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Del turrón Arcor al Danonino: cómo hacen las empresas para evitar los sellos en sus productos

Del turrón Arcor al Danonino: cómo hacen las empresas para evitar los sellos en sus productos

Hecha la ley, hecha la trampa. Las empresas de alimentos fabricaron trucos para evitar que sus productos lleven los rótulos de advertencia de la ley de etiquetado frontal que alertan acerca de los productos con exceso de calorías, sodio, azúcares y grasas. Algunos encontraron vericuetos legales (e ilegales) para no mostrar los octógonos en los envases, otros modificaron sus productos para evitar la sanción. 

Advertir sobre las cantidades excesivas de estos nutrientes críticos, asociados al sobrepeso y la obesidad, favorece la prevención de las enfermedades no transmisibles (ENT) -como la diabetes, algunos tipos de cáncer o la hipertensión arterial- que causan el 73% de las muertes en la Argentina. Los valores máximos de azúcares, grasas saturadas, grasas totales y sodio son determinados por los límites del Perfil de Nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Estos márgenes son más laxos durante los dos primeros años de aplicación de la ley, es decir hasta noviembre de 2023. 

Una de las maneras que las empresas encontraron para esquivar los octógonos negros es la modificación de sus productos. Como explica la nutricionista y docente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) Valentina Martínez, a veces estos cambios no hacen más saludables a los productos, como alienta la normativa, sino todo lo contrario. 

"La ley establece como límite que sólo el 30% del total de energía del alimento puede provenir de las grasas totales. Por eso lo que ocurre con algunos productos que tienen la imagen de ser light es que les aumentaron las calorías sin bajar las grasas totales. El resultado es que son más calóricos, pero sin los octógonos en el envase", sostiene Martínez 

El queso crema Finlandia en su versión roja no tiene octógonos como sí los tiene en su versión verde o light. El motivo es que en su versión roja aumentó las calorías sin bajar grasas totales. Es decir que es menos saludable que su versión verde, pero no tiene advertencias. Este medio se comunicó con la empresa fabricante, Mastellone Hermanos, que no respondió las consultas. 

Otro truco: para evitar el etiquetado en una de sus golosinas, la empresa Arcor modificó la rotulación de su turrón de maní y lo inscribió como un "suplemento dietario a base de vitaminas C y A en oblea rellena con pasta de turrón de maní". De este modo, el producto queda fuera de la regulación porque la ley de etiquetado frontal no alcanza a los alimentos para propósitos médicos específicos o los suplementos dietarios. Consultada por este cambio, la empresa no hizo comentarios.

Las marcas que más sufren el efecto del etiquetado son aquellas que tienen productos que aparentan ser saludables y, tras la entrada en vigencia de la ley, quedaron expuestas. En las redes sociales se multiplican los mensajes de sorpresa de los usuarios que gracias a los octógonos descubrieron que las Chocoarroz, de la empresa Molinos, tienen exceso de calorías, grasas totales, grasas saturadas y azúcar. 

La publicidad negativa de los octógonos de advertencia también afecta a los productos que se comercializan para los niños. La ley establece que aquellos que tengan al menos un sello no pueden incorporar en el envase personajes infantiles, animaciones, celebridades, regalos o hacer concursos. Tampoco pueden tener información nutricional complementaria, logos o frases con el patrocinio de sociedad científica o asociaciones civiles. Esto llevó a que algunas empresas cambiaran sus productos para continuar con la publicidad. 

"Un ejemplo es el de las patitas de pollo: hay una empresa que sacó el prefrito y lo reemplazó por un horno a muy alta temperatura que consigue el mismo dorado pero sin agregado de grasas, además le bajaron la cantidad de sal y entonces no tiene el sello", explicaron desde el Ministerio de Salud a este medio. 

Otras compañías buscaron soluciones apelando a los avances de la tecnología en alimentos. "Con yogures y postres lácteos se comenzó a utilizar la enzima lactasa para desdoblar la lactosa en los dos azúcares simples que lo componen (galactosa y glucosa) en busca de obtener mayor sabor dulce. De esta forma se puede bajar la cantidad de azúcar añadida y no resignar sabor. Algunos productos logran así evitar el sello de 'exceso en azúcar', aunque siguen siendo un ultraprocesado", explica la nutricionista Andrea Graciano.

