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El rezo post-fascista de Milei encuentra una respuesta masiva, que busca cauce político

El rezo post-fascista de Milei encuentra una respuesta masiva, que busca cauce político

Una vez más y contra todo, la calle resiste. El ultra encuentra imitadores. Grotesca deriva del prime time de los grupos medíáticos líderes. Cristina y Kicillof se encaminan a una disputa sin retorno. Riesgos por todas partes, pero algo se mueve.

No hizo falta mucho tiempo para que se confirmara que el rostro de Javier Milei es uno solo; que la hipótesis de que ese inadaptado de los paneles televisivos se transformaría en un presidente audaz, el “loco” liberal que hacía falta para emprender transformaciones inimaginadas, resultó fallida.

Hubo (hay) mucho autoconvencimiento de cierta elite y un sector de la población que se percibe republicano e institucionalista para introducir el sobre en la urna con el nombre de un procaz que se narraba entre las sábanas de los votantes, obsesionado con niños envaselinados y “palos en el orto”, despectivo de la democracia, gritón con los débiles y sumiso con los poderosos, oscuro consultor, prometedor de dolarizaciones estrafalarias y aplastamiento de “zurdos de mierda”. Las risotadas y la fingida candidez de sus entrevistadores hicieron lo posible para suavizarlo. Fue en vano.

Sorpresa. Un año después, el Presidente argentino está a la vanguarda de una ola reaccionaria global. Al parecer, la violencia que exudaba el panelista de “Intratables” no era tan anecdótica. Ahora entusiasma a neonazis alemanes, a racistas estadounidenses, al primer ministro israelí imputado en La Haya por genocidio, a pinochetistas recargados, a Elon Musk y a los conductores del prime time de los canales La Nación +, TN y América 24. Esta adhesión unánime, grotesca, de los espacios más vistos de tres de los principales grupos de comunicación es muy reveladora de cuánto hay de “nuevo” y “disruptivo” en Milei.

Le piden más y Milei lo da todo. Últimamente, ese todo sumó versículos fascistas cada vez más literales.

De la pátina del “respeto” a la elección sexual de cada individuo que el Milei naciente, 2017-2018, esbozaba en sus apariciones “libertarias”, pasó a la moralina rancia de apuntar a los homosexuales como depravados. El “régimen viril” de Mussolini era implacable con los “degenerados”.

El mandatario argentino afirma que la agenda negacionista y reivindicatoria del terrorismo de Estado de Victoria Villarruel no es la de él, y por eso segrega a su vicepresidenta. Si no es la de él, se ve que se la envidia, porque el acoso a la memoria histórica es cada vez más explícito, algo menos marcial que la que enamora a Villarruel. Esta semana, Milei insistió con el enaltecimiento del “hombre común”, en una intervención vil contra Axel Kicillof, tras el asesinato de un repartidor en el partido de Moreno. La sombra neofascista vuelve a decir presente con la reminiscencia dell’ uomo qualunque.  

Así las cosas, ya no hay autoengaño que alcance. El siguiente paso está en pleno desarrollo y consiste en asumir la deriva extremista como propia. Como no corresponde la utilización pura y dura del término fascista porque no estamos en Roma en 1921, cabe hablar de post-fascismo.

Imiitadores y resistencia

Milei está arrastrando a buena parte del sistema político y periodístico hacia el sadismo como arma política. El caso emblemático es el del marplatense Guillermo Montenegros, ya citado en esta columna. El centro de la principal ciudad turística argentina vive una crisis de mugre y dejadez, pero el intendente se anima a buscar votos y likes con videos virales en los que un grupo de matones municipales atormenta a indigentes.

La mitad de la dirigencia relevante del PRO se pasó a La Libertad Avanza, o está próxima a hacerlo, o ensaya imitaciones sin terminar de sacar los pies del plato. Otros intentan retroceder, con dificultades. Fueron demasiado lejos durante el primer año del ultraderechista en Casa Rosada. Alguno, como el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, se tentó hace no tanto con posar junto a Milei con el pulgar hacia arriba y una mueca infantil en la boca para ocultar la papada, foto que pronto preferirá borrar.

Jorge Macri se sometió a un rito de Javier Milei el 3 de septiembre de 2024

Moderados y “centristas” del extinto Juntos por el Cambio ayer dijeron presente en la masiva manifestación “lgbtinbq+ antifascista y antirracista”. Interesante paso, que habría sido más útil si varios de ellos no hubieran apoyado en el Congreso todo lo que a Milei realmente le importaba, con la excusa pueril de “darle las herramientas al Presidente”.  

Las reminiscencias de la marcha de ayer con las dos manifestaciones universitarias (abril y octubre) y la del 24 de marzo fueron nítidas. Primero, por su masividad, y segundo, por la diversidad social y cultural que expresaron. La postal permite inferir un escenario que, bien leídas, dejan ver la mayoría de las encuestas. Existe un apoyo amplio al Gobierno, anclado en el hartazgo con ciclos políticos anteriores, la menor volatilidad económica y el odio a “la casta”, pero el rechazo que generan los hermanos Milei es de igual volumen y, acaso, mayor intensidad.

