados con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial (BM) podrían habilitarse nuevos desembolsos para seguir impulsando el desarrollo científico.
“Acepté el cargo para tratar de aportar algo a este país que amo. Les aseguro que hice todo lo que estuvo a mi alcance, pero las decisiones se tomaban a otro nivel, y en términos prácticos nada podía resolver, dado que el Directorio propuesto nunca fue aprobado”, dijo Caballero en una carta pública.
Durante su conferencia de prensa, el vocero presidencial, Manuel Adorni ratificó que la decisión de no financiar a los científicos es política, no financiera o económica. El portavoz se limitó a argumentar que “lo que no se ejecuta es porque fueron líneas solicitadas y aprobadas con anterioridad a este gobierno, que no tienen absolutamente ningún sentido ejecutarlas y ningún sentido entrar en una deuda”.
La salida de Caballero terminó por dejar a la Agencia sin autoridades. En marzo, el directorio había presentado su renuncia en masa y nunca había sido repuesto. El directorio de la Agencia debe cumplir con ciertos parámetros: equidad de género, distribución geográfica y diversidad de temáticas como distintos tipos de ciencia y representación del sector productivo. Los directivos, además, eran avalados por tres instituciones del campo al que pertenecían. Todos desempeñaban el cargo ad honorem.
Algunos de los representantes del anterior directorio venían no sólo de universidades públicas y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). También había miembros con experiencia en gestión de proyectos de innovación y otros especialistas en estrategias y planificación orientados al desarrollo sustentable. Además, al directorio lo integraba una doctora en ciencias sociales y especialista en género y diversidades y un consultor de análisis de situaciones de conflicto y riesgo empresarial.
El directorio de la Agencia tiene un rol clave en la toma de decisiones del organismo. Además de controlar y auditar a la presidenta en funciones, tiene en su poder decisiones claves para el financiamiento de programas de investigación, ciencia y desarrollo.
El sistema de evaluación de la Agencia da un orden de mérito para los postulantes a proyectos científicos. El directorio convierte ese órden de mérito en apoyos efectivos e inicia el proceso de la firma de contratos.
Además participan en la conformación de los jurados, los integrantes de las comisiones de evaluación, y son responsables de la creación de las nuevas bases y condiciones de los llamados a proyectos de investigación, ciencia y tecnología.
El directorio tiene otra función clave: que los funcionarios de turno no incidan sobre quiénes obtienen los subsidios ni sobre quienes los evalúan y tampoco sobre las nuevas iniciativas científicas.
La nueva presidenta tiene un primer desafío: lograr que en la situación asfixiante dentro del sistema haya diez personas del mundo científico y tecnológico que estén dispuestas a conformar el directorio. Avendaño debe conseguir 10 avaladores de sus decisiones para la nueva gestión. Sin el directorio, Avendaño no podrá crear nuevas iniciativas y sólo se limitaría a poner al día los pagos atrasados de los proyectos aprobados hasta 2023.
Avendaño trabajaba apuntalando créditos internacionales para riego, asfalto, obra pública, la pobreza, el sistema de salud. Lo que ella sabe es como supervisar el funcionamiento de esos programas.
La funcionaria tendrá rango de Secretaria de Estado. A pesar de que la Agencia se encuentra dentro de la órbita de la Secretaría de Ciencia y Tecnología, a cargo de Darío Genua, oficia como un eslabón intermedio con el ministerio de Jefatura de Gabinete, explicó una fuente con conocimiento del funcionamiento del sistema.
El panorama es poco alentador para los científicos. Representantes del sector consultados por la UDI de elDiarioAR respondieron que el conflicto por el perfil de los proyectos y la liberación de los pagos podría agudizarse. No existirá una agencia con visión propia sino un órgano ejecutor de las voluntades de Francos, y por ende, del presidente Javier Milei.
Caballero había asumido la conducción de la Agencia I+D+I en marzo, con el aval político del entonces jefe de Gabinete, Nicolás Posse, pero sobre todo de uno de sus laderos de mayor confianza: el entonces secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología, Alejandro Cosentino. La eyección, a fines de mayo, del ex ejecutivo de Corporación América también arrastró a Cosentino, un alfil que había sido clave en el plan de Posse para manejar la política de telecomunicaciones a partir, por ejemplo, de la intervención del Enacom.