Danonino se publicita como un producto “100% libre de sellos” y resalta en la góndola por su packaging colorido con princesas de Disney y personajes de Peppa Pig. Consultados por elDiarioAR, en Danone no dieron detalles respecto de la reformulación aplicada. Explicaron que se puede modificar el “perfil nutricional de un producto a través del reemplazo de un ingrediente por otro o bien la reducción/ eliminación de un ingrediente específico que deriva a que el producto tenga menos azúcar, grasas y/o calorías”.  

Puntualmente sobre el Danonino, trabajado por el marketing como un producto que ayuda a crecer a los niños, señalaron: “Como marca líder en nutrición infantil, ha logrado alcanzar objetivos nutricionales muy ambiciosos y de manera gradual contribuyendo a la aceptación de bajo umbral de dulzor y también a aceptar sabores naturales por parte de los más pequeños. Para ello desde el año 2010 viene evolucionando su perfil nutricional reduciendo el contenido de azúcar agregada y balanceando los sabores”.

La francesa Mélissa Mialon, ingeniera en alimentos y doctora en nutrición, explicó a elDiarioAR que los cambios son mayormente para que los entes reguladores no identifiquen los excesos. “La gente empezó a comer más edulcorantes y la Organización Mundial de la Salud tiene claro que no es una opción segura, por lo que podemos decir que la gente realmente no empezó a comer de forma más saludable. Se está realizando un experimento a nivel poblacional. La industria está utilizando otros aditivos y lo que debería ocurrir es que los alimentos ultraprocesados son los que deberían regularse”, afirmó Mialon. 

A nivel mundial, las cosas no son tan diferentes. Las empresas de alimentos que más venden en la Argentina son multinacionales que han combatido la ley de etiquetado en México, Chile y Ecuador. Una buena parte de ellas, como Coca Cola, decidieron no modificar sus productos para evitar el etiquetado porque consideran que, tal como existen, son muy populares. Un firma señaló incluso que registraron una reacción negativa de los consumidores cuando decidieron retirarle azúcar a su gaseosa emblema.  

Algunos productos en la Argentina como los bizcochos de grasa Don Satur no tienen octógonos en sus paquetes no porque sean especialmente saludables, sino porque las pymes tienen una prórroga hasta noviembre de 2023 para adecuarse a la ley.

La guerra por la publicidad se libra en la imagen. El Ministerio de Salud detalló a este medio al menos nueve formas irregulares que utilizaron las empresas para evitar que los mensajes de advertencia aparezcan visibles en sus productos. En esto la ley es clara: los octógonos deben ir en el frente, tienen que ser negros y no pueden ocultarse con publicidad. 

No solo el Ministerio de Salud relevó irregularidades. La  Fundación Interamericana del Corazón (FIC) alertó en un informe que  “en el 83% de los supermercados se detectó incumplimiento respecto a la disposición de productos en la góndola”. Además advirtieron que “en el 67% de los supermercados se encontraron promociones asociadas al precio -como 15% de descuento y 50% de descuento en la segunda unidad- en productos con sellos, lo cual también evidencia un incumplimiento a lo dispuesto en la ley”.  La fundación además advirtió que el 19% de los productos no cumplía con el tamaño correspondiente de los octógonos. 

Siete provincias adhirieron a la ley con variado avance de aplicación: Chaco (aplica el 65% de los artículos), Salta (67%), La Rioja (65%), Neuquén (75%), Río Negro (70%), Chubut (63%) y Tierra del Fuego (67%). Esto no quiere decir que el etiquetado no se aplique, debido a que la ley nacional rige en todo el territorio, pero impide el correcto control. 

Ninguna provincia sancionó leyes que complementen la ley nacional como ocurrió en otros países como algunos estados de Brasil que limitaron que las compras públicas sean de productos con advertencias. 

GV/DTC

Christian Ferrer: "Javier Milei se apropió de la libertad, una especie de símbolo que la izquierda olvidó"

Christian Ferrer:

El sociólogo Christian Ferrer consideró que el triunfo en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del candidato de La Libertad Avanza, Javier Milei, dejó en evidencia que "está terminando un ciclo" en la historia política argentina, que coincide con otros momentos anteriores en los cuales surgió "alguien completamente nuevo, que no estaba identificado con la casta política" de ese momento.