Ayer circularon ríos interminables de personas por las calles de Buenos Aires, Rosario, Mendoza, Bariloche, Córdoba y Mar del Plata. Las manifestaciones se hicieron sentir en Barcelona, Montevideo, Santiago, Roma y Ciudad de México, y muchas otras ciudades. Cientos de testimonios de a pie recogidos en elDiarioAR y otros medios dieron cuenta de convicciones profundas, bien elaboradas y mejor dichas, sobre los derechos y la vida en común. Lo contrario del vómito de las redes que tiene a Milei como uno de sus exponentes más exacerbados.

El Presidente, su aparato estatal, sus premios de cartón y sus medios pisan fuerte, con un sentido claro y una conducción política indiscutible. No ocurre lo mismo con el campo opositor, que marca presencia masiva en las calles y reclamos sectoriales, pero no encuentra un cauce político identificable.

Marcha antifascista

¿En qué anda el peronismo?

Cristina y Máximo Kirchner dedicaron buena parte de su esfuerzo de la segunda mitad del año en alcanzar la presidencia del Partido Justicialista. La expresidenta en la jefatura partidaria nacional, con su hijo ya asentado en la bonaerense. Lo normal.

Una lectura atendible era que la movida estaba destinada a obturar cualquier proceso de liderazgo con vocación independiente del Instituto Patria y La Cámpora. No importaba tanto la silla pejotista, que nunca significó demasiado en el peronismo, sino bloquear un armado en el que estaba involucrado Kicillof, “el único de nosotros que tiene fichas propias en el bolsillo”, en la descripción timbera de un exministro que no forma parte del entorno del gobernador.

Cristina anunció su intención de “ordenar lo que se desordenó” en el partido y puso como ejemplo del desorden a los gobernadores de Tucumán y Catamarca, vendidos al Ejecutivo de los hermanos Milei.

Desde la asunción de las nuevas autoridades partidarias, el 11 de diciembre pasado, no hubo novedades del reordenamiento. Tampoco pronunciamientos, reuniones, cronogramas y trazos de estrategias electorales o apertura de expedientes para expulsar, por ejemplo, a Daniel Scioli. La inercia previa siguió su curso congelado.

Por el contrario, llegan novedades de las provincias. Una de ellas da cuenta de que, en Jujuy, donde el peronismo vive de crisis en crisis desde que perdió la gobernación en 2015, La Cámpora pactó con Rubén Rivarola, el histórico mandamás del partido que fue desplazado mediante intervención en 2023 por darle los votos necesarios al radical Gerardo Morales para reformar la Constitución, entre gallos y medianoche.

Rivarola, dueño del diario El Tribuno y empresario multirrubro, cumple a la perfección el papel de opoficialista tan característico de los sistemas políticos provinciales. Su última actuación relevante fue haber apoyado el arancelamiento de la salud pública en Jujuy, una medida inédita aprobada por la Legislatura en diciembre y revertida por el gobernador radical, Carlos Sadir, en enero, ante la ola de protestas. Al defender su posición, Rivarola dejó una frase para el recuerdo: “No me digan que no pueden pagarlo; estamos hablando de diez gaseosas para tener salud”.

En la era de las redes, la parálisis del PJ podría subsanarse parcialmente en el territorio digital, epicentro del debate político actual. Tampoco es el caso. Desde octubre, la cuenta de Twitter @P_Justicialista pio tres veces. Dos fueron retuits de posteos de Cristina y uno anunció la asunción de la expresidenta en la jefatura del partido. Por suerte, en Argentina no pasa nada y no es necesario mayor activismo de parte del principal partido de la oposición.

A esa dinámica endogámica y paralizante es a la que Kicillof parece haber decidido hacerle frente, tras dos años de zigzagueos.

Riesgos por todas partes

El martes, el gobernador bonaerense encabezó una reunión con 35 intendentes en Villa Gesell, en la que estos se pronunciaron a favor de un desdoblamiento electoral para los cargos municipales y provinciales, a contramano de lo que quieren Cristina, Máximo y Sergio Massa. Ya no se trató de un acto por una conmemoración en el que se contaban ausencias y presencias sin que se explicitara el conflicto. En Villa Gesell se habló de un proyecto político autónomo de los Kirchner.

Sobre la conveniencia de desdoblar las elecciones provinciales y nacionales o anular las primarias obligatorias, hay opiniones variadas y contradictorias, no sólo en el peronismo ni tampoco restringidas a Buenos Aires. Los argumentos van y vienen, ninguno parece irrefutable, incluso desde la perspectiva y los intereses de quien los enuncia.

Axel Kicillof, entre la multiud durante la marcha antifascista y antirracista, el 1 de febrero de 2025.

Del otro lado de la General Paz, Jorge Macri se encamina a organizar una votación separada para legisladores locales y a anular las primarias. Dos preguntas básicas. ¿Le conviene al jefe de Gobierno porteño municipalizar una elección en la que se pondrá el foco en una gestión tan deficiente hasta en lo más básico —juntar la basura—, que causa alarma filas adentro? ¿No sería mejor para el PRO de CABA, acechado por la ultraderecha, mantener la interna obligatoria, como forma de contener fugas hacia el centro de larretistas, cívicos y radicales? Son preguntas con respuestas múltiples, asimilables, en parte, a la provincia de Buenos Aires.