Pese a ese cimbronazo, Caballero, que había tenido un paso previo por el directorio del Banco Nación durante la presidencia de Mauricio Macri y antes se desempeñó como decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA, parecía seguir firme al frente de la Agencia. Al menos hasta este lunes, cuando, tras la publicación de la UDI de elDiarioAR, presentó la renuncia, oficialmente, por “motivos personales”.
Caballero dejó un saldo de 80 despidos, que representó un tercio del personal de la Agencia y un directorio que renunció al mes de su asunción y que nunca pudo recomponer. Según su carta de despedida, nunca le aprobaron el directorio que propuso. Asimismo, los proyectos científicos fueron paralizados durante toda su gestión. Esta semana, Caballero dijo en el programa de televisión de María Laura Santillán en LN+ que “la plata está”. El problema radicada en una decisión política de no ejecutarlos.
La funcionaria saliente confirmó en el programa que la parálisis en la ejecución del presupuesto es política y no económica, y que, tal como dijo en su carta, “las decisiones se tomaban a otro nivel”. La UDI de elDiarioAR intentó obtener la versión de Caballero en reiteradas oportunidades pero la exfuncionaria se negó a responder.
La expresidenta de la Agencia aseguró: “No me siento bien no decidiendo. Yo asumí en marzo y durante todo el tiempo que estuve traté de contener y de entender y también de pensar líneas de promoción más allá de financiamiento, porque hay mucho que se puede hacer en Argentina más allá de dar plata, pero en términos prácticos no podía hacer nada y creo que era mejor dar un paso al costado”.
La no ejecución de los fondos aportados por organismos multilaterales tiene costos altos. La UDI de elDiarioAR pudo acceder a una fuente del ambiente científico que afirmó que un representante del Banco de Desarrollo de América latina y el Caribe (CAF) comentó en un encuentro regional sobre la preocupación del organismo multilateral respecto a la no ejecución de los fondos para ciencia y tecnología de Argentina.
Las afirmaciones se dieron a mediados de agosto en el marco de una actividad financiada por la CAF hace algunas semanas en un país de la región donde participaban organismos gubernamentales de Ciencia y Tecnología y empresas de distintos países de Latinoamérica.
El representante expresó su preocupación debido a que Argentina no estaba ejecutando los fondos y estaban buscando la forma de dialogar y de no sancionar el incumplimiento del país, con el objetivo de no perjudicar a las personas a las que fueron destinados esos préstamos. Según el representante, la respuesta de Argentina fue que los fondos eran “plata de la corrupción” y que por eso no se ejecutan.
ED
Hace un año Israel empezó su brutal ofensiva contra la Franja de Gaza, como castigo por los atentados de Hamas del 7 de octubre, provocando la respuesta de sus enemigos en toda la región.
El 7 de octubre ha marcado un antes y un después en Oriente Medio, y ha supuesto una escalada de la violencia que se ha intensificado y expandido cuando se cumple una año de esa fatídica fecha. El 7 de octubre de 2023, nos levantamos con las noticias de que el grupo islamista Hamas había lanzado de madrugada un gran ataque sorpresivo y sincronizado contra poblaciones del sur de Israel próximas a la frontera con Gaza.
Según los datos oficiales, más de 1.200 israelíes y ciudadanos de otras nacionalidades murieron en el asalto, durante el cual fueron heridas más de 14.000 personas y secuestradas unas 250. Casi un centenar permanece cautiva en Gaza, mientras el Ejército israelí continúa su ofensiva y, este mismo domingo, lanzó una nueva operación en el norte de la Franja, de donde había dicho que había eliminado a Hamas hace meses.
Precisamente, los principales objetivos de la guerra eran liberar a los rehenes y acabar con el grupo palestino, pero un año después no los ha logrado. En este tiempo, la guerra de castigo contra los habitantes de Gaza ha causado unos 42.000 fallecidos, incluidos casi 17.000 niños y niñas, y más de 11.000 mujeres, según los datos del Gobierno gazatí (vinculado a Hamas). Además, cerca de 100.000 personas han sufrido heridas, algunas de ellas graves y que les marcarán para toda la vida, como las amputaciones. La falta de una asistencia médica adecuada ha empeorado la situación de muchos heridos y ha impedido que otros pudieran salvar la vida.
“Los bombardeos israelíes sobre zonas densamente pobladas han causado heridos a gran escala de forma reiterada”, denuncia Amber Alayyan, responsable del programa médico de Médicos Sin Fronteras. Los equipos de la ONG en la Franja han tenido que “realizar intervenciones quirúrgicas sin anestesia, presenciar la muerte de niños en el suelo de los hospitales por falta de recursos e, incluso, tratar a sus propios colegas y familiares”.