"No aparece un Mesías si no hay millones de personas esperando tensamente algo que resuelva aparentemente el problema", analizó el ensayista durante esta entrevista, en la cual también reflexiona sobre el anarquismo, los principios libertarios y las razones del electoral a favor del candidato de extrema derecha.

‒Quiero retomar una conversación que tuvimos hace más de tres años, cuando recién comenzaba la pandemia. Eran los primeros meses y vos me dijiste que tenías mucha desconfianza sobre que haya un fuerte examen de conciencia a partir de lo que estábamos viviendo, pero señalaste también que la casta política sin duda estaba a prueba. Ser político en Argentina en tiempos normales es fácil, pero en tiempos excepcionales hay una casta política a la que después se la va a aplaudir o se le va a bajar el pulgar. Esto era principios, diría yo, de 2020. ¿Por qué hablabas entonces de esa prueba que debía atravesar la casta política, un término que parece de moda otra vez?

‒No recordaba haber usado la palabra, pero fue un momento excepcional que recién comenzaba. Cuando un país está en una situación próspera, o por lo menos, circula dinero y no hay graves problemas de conmociones sociales, es como estar flotando en una piscina para un político. Es cuestión de administrar las cosas, y que nadie se retobe demasiado. No es gran cosa. En cambio, los gestores del estado de cosas son puestos a prueba cuando las cosas no van bien. Argentina es un país que tiene como emblema a la vaca gorda. Acá, la idea de una vaca flaca es como ajena, y sin embargo, cuando llegan los momentos de conmoción interior o desesperanza, ahí es cuando se prueba de qué madera están hechos lo que habitualmente llamamos políticos o gestores del Estado, como quieras llamarlo. No siempre pasan la prueba. Mucho más en este país, que tuvo políticos de cierto nivel algunas veces, pero en general más bien fueron mediocres o no están a la altura de los desafíos. Ahora, la palabra casta se puso de moda ahora porque la trajo el despeinado éste. Pero es una palabra asociada a la India, porque es un país que hasta el día de hoy está organizado en torno a castas definidas de una forma muy distinta a la definición que se da ahora. Es una palabra que la izquierda española puso de moda, y por lo tanto, habría que responsabilizar a (Pablo) Iglesias, que encima de todo tiene ese apellido, de poner de moda una palabra que este tipo captó rápidamente. Me refiero a Javier Milei.

‒Si uno mira el resultado de las elecciones primarias, ves que la dirigencia política no estuvo a la altura, como decís vos. ¿Coincidís con eso? ¿Te sorprendió ese resultado?

‒Está terminando un ciclo. Yo vi terminar ya dos ciclos. Uno era el de la dictadura. Comenzó cuando nací, porque yo nací bajo una dictadura, hasta que en un momento terminó después la guerra de Malvinas. Ahí, en un año y medio todo se desarma. Después vi terminar el otro ciclo, el del menemismo, que termina en el 2001, con el presidente (Fernando) De la Rúa y con 27 muertos. Este es el tercer ciclo que me parece que se está desarmando, que surgió entre los años 2006 y 2013, con una conjunción de circunstancias económicas favorables externas a partir de una geopolítica internacional se estaba reorganizando; y con el presidente del momento, Néstor Kirchner, por otro lado, en una especie de mensaje de esperanza contrario al que se decía durante el menemismo, que más o menos lo puedo resumir en Patria Grande, más derechos humanos y vamos para adelante. Con eso enfervorizó a una juventud, entre 18 y 30 años, militantes resistentes contra (Carlos) Menem, pero que hoy están cerca de la jubilación. Nos fuimos haciendo grandes, ¿viste? Seguir repitiendo una serie de consignas que ya no son verosímiles para nuevas juventudes, que tienen sus propios problemas y en un país que no es el de hace 20 años o más... Hay un ciclo que termina. Entonces, aparece un tipo que encuentra una palabra. No lo votan por todas sus ideas de la Escuela Económica austriaca o lo que se llama el Estado mínimo minarquismo. La gente lo vota por otra razón. Nadie sabe lo que es todo eso. El tipo habla de una súper especialidad que sólo entienden cuatro tipos del CONICET. Punto. En segundo lugar, todas las ideas que él tiene sobre el Estado mínimo minarquismo tiene una tradición norteamericana. Nadie sabe. La izquierda no sabe nada de eso porque nunca se preocupó de leer al enemigo, y los propios adherentes a este tipo, incluso los cercanos, tampoco leyeron mucho de todo eso. Esa no es la razón por la que el tipo imanta a millones de personas, sino que evidentemente es el declive de un armado político que no resiste. Si uno analiza la historia argentina, te vas a encontrar con momentos así, es decir, momentos en donde se derrumba algo y hay que poner a otro. En 1890, por ejemplo. O la embestida de los radicales yrigoyenistas que al final consiguen lo que querían con su abstencionismo electoral. Pero, sobre todo, a lo más parecido que hay a la aparición de este tipo, yo sé que la comparación no es agradable, es la aparición de (ex presidente Juan Domingo) Perón en el escenario político argentino. Alguien completamente nuevo, que no estaba identificado con la casta política anterior conservadora o la radical colaboracionista.