El debate sobre las PASO y el desdoblamiento pasó a ser el factor ordenador de una disputa por el liderazgo entre Cristina y Kicillof, que se volvió inevitable y podría sacudir la letanía del peronismo.

Una voz cristinista con poder territorial en el Gran Buenos Aires mira con perplejidad y cierto desdén los movimientos de Kicillof y su entorno. Pasa lista de los asistentes a Villa Gesell. “Convoca el gobernador y van nueve de 19 intendentes nuestros en el conurbano, y 35 de 86 intendentes en toda la provincia”.

La cuenta —casi la mitad de los alcaldes peronistas del Gran Buenos Aires y 40% de los de la provincia— no parece tan exigua si del otro lado están Cristina —indiscutida hasta hace poco—, La Cámpora y Massa, cuyo Frente Renovador maneja una docena de intendencias.

“Además, se equivocan, porque quieren llevar el debate a lo local y les van a empezar a agitar la inseguridad, como pasó esta semana”, en referencia al asesinato del repartidor en Moreno que desató un festival de carroña política y mediática. “Una campaña con Cristina candidata centra el debate y lo pone en otro nivel”, agrega.

El desdoblamiento implica un segundo turno nacional. Sigue el crítico de Kicillof: “Si Cristina es candidata y vamos a internas, a quién va a poner ellos, ¿a Carli Bianco?”, en referencia al ministro de Gobierno y mano derecha del gobernador.       

Una de las voces con más peso de los que rodean a Kicillof da la pauta de la línea cruzada el martes.

“Villa Gesell sirvió para que decenas de dirigentes con responsabilidad de gobernar discutieran sobre lo mejor para el futuro, con ganas de entender que hay algo que se terminó y hay que empezar otra cosa. Los intendentes entienden que lo que hay que empezar tiene que ser con Kicillof a la cabeza”, razonó.

En la mirada de este hombre clave del peronismo bonaerense, “a Kicillof le pueden criticar algunas cosas, se pudo haber equivocado, pero nadie duda de que tiene una gestión para mostrar y que entendió desde el primer momento que a un proyecto reaccionario, concentrador y autoritario como el de Milei había que hacerle frente, y no había que esconderse”.

“¿Quieren definir 2025 con la misma caja de herramientas que nos llevó a las derrotas de los últimos años, con un par de fotos en el Instituto Patria y una mesa de decisión de dos o tres personas?”, indaga la misma persona.

El desdoblamiento es un hecho. En el Gobierno de Kicillof aducen razones técnicas y de practicidad ante el cambio al sistema de boleta única de papel para los cargos nacionales, sancionado en 2024, que obligaría a armar dos mesas de votación (una para la categoría de diputados nacionales y la otra para los tramos provinciales y municipales), algo que dejó una traumática lección en la Ciudad de Buenos Aires en 2023, cuando Horacio Rodríguez Larreta hizo el ensayo en el marco de la interna presidencial de Juntos por el Cambio.

A esta altura, para Kicillof sería un enorme costo político desoír el pedido autogenerado de los 35 intendentes presentes en Villa Gesell. Con la mirada en Alberto Fernández, si de algo está convencido el gobernador bonaerense, es de que las marchas y contramarchas como producto de negociaciones en sordina con el Instituto Patria invalidan cualquier proyecto político.

Hasta ahora, Kicillof sorteó el mal negocio que significó no ser enteramente el autor de sus decisiones políticas y electorales, no sin altos costos, como el episodio Martín Insaurralde, insertado en el gabinete por los Kirchner. No queda margen para repetir la experiencia, aunque el gobernador tiene todo un camino por recorrer para medir su verdadera vocación política.

En el Gobierno bonaerense afirman que no darán batalla para desafiar la eventual candidatura de Cristina a diputada nacional, y confían en que esa lista se podrá negociar. La hipótesis de que el Instituto Patria aceptará armar una lista diversa parece ir contra la naturaleza de Cristina. No obstante, ¿una postulación de la expresidenta a la cabeza de la boleta no concentrará todas las miradas y tornará invisible cualquier proyecto personal de Kicillof? ¿No será la propia Cristina la que levantará la bandera de la victoria si el intento sale bien?

“Que Cristina diga lo que quiera. Nosotros tenemos que singularizar la elección sobre el modelo de gestión de Axel en una fecha específica, en la que no se estén discutiendo 25 cosas a la vez. No necesitamos saldar todo este año. Habrá tiempo para discutir el 2027”, replica la voz kicillofista.

Riesgos por todas partes, pero algo se mueve. 

SL/DTC

La orgullosa rebelión de la diversidad: miles de personas marcharon contra los discursos de odio del Presidente

La orgullosa rebelión de la diversidad: miles de personas marcharon contra los discursos de odio del Presidente

Igual que ocurrió con la marcha universitaria en defensa de la educación pública, el reclamo contra los dichos homofóbicos de Javier Milei congreso a una multitud más allá de la comunidad LGTBIQ+.

No corremos ni temblamos: marchamos con orgullo

Políticos opositores y dirigentes gremiales y sociales marchan a Plaza de Mayo

“Organizamos la marcha y desbordó. Es increíble, se está replicando en todo el país y afuera también. Vamos a tirar este castillo de naipes fascista”, precipitadamente se ilusiona Pablo, de la Asamblea Antifascista LGBTIQ+.