MSF ha atendido a más de 27.500 pacientes por heridas relacionadas con la violencia en los pasados doce meses; de ellos, más del 80% presentaba heridas causadas por los bombardeos.
Según la Organización Mundial de la Salud, unas 12.000 personas necesitan ser evacuadas para recibir tratamiento médico que en Gaza no está disponible. La escasez de suministros médicos y los productos más esenciales está afectando a la salud de la población gazatí, entre la que se están propagando las enfermedades infecciosas. Los más de dos millones de habitantes de la Franja pasan hambre y el 80% dependen de la ayuda humanitaria, que ha estado entrando al enclave palestino a cuentagotas.
Además del enorme impacto humano, la guerra ha causado una gran destrucción de la infraestructura y edificios de la Franja. Según las autoridades locales, más de 150.000 viviendas han sido destrozadas por los bombardeos y 200.000 han sido dañadas. Además, 125 estructuras pertenecientes a colegios y universidades están destruidas, así como más de 600 mezquitas y tres iglesias. Casi la totalidad de la población ha abandonado su hogar por la guerra y la mayoría vive en tiendas de campaña en la zona de Al Mawasi —designada por el Ejército israelí como “segura”— en el sur Gaza.
Tras un año de conflicto, la Franja ya no es lo que era: su paisaje también ha sido masacrado. Especialmente en la Ciudad de Gaza (norte) y las de Jan Yunis y Rafah (sur), hay barrios enteros reducidos a escombros, debajo de los cuales el Ministerio de Sanidad y los servicios de emergencia calculan que hay al menos 10.000 cadáveres que no han podido ser recuperados.
Antes del 7 de octubre, Gaza ya estaba sometida a un férreo bloqueo por parte de Israel, desde el 2007 -cuando Hamas tomó el poder, después de ganar las elecciones palestinas de 2006-. Ese cerco se ha visto exacerbado con la ocupación de las tropas israelíes de la zona fronteriza con Egipto y del único cruce fronterizo que no estaba bajo su control, el de Rafah. Además, Israel está ha establecido un corredor militar fortificado que parte la Franja en dos, entre el norte y el sur, para controlar el movimiento de los palestinos.
La permanencia de las tropas israelíes en Gaza —en concreto, junto a la frontera egipcia— ha sido uno de los puntos más espinosos en las negociaciones entre las dos parte para un alto el fuego, con la mediación de Estados Unidos, Qatar y Egipto. Un acuerdo que ponga fin a la guerra y permita un intercambio de los rehenes israelíes por presos palestinos parece más lejano que nunca, sobre todo tras el comienzo de la ofensiva israelí en Líbano. Ambos conflictos están estrechamente ligados.
El grupo chií libanés Hezbollah llevaba desde el 8 de octubre del año pasado atacando el norte de Israel, en apoyo a Hamas y a los palestinos, pero la escalada del Ejército israelí —que desde hace dos semanas bombardea Líbano sin descanso y también ha invadido el sur del país— hace aún más difícil vislumbrar el fin de la guerra en Gaza. Hezbollah había asegurado reiteradamente que detendría el lanzamiento de cohetes y drones contra Israel si éste detenía su masacre en la Franja. Ahora, Hezbollah se enfrenta directamente a Israel y sería necesario un cese de hostilidades con Líbano, antes y al mismo tiempo que un acuerdo en Gaza.
Los rebeldes hutíes yemeníes —quienes también han atacado en varias ocasiones Israel, que ha respondido con bombardeos en Yemen— tienen un motivo más para continuar el lanzamiento de misiles y drones, y el sabotaje de barcos relacionados con Israel en el mar Rojo. Todos estos grupos, que se denominan a sí mismos “de resistencia” están enfrentado a Tel Aviv desde siempre, pero la guerra de Gaza ha alimentado el odio y el resentimiento hacia el Estado judío, y ha ofrecido un pretexto para la escalada de la violencia, en la que se ha visto involucrado incluso Occidente.