‒En este caso, desde fuera del Estado, desde los estudios de televisión, podemos decir.

‒Sí, pero Perón aparece de grupos militares que nadie conocía. Es decir, podés decir que el Ejército era el Estado, de acuerdo, pero sencillamente aparece desde un poder, pero que es muy oscuro para la gente. No importa cuáles son sus propuestas. Lo que digo es que había un momento mesiánico esperando a Perón. No es que Perón creó al peronismo, sino que el peronismo lo estaba esperando. En otras palabras, no aparece un mesías si no hay millones de personas esperando tensamente que aparezca algo que resuelva o creen que van a resolver el problema. Eso es un momento mesiánico, porque no aparece el Mesías si nadie lo reconoce.

‒Después de los años del kirchnerismo y el gobierno de (Mauricio) Macri, que fue un interregno, y de este experimento del Frente de Todos, señalás que se está cerrando un ciclo. Se dice que uno de los motivos que unifica a los distintos votantes de Milei es la crítica al Estado. ¿Vos qué pensás con respecto a eso?

‒No creo. La verdad que no es lo primero que se me aparece. Primero, porque este es un país profundamente estatista. Sólo que a la manera argentina. ¿Y cuál es esa manera? Pedirle todo al Estado sin darle nada a cambio. Este es un país experto en la evasión impositiva, por la razón que sea, y experto en hacer las cosas por izquierda. Es más, si le preguntas a un argentino qué es mejor, hacer las cosas por derecha o por izquierda, si ambas se pueden hacer a la vez, te lo dice por izquierda. O sea, fuera del Estado. En segundo lugar, es un país que, a lo largo de los diez años por lo menos que está en crisis, se acostumbró a crear una red de vínculos confiables con los que más o menos puede manejarse en la vida, que no son solamente redes de amigos, son también conocidos de esos amigos, que cumplen funciones que el Estado ya no cumplía. En tercer lugar, y quizás más importante, este es un país sentimentalmente anticapitalista, pero pragmáticamente hiperconsumista. Eso dio durante muchísimos años un tipo de mentalidad que podemos llamar peronista. Vamos a ponerlo de esta manera, pero que podía ser encarnada por varios, no solamente por el peronismo. Entonces, ¿qué es lo que la gente quiere? Además de que las cosas no empeoren, que es lo que se le pidió a Alberto Fernández. Y es lo que se le pidió a Macri. Por favor, que no empeore. Y empeoró. Por lo tanto, lo que se quiere, no te digo dinero gratis porque sería demasiado, pero lo que se está pidiendo es que alguien ponga orden en el Estado. Este tipo no es Milei, no es un enemigo del Estado. Muy por el contrario, lo quiere conquistar. ¿Cómo va a ser un enemigo? No es un anarquista. Un anarquista andaba con bombas y se las tiraba a presidentes. Este tipo va con una motosierra de utilería. Encontró lo que se podría llamar una metáfora: hay gente, dice él, que vive del Estado y esto no da para más. La gente dice: "Yo, que me muevo fuera de esa estructura, quiero que alguien tome venganza por mí". Eso es lo que se le pide. Argentina no es un país antiestatalista, puede ser que le guste la ilegalidad, pero de ninguna manera es antiestatal.