Faltaban 30 minutos para que iniciara la marcha “antifascista y antirracista” y frente a la Plaza del Congreso ya había una multitud que esperaba ir a Plaza de Mayo. Es la primera vez que una manifestación organizada por el Orgullo finaliza en Casa Rosada. Antes reclamaban en el Congreso la sanción de leyes. Hoy tienen que defenderlas frente al Ejecutivo.

Esta vez la movilización fue de Plaza de Mayo al Congreso. Ya no reclaman leyes, se marcha para protegerlas del Ejecutivo.

A poco más de un año de gobierno libertario, el discurso del presidente Javier Milei en el Foro Económico de Davos terminó de consolidar un discurso de odio y ataques hacia la diversidad sexual. Por eso para las cuatro de la tarde en las calles San José y Av. de Mayo, la concentración había adquirido una densidad idéntica o similar a la multitudinaria Marcha Universitaria del año pasado. Como aquella marcha, la convocatoria trascendió el reclamo y terminó teniendo una adhesion que traspasó al colectivo LGTBIQ+.

A esta altura el cielo despejado era como un horno sin puerta, pero las sombras de los edificios sobre Av. de Mayo detenían el calor al igual que la utilización de los abanicos multicolores, símbolo de la comunidad LGBT que se rebeló tras el discurso del Presidente en el que comparó a la homosexualidad con la pedofilia y desconoció la violencia de género. Y al que se sumó un anuncio de un proyecto para derogar el cupo travesti trans y de discapacidad, la Ley Micaela, el DNI no binario, la Ley de Paridad de Género y la supresión de lo agravantes en caso de femicidios del Código Penal.

“Seguro que lo próximo que buscarán será sacar el Matrimonio Igualitario, yo no puedo creer que otra vez pasemos a ser ciudadanos de segunda”, dice Florencia (38) a elDiarioAR, pareja de Valentina (36), que opina: “Más que las leyes, que se pueden recuperar, lo que más me duele y preocupa, porque lo dice un presidente y eso baja y se impregna en la sociedad, es el discurso homofóbico”, explica la mujer sobre lo que dijo Milei en Davos donde también pidió “recuperar los valores de Occidente” el mismo día que Tailandia se convertía en el tercer país del sudeste asiático en reconocer el Matrimonio Igualitario. 

Pero no todos tenían abanicos ni pertenecían a la comunidad. Entre los colores vivos y el maquillaje, había Abuelas y Madres de Plaza de Mayo tras el cierre del Centro Cultural Haroldo Conti, jubilados que perdieron sus medicamentos y perderán la moratoria, ex trabajadores del Bonaparte por el vaciamiento y la intervención del Ministerio de Salud, un sector pequeño de la CGT y de la política. También se abrían paso personas ajenas a estos ámbitos, individuos que desconocen la persecusión por orientación sexual pero se solidarizan. Económicamente ajustados u holgados, desempleados o con estabilidad laboral: más allá de la situación personal, se estaba conformando un bloque opuesto al modelo de la Libertad Avanza al que llaman “antifascista”.

La marcha antifascista se replico en todo el país y en al menos 15 ciudades del mundo.

“Viste ese poema que dice ‘primero vinieron por los socialistas y no hice nada, luego por sindicalistas, por los judíos, después vinieron por mí y no quedó nadie’; bueno esto es igual, están viniendo por todos”, dice a elDiarioAR Agustín, un hetero autoconvocado en alusion al poema de Martin Niemöller que habla sobre el silencio ante el ascenso del nazismo.

“Yo estoy acá porque soy puto, porque estudio en la UBA, y es una aberración lo que dice y hace este tipo. Pero te soy sincero, esto es lo que ellos buscan, confrontar con nosotros les garpa. Hasta que no se vaya a la mierda la economía, no va a pasar nada”, analiza Matías, un joven escéptico de 25 años.

Lentamente avanza la columna que abarca el ancho de la Av. de Mayo, encabezada por las trans históricas. Está claro que esta no es una marcha del Orgullo sino una manifestación antifascista porque, más allá de los cantos y arengas, en los rostros no hay euforia ni entusiasmo, más bien hay algo de seriedad, acaso preocupación o perplejidad y un esparcimiento tremendamente tranquilo. Es un momento experimental de corrimiento de los límites, tiempo de aparente disolución de los consensos nacionales: pasó con la Educación, la Salud y los Derechos Humanos. Es el turno de la Diversidad. Nadie sabe bien cómo reaccionar. De modo que ante la duda, la respuesta es esta enorme manifestación que avanza hacia Plaza de Mayo. 

El discurso homofóbico del presidente Javier Milei en Davos fue el disparador de la marcha.

“Soy una chica trans que ha tenido buena familia y me han dado la oportunidad de estudiar, soy cocinera. Pero soy la excepción, la mayoría de mis compañeras son las más vulnerables del colectivo y es fundamental que siga el cupo porque se sabe que nadie te da trabajo, sobre todo ahora que volvió la discriminación en la calle y las redes sociales”, explica Cecilia, de 39 años.