Irán es la última y más importante pieza del complejo puzle que compone la región, desde Palestina al golfo Pérsico, que ha saltado por los aires con la guerra de Gaza. El segundo ataque directo de Teherán contra Israel el pasado martes —en respuesta al asesinato del líder de Hezbollah, Hasán Nasralá, en un bombardeo israelí en Beirut— fue más potente que el lanzado el pasado mes de abril y demuestra que el conflicto que ha ido in crescendo puede expandirse aún más. Israel ahora está estudiando cómo responder a la afrenta de Irán, con diferentes opciones sobre la mesa, incluido un ataque contra la infraestructura petrolera iraní o un ataque nuclear.
Este domingo, Irán ha suspendido todas las llegadas y salidas de vuelos del país hasta las 6.00 horas locales del lunes, ante un posible contraataque israelí, que podría llegar cuando se conmemora un año del atentado de Hamas. 365 días después de los ataques más sangrientos que ha sufrido Israel en décadas y de la guerra más larga y mortífera en Gaza, el círculo vicioso de la violencia gira sin control en Oriente Medio y nadie parece dispuesto a detenerlo, si Israel ni su aliado, EEUU, ni sus vecinos y rivales.
Desde Cisjordania, una familia palestina lleva un año pendiente de sus parientes en Gaza. Varios han muerto en un bombardeo y uno ha perdido una mano, y los demás sobreviven en condiciones muy difíciles.
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La casa de Osama y Ghada Abu Sultan en Belén parece un santuario: en cada rincón hay fotos y objetos que recuerdan a su hijo, Amyad, asesinado por Israel en 2021. Es uno de los muchos “mártires” adolescentes, casi niños, que hay en Cisjordania, donde más de 150 menores han muerto desde el comienzo de la guerra en Gaza hace un año. La violencia ha aumentado en este territorio palestino ocupado al mismo tiempo que la ofensiva israelí se ha prolongado.
Abu Amyad y Umm Amyad (el padre y la padre de Amyad) están acostumbrados a convivir con el dolor y la pérdida. Ella viste rigurosamente de negro y sus ojos claros transmiten una tristeza profunda. “Toda mi familia está en Gaza, mis hermanos, mis hermanas, mis tíos, todos”, dice Ghada. “Cada día me levanto y miro las noticias, y compruebo si siguen vivos”, explica, y ellos le contestan simplemente eso: “Estamos vivos, no dicen nada más, sólo eso”.
La mujer de 49 años cuenta aliviada que ahora la comunicación con la Franja es mucho mejor que al comienzo de la guerra y, especialmente, del momento en el que el Ejército israelí irrumpió por tierra, a finales de octubre de 2023. “Nos pasamos días y semanas sin poder comunicar con ellos”, recuerda.
“Me gustaría ir y ver a mi familia, pero con la guerra es imposible. Toda mi vida viví en Gaza, es mi tierra, donde nací. Toda mi familia está allí, mis amigos, mis estudios, mi trabajo…”, relata Ghada, que vive en Belén porque su marido lleva toda la vida afincado en la localidad cisjordana. La mujer no tiene esperanzas de poder regresar algún día, pero sí desea que la guerra acabe, “ahora mismo” si es posible.
Su marido no comparte la misma opinión, cree que la guerra continuará y asegura que lo supo desde el ataque de Hamás del 7 de octubre. Osama no para de hablar y de fumar, parece querer ocultar su sufrimiento con esa verborrea. “Sabía que la reacción de Israel iba a ser así, no me sorprendió la campaña de bombardeos y las matanzas, es su forma de actuar”, afirma.
Él también tiene familiares directos en Gaza, donde vivió diez años, aparte de su familia política. “Por supuesto, estaba preocupado por ellos, porque era más consciente de lo que iba a pasar” desde fuera.
Relata cómo fue la primera vez que su familia fue alcanzada por las bombas que caen indiscriminadamente sobre Gaza. “Estaban en su casa y se fueron a una escuela de la ONU, porque pensaron que iban a estar protegidos. Yo sabía que el Ejército israelí no iba a respetar ni la ONU ni a los civiles, y estuve llamando a mis tíos para que se fueran de ese lugar”. No los pudo convencer.
“Poco después, bombardearon la escuela y murieron mi tío, su hijo y su hija, la mujer de otro tío mío, en total seis personas de la familia. Además, otros diez al menos fueron heridos, algunos perdieron un ojo, una mano… todo en un instante”, lamenta.