‒En el libro El lenguaje libertario, antología del pensamiento anarquista contemporáneo (Terramar, 1990) abre con un texto tuyo que se titula Sobre los libertarios, en el que planteás una idea de democracia. Vos decís que es considerada por muchos como el régimen que logró conceder al habitante el mayor grado de hospitalidad política posible, pero la hegemonía de que disfrutan las instituciones asociadas a la representación quizás sea consecuencia de una abdicación efecto de decepciones históricas. ¿Podrías explicar un poco más esa idea en este contexto?

‒Alguna vez le preguntaron al secretario de Estado del Papa Pío XII cuál era mejor sistema de gobierno, y respondió la democracia, a excepción de la teocracia, es decir, la del Vaticano. En otras palabras, uno puede hacer una especie de cadena del ser político, en la que está en lo más alto una de las formas y abajo la peor, que es la dictadura del tirano. Arriba, la democracia. Ese sistema en griego significa el poder del pueblo: cratos es poder, demos es pueblo. En Grecia no había democracia como la entendemos nosotros. Había reyes, o sea, no existía el político ni había elecciones. Democracia es poner que la ley fuera discutida públicamente y la voz de cada uno valía lo mismo que la de todos, exceptuando mujeres y esclavos en ese momento. La democracia es el poder del pueblo. Aquí lo que está en cuestión son los representantes de esa democracia. No te olvides que la Constitución dice que el pueblo no gobierna ni delibera, sino por sus representantes. Entonces es a ellos a quién se está dirigiendo en este momento una especie de gran signo de interrogación. La pregunta es, ¿qué han hecho? No qué van a hacer. Pueden prometer lo que quieran, pero la pregunta más terrible es qué hicieron con nuestro país. Eso también es una forma de auto amnistiarse que tiene el pueblo. Por algo lo votaron a lo que votaron y por algo hicieron todo lo que hicieron, pero en última instancia son los representantes a quienes se está cuestionando en este momento. Ahora, una vez que terminó la Guerra Fría, una vez que la idea de revolución no tiene ningún asidero -salvo, como dice Jorge Asís imaginariamente en alguna gente o en las universidades-, y una vez que se está reorganizando el mundo geopolítico de una forma que no sabemos muy bien cuál será, tiene que aparecer alguna persona que esté a la altura de ese desafío. No parece haber mucho en oferta. Tenés un tipo que va con una motosierra y dice que va a dinamitar todo. Su discurso es psicópata. Tenés a Patricia Bullrich, que es una especie de neurótica de segundo orden, porque el neurótico verdadero era Horacio Rodríguez Larreta. Robot, robot. Laburar, laburar. Después tenés al típico perverso, a Sergio Massa, que no sabés si en la noche de bodas se va con otra. Es una oferta pobre para los desafíos que tiene este país, que no merece caer tan bajo.

‒Todo el diccionario que utiliza Milei con las ideas de lo libertario y de la libertad que, como vos decías en ese mismo texto, hay una raíz común entre liberalismo, anarquismo y marxismo, pero también hay contradicciones profundas. ¿Qué es este experimento de ese candidato que recupera algunas nociones que obviamente tenían otro sentido? Es como una especie de profanación, ¿o vos ves que hay algún algún sentido en esta taxonomía?