De alpargata, boina, camisa y bombacha algo manchada, oriundo de Tristán Suárez, partido de Ezeiza, viene de andar a caballo Marcelo, paisano de 73 años. “Estoy acá porque esto es algo muy importante, estamos todos los sectores representados. Hay que poner un límite, che. Yo, jubilado”, advierte a elDiarioAR.

“Es difícil tener un lugar en la sociedad, y ni hablar conseguir un laburo”, dice Juan, en silla de ruedas desde su nacimiento, tiene artrosis muscular espinal, estudia Comunicación.

“Con gente irracional no se debe discutir. Tenemos que enfocarnos solo en nosotres, en cómo nos organizamos para combatir al fascismo”, comenta Eugenia, no binarie, 42 años.

“Levanto este cartel de las mujeres asesinadas por hombres porque quieren sacar el femicidio. La violencia de Milei me viene pegando desde el principio, desde la Ley Bases cuando me detuvieron un día entero por cantar el himno frente a la policía. Nos falta apoyo político, pero al menos el pueblo está presente”, comenta Abril a elDiarioAR.

“Se meten con los desaparecidos y ahora con la diversidad, es una vergüenza, parece que todo el trabajo y la militancia y la conciencia que supimos generar no sirvió de nada. Habrá que recordar todo de nuevo”, dice Alicia, militante de izquierda, jubilada, 78 años.

Detrás del maquillaje, del abanico y los colores, hay historias de frustración y abandono, hay historias de humillación y tristeza, de soledad y tragedia, hay historias de encuentro, de recuperación y, a veces, de emancipación. 

También hay vidas más amables, quienes crecieron en la década del estancamiento económico y del progreso de los derechos de las minorías. Jóvenes veinteañeros que terminaron la primaria con la sanción del Matrimonio Igualitario, cursaron la ESI y la exigieron casi como tema prioritario, ingresaron a la secundaria con el Ni Una Menos, desnaturalizaron el abuso y militaron el aborto, experimentaron libertades y egresaron sin haber sufrido discriminación por cuestiones de género u orientación sexual.

Pero ésta es la minoría dentro de la minoría, la inmensa mayoría de los aquí presentes pasaron por daños morales y físicos, fueron discriminados o hasta incluso golpeados, migrantes de provincias que se refugiaron en el anonimato de la Capital, mujeres manipuladas atrapadas económicamente en el martirio de las cuatro paredes, homosexuales echados de eventos, bares y restoranes, transexuales con los años contados y la vida determinada por una tragedia siempre inminente.

“No sé qué decirte, no sé cómo fue que llegamos a esta situación. Admito que por ahí se le dió mucha bola a reclamos genuinos que teníamos mientras había otra gente que la pasaba mal, que no tenía trabajo y demás, pero por eso no se tiene que destruir todo”, opina Luna, 20 años, militante LGBTIQ+.

Flor de la V, presente en la marcha antifascista.

Desde distintas diagonales se filtran afluentes humanos que engrosan y expanden la concentración. El sol ahora está bien alto bajo este hormigueo humano rodeado del Cabildo, la Catedral y el Monumento a Belgrano delante de la Casa Rosada. Es la histórica Plaza de Mayo y muchos de los acá presentes ya piensan que este es un momento histórico. Parece una gran reunión fraternal donde se convive en armonía sin una autoridad: no hay escenario ni oradores ni documento doctrinario. Hay una programada horizontalidad que se esparce por el anciano que lleva un cartel que dice “zurdo orgulloso nazi sionista jamás”, por las manos entrecruzadas de las parejas, por el pasto donde descansan y se refrescan con bebidas grupos de jóvenes, pasando por la gente parada sosteniendo eternamente banderas del colectivo y de izquierda.

Mientras elDiarioAR conversaba con un grupo de mujeres del colectivo, un hombre bastante adulto se acercó y comentó, en otras palabras, que vino para defender“ el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida y a la libertad”, tal como repite Javier Milei. “Yo estoy acá porque no pienso vivir nunca más puertas adentro y porque el discurso del Presidente ya está provocando actos de violencia homofóbica”, dice. 

“Si dijeran que son conservadores –agrega el señor de bigote– sería todo más fácil, pero insisten en la libertad y niegan lo que dicen y confunden más”.

“Hay muchos votantes gays de Milei que están diciendo ‘no es homofóbico, solo se refiere a la ideología de género’”, suma otro hombre que acompaña al señor. 

En una de las esquinas se encuentra Matías Sanders, director del Cuerpo Argentino de Socorristas. Dice: “Todos estamos perdiendo derechos y hay que ponerle un frente a esto. Por otro lado, nosotros socorremos a todos por igual. Si viene alguien que no es de la marcha a provocar y se lastima, estamos para ayudarlo. Eso nos diferencia de ellos: todas las vidas para nosotros valen igual”.

Susy Shock, escritora, actriz, cantante y activista trans.

elDiarioAR se comunica con dos trabajadores del morfi callejero. El que vende chorizos, acodado sobre su carrito, asegura que es un laburante y no tira para ningún lado. El otro, que se llama Leonardo y vende bondiola, cuenta que está desilusionado. “Al principio creí en Milei pero está en contra de los trabajadores. No puedo laburar, me echan de todos lados. Más vale que apoyo esta marcha”. 