“No los pudieron enterrar al principio, los enterraron en un lugar temporal —en un terreno de su propiedad, no en una fosa común—”, aclara Osama mientras enciende un cigarro tras otro y sorbe su café árabe. “Uno de mis tíos que estaba herido se lo llevó la ambulancia, pero no había comunicaciones y nos pasamos tres días sin saber dónde estaba. Luego, por casualidad, lo vi en un reportaje de Al Jazeera desde el Hospital Indonesio”, agrega con sorpresa. Esa televisión qatarí es la que se puede ver en una gran pantalla en el salón de la casa de los Abu Sultan, encendida a todas horas. “Sólo cuando lo vi en la televisión supe que no había muerto”.
Osama dice que los propios parientes dentro de Gaza no tenían forma de comunicarse entre ellos y no sabían cómo estaban, ni dónde estaban. “A través de Al Jazeera supimos que los pacientes del Hospital Indonesio fueron trasladados al Hospital Europeo en Jan Yunis, después de que Israel lo asediara”. Afortunadamente, en esa ciudad del sur de Gaza, la conexión telefónica era mejor y pudieron hablar con su tío, y saber que estaba bien aunque había perdido una mano en el bombardeo. Otros miembros de la familia que estaban en el norte de la Franja no lo sabían, continúa Osama, diciendo entre risas que su casa de Belén se convirtió en un “centro” de comunicaciones en las primeras semanas de la guerra.
Al Jazeera se ha convertido en los ojos no sólo de los palestinos, que desde fuera de la Franja miran con aprensión lo que sucede a sus hermanos, primos, tíos o sobrinos, sino también del resto del mundo, ya que la prensa internacional no ha podido acceder a Gaza en este año.
Osama, de 50 años, afirma que “no se puede describir” lo que han sentido ellos en Belén durante los pasados doce meses, en los que se han acostumbrado de alguna forma a la muerte en masa, después de haber pasado el luto por su hijo. Él y su esposa se sienten afortunados por haber perdido sólo una parte de sus familias en Gaza y no toda.
“Es una guerra rara”, dice el hombre, porque toda la población se ha visto afectada. “Ha habido guerras en las que han muerto muchas más personas, pero nunca se ha visto una guerra en la que encierras a las personas y las matas. ¡No pueden escapar!”, agrega con indignación.
En los primeros meses de la ofensiva, decenas de miles de palestinos pudieron salir de la Franja a través del paso fronterizo con Egipto, pero desde que Israel tomó el control de esa zona a principios de mayo, sólo unas decenas de niños heridos o enfermos han sido evacuados a otros países. Incluso antes de la guerra, Gaza era calificada la prisión a cielo abierto más grande del mundo.
La mayor parte de los parientes de Osama se encuentran en la localidad de Deir al Balah, en el sur de la Franja, donde se han refugiado buena parte de los gazatíes, y ahora viven en tiendas de campaña. Deir al Balah está incluida en la denominada “zona humanitaria” designada por el Ejército israelí, junto a la de Al Mawai, aunque no se ha librado de los bombardeos.
“Los que no han muerto viven en una tienda, en la costa junto al mar. ¿Qué comen, cómo cocinan, cómo van al baño?”, se pregunta Osama desde su casa de Belén. “Lo único que les queda de su vida es algo de ropa y un poco de harina para comer, y viven bajo el fuego” de los aviones y los tanques israelíes.
“He hablado con mucha gente que me ha dicho que prefiere morir, porque los que mueren descansan”, afirma. Y añade que los que mueren ahora, en medio de la devastación en la Franja, no reciben un sepelio honroso ni pueden ser enterrados junto a sus familias: “Ni siquiera saben si sus familiares están muertos ni dónde están sus tumbas”.
Osama y Ghada ya vivieron esa situación, cuando no pudieron enterrar a su hijo, hasta que el Ejército israelí les devolvió su cuerpo, congelado. El padre muestra una foto del rostro de Amyad cubierto de escarcha para demostrar que es cierto lo que cuenta, pero prosigue diciendo que al menos pudieron celebrar el funeral y despedirse de él, algo que otros progenitores en Cisjordania no han podido hacer.
Desde el 7 de octubre de 2023, la ofensiva israelí se cobró la vida de unas 42.000 personas y ha arrasado decenas de miles de edificios del enclave palestino.
Se cumple un año de ofensiva de Israel en Gaza. Las miles de toneladas de bombas arrojadas sobre Gaza han convertido el paisaje de la Franja y sus ciudades en una montaña de escombros. En el siguiente mapa puedes comprobar el estado del enclave palestino antes y después de este año de guerra.