‒Es una pregunta interesante porque el tipo habla de libertad por un lado. Es una palabra que se olvidó toda la izquierda. Desde que yo me acuerdo, no te habla de libertad, te habla de protección y derechos, todo lo que quieras, pero libertad no. La palabra libertad es un emblema que sigue sonando desde la década del 60 hasta el día de hoy. Liberación de las mujeres, liberación sexual, liberación de los pueblos colonizados. O sea, el tipo se apropia de una especie de símbolo que la izquierda olvidó. Por otro lado, está libertario. Ese tipo es tan libertario como Alberto Fernández es Jimi Hendrix. No tiene sentido esa discusión porque la palabra está mal traducida, es el libertarianismo. En Estados Unidos existe el partido libertariano, que se presenta cada cuatro años, tiene un candidato a presidente y saca el 1% de los votos invariablemente desde hace 40 años. Escúchame, los trotskistas de acá sacan mucho más comparativamente. Entonces, ¿qué sentido tiene discutir de palabras este tipo? No voy a discutir esa palabra porque, como te dije, es lo que él entiende por libertario, anarquismo y libertad de mercado, que no es lo contrario del Estado, sino que es lo contrario de la antigua idea eclesiástica medieval de la economía que era renta decorosa y precio justo. Es decir, al dueño de los campos al que alquilaba se merecía tener una renta decorosa y la persona campesino o que compraba merecía un precio justo y no desproporcionado. Todo eso vuela en el siglo XVIII o XIX, con la aparición de las grandes ciudades, las grandes redes comerciales y lo que se llama el capitalismo moderno. Es decir, su dios es el mercado. Vamos a ponerlo de esta manera. Por lo tanto, cuando él habla de anarquismo y libertarianismo se está refiriendo a eso. Nunca habla de otra cosa. Su ignorancia fuera de la economía es inmensa. Cuidado, no te digo que Massa sea un dechado de un enciclopedista, ni tampoco la erudita, pero me refiero a que Milei habla de eso. Ahora, ¿quién está del otro lado? Lo que se llama el populismo de izquierda, que no corta ni pincha. El populismo se quedó sin discurso. La palabra libertad es una palabra que todo el mundo entiende, es decir, desde 1810 a acá, lo entiende todo el mundo. El tipo se apropió de eso. Y como te dije, todos los votantes no lo votan por estas ideas minarquistas o ni mucho menos por la Escuela Austriaca de Economía, que no lo entienden ni los economistas.

‒Vi en las redes sociales, en las que estás un poco más activo últimamente, que hablabas sobre Carlos Maslatón y lo asociabas al encanto de la degradación. Decías que no es él quien está degradado, sino sus simpáticos partenaires. ¿Qué es lo que te llama la atención de este protagonismo exacerbado de Maslatón, a más de 30 años después de que apareció en política como uno de los dirigentes de de la UCEDE?

‒No hay nada interesante en Maslatón. No es un analista político o económico que a mí me me alimente o me ayude a pensar. No es eso lo que me molesta, ni tampoco su pasado. Ni sus ideas tampoco. Lo que sí me molesta es una sensación, como de mezcolanza, que fue cocinándose en los últimos 20 años o un poco más, en la que todo entra transformándose en una olla podrida que se pasó de cocción. Y hay que bancarse de repente un escenario mediático, donde está lleno de energúmenos que dicen cualquier cosa, se gritan unos a otros. Un país está hundiéndose y tenés estos tipos gritándose o gritándole a otros. La voz pública se degradó tanto en Argentina que se parece más bien a un discurso de energúmenos, y en la práctica a una pelea de palos de ciegos. Son ciegos dándose palazos. Lo importante es darse palazos, no dónde ni para qué. Entonces yo veo la degradación, no tanto en que se mezclen defensores del estado de cosas, tal cual lo tenemos en este momento -me refiero al gobierno de Alberto Fernández y a un probable gobierno de Massa- con un tipo que perfectamente podría haber sido el primer candidato a diputado por la capital de Milei, sin ningún problema. Si no se hubiera peleado, sería eso. De repente está ahí jugando un jueguito con toda esta gente, que no me divierte. Los veo como desnudos, y ese juego degrada al periodismo. Es una profesión que aparece en el siglo XIX, una profesión que estuvo asociada a una demanda de que circule la voz pública en la ciudad. De repente, te encontrás con una situación en que la difusión de la verdad se transformó en un estilo de violencia. Eso es lo que hay en Argentina. Vos vas a Uruguay y no te encontrás con lo mismo. Para nada, en absoluto. Nuestra cultura cívica es una de energúmenos prácticamente. Y la misión de los políticos es parar el carro. No lo están haciendo ni lo van a hacer. O sea, en otras palabras, ingresamos en este momento en una especie de aventura y si tenemos suerte, como en el 2003, hace 20 años, ingresaremos en algún tipo de esta ruta comercial que nos lleve a entrar un poco de dinero. Y si no tenemos suerte, se va a degradar cada vez más este país cristiano.

Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).

Mito IV: "La presión fiscal nos está asfixiando"

Mito IV:

En Argentina, la presión fiscal –que no es otra cosa que la recaudación tributaria como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB)– es acorde a los niveles internacionales. Según las estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en nuestro país en 2020 fue del 29,4%. Quedó por debajo del promedio de la OCDE, de 33,5%, y por debajo de países como Brasil, en donde llegó al 31,6%. En 2021, se redujo aún más y alcanzó un 28,8% .