Más adelante, exactamente frente a la Casa Rosada cantando “fuera Milei”, hay un grupo de mujeres trans. “Están obsesionados con nosotras”, dice una. “Es evidente que hay un tema de la sexualidad del Presidente que no está resuelto”, opina otra sobre las referencias sexuales que utiliza en sus discursos.

Milei ya había comparado a homosexuales con elefantes, “si te querés acostar con un elefante, hacelo”. Diana Mondino, en su momento, expresó “que hagan lo que quieran, si no se quieren bañar está bien, después no se quejen si son piojosos”. Ricardo Bussi dijo que son como “los ciegos o los rengos” y “el que quiere ser travesti, que se la banque”. Carlos Rodríguez que “les falta testosterona”. Agustín Laje que “son un grupo de degenerados desesperados por violar niños”. Nicolás Márquez que son “invertidos”. 

“Para mí esto es fascismo, es una persecución ideológica disfrazada de batalla cultural”, opina una chica de gorra negra Nike que se está yendo de la concentración.  “Es todo muy raro, no se entiende bien qué está pasando”, dice perplejo Nelson, un hombre bastante mayor con una gran cabellera, embutido en la bandera LGBTIQ+. “Lo que sí sabemos es que vienen por todos nuestros derechos, los de las minorías, y que quieren un país con 80% de pobres y 20% de ricos”.

Lali y Taichu en la marcha antifascista

Quizá alguna clave para entender el fenómeno se encuentre en el libro de Giuliano Da Empoli, “El mago del Kremlin”, apodo que el círculo íntimo le puso al ideólogo y asesor principal de Milei, Santiago Caputo. Hay un párrafo que dice:

“¿Qué haces tú cuando quieres cortar un alambre? Lo retuerces en un sentido, luego en otro. A medida que vayas creando una red de internet, te darás cuenta de que hay asuntos que atrapan a la gente más que otros. Puede que unos estén contra las vacunas, otros contra los cazadores o contra los ecologistas, o contra los negros o contra los blancos. Qué más da. La clave es que cada quien tenga algo que lo apasione y alguien a quien odiar. Dar noticias, argumentos verdaderos o falsos, eso carece de importancia. Hay que enfurecerlos a todos. Los que están en defensa de los animales a un lado y los partidarios de la caza al otro. Los activistas gays contra los neonazis. No tenemos preferencias. Nuestra única línea es el alambre de hierro. Lo retorceremos en un sentido y en otro, hasta que se rompa”.

LN/MG

Movilización histórica: postales de una reacción social contra los ataques de Milei a las minorías

Movilización histórica: la respuesta social contra los ataques de Milei a las minorías

El colectivo LGTBIQ+ encabezó una marcha hacia Plaza de Mayo para rechazar del discurso del presidente Javier Milei en el Foro Económico de Davos. Las imágenes.

Encabezado por el colectivo LGBTQ+, un amplio arco social se moviliza contra los ataques de Milei a las minorías

Este sábado 1° de febrero organizaciones LGBTQ+ se movilizaron en una marcha federal del orgullo antifascista y antirracista, con manifestaciones en distintas ciudades del país y una convocatoria central en la ciudad de Buenos Aires. La protesta surgió como respuesta a los dichos del presidente Javier Milei en el Foro Económico de Davos, donde cuestionó la perspectiva de género en políticas públicas y asoció la homosexualidad a la pedofilia.

Una marcha y dos hitos históricos

Una marcha y dos hitos históricos

El activismo que hizo esto posible puede sentirse orgulloso por continuar la sanísima tradición de los movimientos sociales argentinos, la de todos ellos, de “desbordarse” hacia otras luchas, de tender puentes, de no quedarse en el reclamo singular de cada uno.

La Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista sorprendió por su masividad. No solo en su convocatoria porteña sino también en las réplicas que tuvo en más de 130 localidades a lo largo del país e incluso en el exterior. Impresionante. La iniciativa, recordemos, surgió de una asamblea de activistas LGTBIQ+ que se autoconvocaron en Parque Lezama, en reacción a los ataques homofóbicos desbocados de Milei. Con el correr de los días se fueron adhiriendo entidades de todo tipo, de derechos humanos, de estudiantes, de profesionales, la CGT y los partidos políticos democráticos e incluso varios dirigentes de partidos que siguen coqueteando con el gobierno de Milei, como la UCR. 