Las imágenes de satélite, obtenidas a través de Copernicus-Sentinel 1, comparan cómo se veía Gaza desde el espacio en septiembre de 2023 y septiembre de 2024. Las fotografías captan la destrucción del territorio: donde antes había ciudades, ahora sólo hay edificios derribados, donde antes había cultivos, ahora solo hay desierto. Según la ONU, el 70% de los campos de granos han sido destruidos y toda la población de la Franja depende de la ayuda humanitaria.
Aunque la vista desde el espacio da una idea de cómo han devastado los ataques israelíes este territorio densamente poblado, el análisis detallado de estas imágenes de satélite muestra cómo ha sido la destrucción de la Franja por los bombardeos israelíes. Empezando por el norte y terminando en el sur, con diferentes tonalidades, el gráfico muestra los edificios destruidos o dañados en el primer, segundo y tercer mes de guerra, en 2023, y en lo que llevamos de 2024.
Los datos provienen del análisis de Corey Scher, del Centro de Postgrado de la Universidad Municipal de Nueva York, y Jamon Van Den Hoek, de la Universidad Estatal de Oregón, que han detectado edificios destruidos o dañados a partir de las imágenes de satélite durante el último año de guerra. Según sus cálculos, es probable que el 59% de los edificios de la Franja de Gaza hayan sufrido daños desde el inicio de la ofensiva.Las autoridades locales calculan que 200.000 viviendas han sido totalmente destruidas.
La destrucción de Gaza no sólo se ha saldado con innumerables pérdidas materiales sino también miles de víctimas mortales. ¿Cuántas personas han fallecido desde el inicio de la guerra? El siguiente gráfico representa las vidas perdidas en Gaza desde el 7 de octubre de 2023, según las cifras publicas por las autoridades locales, consideradas fiables por Naciones Unidas.
EEUU gastó 17.900 millones en ayuda militar a Israel a lo largo de este primer año de ofensiva que dejó 42.000 palestinos muertos.
El presidente de EEUU, Joe Biden, recordó este lunes el primer aniversario del ataque lanzado por Hamas contra Israel el pasado 7 de octubre, así como la respuesta israelí: una matanza de palestinos en Gaza que hoy se cobra la vida de unas 42.000 personas, 17.000 de ellos niños. En su comunicado, Biden no ha tenido una sola crítica contra su aliado israelí ni ha mencionado el contexto de ocupación ilegal —declarada por la Corte Internacional de Justicia— de más de medio siglo en el que se enmarca todo el conflicto.
“Un año después, la vicepresidenta [Kamala] Harris y yo seguimos totalmente comprometidos con la seguridad del pueblo judío, la seguridad de Israel y su derecho a existir. Apoyamos el derecho de Israel a defenderse contra ataques de Hizbulá, Hamas, los hutíes e Irán”, ha afirmado Biden, que ha asegurado que “todos los días” piensa en los rehenes y sus familias y ha condenado “el aumento despiadado del antisemitismo en EEUU”.
Según los datos oficiales del ataque del 7 de octubre, más de 1.200 israelíes y ciudadanos de otras nacionalidades murieron en el asalto, durante el cual fueron heridas más de 14.000 personas y secuestradas unas 250.
En su única y leve referencia a la matanza israelí en Gaza, Biden culpa a Hamas: “Creo que la historia también recordará el 7 de octubre como un día oscuro para el pueblo palestino debido al conflicto que Hamas desencadenó ese día. Demasiados civiles han sufrido demasiado durante este año de conflicto y decenas de miles han sido asesinados, un coste humano que se ha visto agravado por los terroristas que se esconden y operan entre gente inocente”.
El presidente asegura en el comunicado que no parará hasta alcanzar un alto el fuego, mientras durante todo un año se ha dedicado a reforzar su presencia militar en Oriente Próximo para defender a Israel y se ha gastado 17.900 millones de dólares en ayuda militar a su aliado, según un informe del Brown University’s Costs of War Project.
Israel es el mayor receptor de ayuda militar estadounidense de todo el mundo y los 17.900 millones de este año, superan la cifra de cualquier año anterior.
A diferencia de la ayuda militar a Ucrania, documentada públicamente por Estados Unidos, Costs of War no ha podido obtener los detalles completos de lo que Estados Unidos ha enviado a Israel desde el pasado 7 de octubre, por lo que los 17.900 millones de dólares del año son una cifra parcial, según los investigadores, que denuncian “esfuerzos para esconder las cantidades totales”.