Por varios motivos, fue un hito histórico. En primer lugar, porque refleja el momento oscuro que vive nuestro país. Tuvimos que marchar contra el fascismo, nada menos. Se podrá discutir si el término es adecuado, pero no hay dudas de que la amenaza sobre la vida civilizada es real y nos recuerda otros momentos de la historia igualmente sombríos. Hay que retroceder en el pasado muchas décadas para encontrar movilizaciones masivas motivadas por una preocupación semejante. Por supuesto, tuvimos cientos de marchas contra las dictaduras, contra la violencia policial, la represión o el autoritarismo. Pero movilizaciones masivas así, genéricas, no contra un gobierno o un golpe de Estado, sino contra lo que se identifica como un movimiento fascista, no fueron habituales. Al menos no con esta convocatoria. Hay que remontarse quizás hasta el año 1940 para hallar algo comparable, cuando, por iniciativa de los socialistas, se formó Acción Argentina, una coalición antifascista amplia que agrupó, entre otros, a parte de la izquierda, la UCR, el Partido Demócrata Progresista e incluso algunos liberales y conservadores (en esa época en la que todavía se veían liberales y conservadores que no eran fachos). La iniciativa no era caprichosa: en los años anteriores se habían multiplicado los grupos de choque de ultraderecha, algunos abiertamente fascistas. Los admiradores de Hitler y Mussolini eran legión y tenían buena llegada a los medios de comunicación e influencia en las Fuerzas Armadas y en el gobierno fraudulento de entonces. Entristece que 75 años más tarde todavía tengamos que salir a explicar que el fascismo no debe avanzar. Porque no es una postura política más: es inaceptable.

La Marcha es también un hito histórico en un sentido más luminoso. La sociedad argentina reaccionó masivamente frente a la homofobia oficial. No hizo falta ser queer: miles que no lo son salieron a decir que no se puede dejar pasar que un presidente de la Nación ataque a las personas por su identidad de género o sus preferencias sexuales, ni que los mande a volver al closet. Eso nunca más. La contundencia de la reacción sin dudas pone algún límite a la pendiente fascista del gobierno. Habrá que ver si alcanza. 

Por lo pronto, el movimiento LGTBIQ+ tiene motivos para sentirse orgulloso. No solo motorizó una convocatoria notable, sino que, además logró acaudillar todo un frente antifascista que respondió a su llamado. Habrá que reconocerles a los activistas que motorizaron la asamblea de Parque Lezama por este logro. Y por supuesto a quienes los precedieron en la lucha. Porque esto tampoco habría sido posible sin gente como Carlos Jáuregui, Héctor Anabitarte, Ilse Fuskova, Néstor Perlongher o Lohana Berkins. Mencionó a algunos de ellos la gran Georgina Orellano en su poderosa intervención en Parque Lezama, para recordarnos que el activismo sirve. Incluso cuando se hace en soledad, a contracorriente y sin acompañamiento masivo. Lo mejor que tenemos, con frecuencia, se lo debemos a activistas anónimos que se atrevieron a decir basta antes que nadie.

Para valorar el camino recorrido hay que recordar lo que fueron los comienzos de esta lucha, en los años setenta, cuando el Frente de Liberación Homosexual, apenas un puñado de activistas, se sumaba a las movilizaciones populares y las otras columnas se alejaban de ellos y ellas como si fuesen leprosos, no querían siquiera tenerlos cerca. Cuando el FLH buscó apoyo en los partidos políticos ninguno respondía (o, peor, se sentían en la necesidad de aclarar en sus cánticos que no eran “putos ni faloperos”). Has recorrido un largo camino, muchacho. 

El activismo que hizo esto posible puede sentirse también orgulloso por continuar la sanísima tradición de los movimientos sociales argentinos, la de todos ellos, de “desbordarse” hacia otras luchas, de tender puentes, de no quedarse en el reclamo singular de cada uno, para conectar en cambio con todas las demandas y solidarizarse con todas las injusticias. Porque esta marcha también fue, por iniciativa de los activistas marrones que estuvieron en Lezama, una marcha antirracista. Queer, antifascista y antirracista. También será un hito, por derecho propio, en la historia de las luchas contra la discriminación racial en Argentina.

Es un día para festejar y estar orgullosos. Hay una parte de la sociedad argentina que, en medio de este tiempo oscuro de individualismo autoritario, de crueldad, de ensañamiento con el más débil, mantiene viva la solidaridad y la capacidad de movilizarse para poner un freno a la barbarie que se cierne sobre todos y todas.

DTC

Los nombres propios

Los nombres propios

Estamos discutiendo otra vez si efectivamente ser gay o trans es algo que no le hace daño a nadie, dando por interesantes discusiones completamente saldadas por el siglo XX.

Es fascinante cómo se vacían de sentido las palabras una vez que se convierten en nombres propios. Es una tontería el ejemplo que voy a poner, una tontería tontísima, pero recuerdo que cuando era chica los nombres como Soledad, Dolores o Salvador me parecían impactantes: me resultaba sorprendente que alguien le pusiera a sus hijos nombres con significados tan transparentes y que entonces una fuera hablando de soledad, dolor y salvación tan como si nada para cualquier cosa. Pero pasaron los años, conocí mucha gente que se llamaba así y de verdad que ahora cuando me presentan a alguien que se llama Consuelo o Milagros o lo que fuera ya no me pasa nada; es realmente como si no los escuchara, como si fueran palabras en otro idioma.

En algún sentido, creo que está pasando lo mismo con La Libertad Avanza. De todas las cosas que podían pasar a partir del triunfo de Milei, una de ellas era, sin duda, que aparecieran discusiones enardecidas pero interesantes sobre la idea de libertad, dado que nos la íbamos a pasar hablando de eso, aunque más no fuera de manera indirecta y manoseada. Hace mucho que pienso que en la época en que vivimos, los conceptos de libertad con que nos manejamos en el siglo XX resultan insuficientes, hasta los más interesantes. Incluso los que distinguían entre libertad negativa y libertad positiva, por caso, aunque definitivamente esa distinción es valiosa y todavía no ha sido todo lo explotada que podría ser para pensar los problemas de la actualidad.

Para exponerlo mal y rápido: libertad negativa solo implica ausencia de intervención. Ser “libre” de hacer algo en este sentido significa que no haya nadie impidiéndote hacerlo de manera explícita. La libertad positiva es un concepto más vaporoso, y por eso también más discutido. Significa que para ser libre de hacer algo, además de que nadie interfiera, uno necesita reunir ciertas condiciones en un sentido positivo; no solo ausencias sino presencias. La libertad de educarse, por caso, no estaría dada solamente porque nadie te prohíba ir a la escuela, sino porque haya una escuela suficientemente cerca de tu casa, que tus padres te pueden llevar, etcétera.

El debate sobre la sociedad de vigilancia en la que vivimos necesita una expansión de este concepto de libertad positiva, y sin embargo hemos avanzado muy poco en ese desarrollo. Los debates sobre la cultura de la cancelación se quedan en preguntas tontas, perdón la falta de eufemismos: si cancela más la derecha o la izquierda, si tienen razón las feministas o si se pasaron dos pueblos, todas cuestiones que, justamente, corren del centro al asunto central, que es el modo en que la vigilancia afecta nuestras vidas y nuestras discusiones, y si el asunto tiene alguna solución.

Una cosa es saber que los discursos tienen consecuencias, y otra distinta es que esas consecuencias no tengan límites: que alguien pueda perder su carrera no por haber violado a alguien, sino por haber hecho un chiste racista, como si fuera lo mismo violar a alguien que hacer un chiste racista

Me sorprende, por ejemplo, cómo normalizamos que buscar trabajo implique limpiar tus redes sociales de afiliaciones políticas o insinuaciones sexuales, en especial, por ejemplo, si uno pertenece a un colectivo LGTTB. Mis amigos gays y lesbianas tienen perfectamente incorporado el cerrar sus cuentas de redes o “sanitizarlas” cuando están intentando conseguir empleo o empezando en un puesto nuevo, hasta entender “cómo viene la mano”. Ese escrutinio de la vida ajena, entonces, no es algo que solo teman los famosos. Y no es solamente una cuestión de derecho a opinar: termina siendo un asunto fundamentalmente económico. Interviene en las entregas de premios, en tus posibilidades de que te den una beca o un empleo, de vender libros o de que la gente vaya o no a ver tu película. Interviene, también, en la salud mental. Interviene, también, en el estado de la discusión.

Por supuesto que no da todo lo mismo. No es para nada lo mismo que la gente te insulte por racista que por ser gay: una cosa es una ideología de odio y otra una identidad que no le hace daño a nadie. Está perfectamente bien, por caso, que uno tenga miedo de ser racista o machista en público. Ya lo dijo Hanna Arendt, la hipocresía es una parte importantísima de la democracia. Pero una cosa es saber que los discursos tienen consecuencias, y otra distinta es que esas consecuencias no tengan límites: que alguien pueda perder su carrera no por haber violado a alguien, sino por haber hecho un chiste racista, como si fuera lo mismo violar a alguien que hacer un chiste racista.

Reitero, no estoy a favor de hacerlos, ni en contra de que a esa gente se le conteste; solo me sorprende la facilidad con la que aceptamos que la gente tenga que vivir con miedo de haber cometido un error (un error, reitero; ni siquiera un delito) una vez en la vida porque eso puede arruinarte por completo. “Cómo no contrató un publicista que le limpie las redes, qué amateur”, dijeron muchos del caso de Karla Sofía Gascón, la actriz que está siendo cancelada en este mismo momento por sus tweets de odio de hace un par de años. Me parece bien que la gente se enoje, que conteste, que se burle, que se ría. Lo difícil del asunto es esto: todos tenemos derecho individual a hacer eso, y hasta es saludable qué suceda, pero nadie sabe cómo hacer para evitar el efecto bola de nieve y que pronto el castigo se vuelva completamente desproporcionado. En ese sentido creo que tenemos que repensar qué tan libres somos cuando la libertad de cometer errores se vuelve tan delgada; qué tan fácil es conversar en ese escenario; qué tan fácil se vuelve, incluso, conversar sobre esos errores y pensar cómo hacer para repararlos.

Pensé que quizás todo este asunto de que la libertad avanza podía generar, valga el juego de palabras, algún avance en la discusión sobre los conceptos de libertad; conversaciones nuevas sobre qué clase de condiciones positivas necesitamos para tener la libertad de pensar y comunicarnos mejor. Pero nada de eso pasó; usamos la palabra sin pensar, como cualquier otro nombre de partido, los libertarios la manosean a su antojo. Es al revés, incluso; la discusión sobre la libertad ha retrocedido. Estamos discutiendo otra vez si efectivamente ser gay o trans es algo que no le hace daño a nadie; en lugar de pensar cómo ser más libres en un mundo cruzado por vigilancias corporativas, tenemos que estar dando por interesantes discusiones completamente saldadas por el siglo XX. Así las cosas. 

TT/MF