Algo similar sucedió con las tasas máximas globales del impuesto a las ganancias para personas físicas en 2021. El promedio para los países de la OCDE fue de 42,5 %, y en algunos casos llegó hasta el 55,9%. Casi todos los países superaron el 35% de tasas máximas que posee la Argentina.

Una presión tributaria elevada no debería considerarse un aspecto negativo del sistema tributario. En realidad, es un indicador de la capacidad recaudatoria del Estado frente a los ingresos que se generan. Gran parte de los países que poseen un alto grado de desarrollo económico y los más elevados índices de Desarrollo Humano (IDH) a la vez, tienen los mayores niveles de presión tributaria. Para dar un ejemplo, Noruega, según el IDH elaborado por Naciones Unidas, se ubicó en 2020 primera en el ranking del Desarrollo Humano con un índice de 0,959. Ese mismo año presentó un alto nivel de presión fiscal: el 38,6% del PIB.

El número de tributos que existe en un país no explica nada en sí mismo, ni sirve como indicador acerca del funcionamiento o estructura del sistema tributario. En esta discusión, además, se suele exagerar acerca de la cantidad de impuestos vigentes. En Argentina, cada provincia establece distintos gravámenes y para que se superpongan todos los impuestos, tasas y contribuciones provinciales, el contribuyente tendría que vivir en muchas provincias al mismo tiempo. En el ámbito nacional hay solo 28 tributos en total, que se destinan a diferentes sujetos y a determinadas operaciones o hechos. La mayoría de los residentes argentinos no quedan gravados por estos 28 simultáneamente.

La presión fiscal no es la misma para todas y todos. Los trabajos de investigación que abordan este tema evidencian que los hogares más pobres (el 10 % con menores ingresos) poseen una presión tributaria superior, es decir, abonan tasas impositivas efectivas más altas que los hogares más ricos (el 10 % con mayores ingresos). Más aún, esto tiene un efecto mayor sobre las mujeres, que están sobrerrepresentadas en los sectores con menores ingresos y riqueza.

En definitiva, los distintos estratos socioeconómicos de nuestro país soportan diferentes cargas tributarias. Hay múltiples razones para explicar por qué sucede. Entre ellas, que la estructura del sistema tributario argentino es fuertemente regresiva, debido a que los recursos fiscales provienen en mayor medida de impuestos regresivos –es decir, aquellos que gravan con una misma alícuota a contribuyentes de alta y baja capacidad contributiva, sin hacer distinción–, e impactan más sobre quienes tienen menor capacidad económica. 

A su vez, los estratos de más altos ingresos y patrimonios, así como las grandes empresas, cuentan con mejores herramientas para aprovechar beneficios, devoluciones de impuestos, exenciones y eludir o minimizar el pago de impuestos, además de que determinados sectores se ven beneficiados por regímenes preferenciales y desgravaciones.

Varias características negativas del sistema tributario argentino se han mantenido a lo largo de la historia. Entre ellas, sobresalen los impuestos indirectos sobre bienes y servicios, la centralidad del impuesto al valor agregado (IVA) en la recaudación nacional y del impuesto a los ingresos brutos en los gobiernos provinciales, así como la baja participación de los impuestos que gravan el patrimonio y la renta sobre las personas y empresas de mayor capacidad contributiva. 

En Argentina, según la información de la Dirección Nacional de Investigaciones y Análisis Fiscal del Ministerio de Economía, en 2021 el 48% de los ingresos tributarios provinieron de impuestos sobre bienes y servicios. Esto demuestra que prácticamente la mitad de la recaudación argentina se explica por impuestos al consumo, que gravan en mayor proporción a personas con menor capacidad económica (entre las que, como mencionamos, predominan las mujeres). En este aspecto vale hacer una comparación para marcar contrapuntos: en los países OCDE, el porcentaje promedio de impuestos sobre bienes y servicios representó en 2019 el 32,6% (último dato disponible).

Por otra parte, la importancia de los impuestos al patrimonio ha sido históricamente insignificante en nuestro país, a pesar de ser éstos los tributos reconocidos por excelencia como los mejores distribuidores de riqueza. Desde los inicios de la conformación del Estado Nacional, el sistema tributario se caracterizó por una tenaz resistencia de la elite con capacidad contributiva para cumplir con sus obligaciones fiscales y aceptar esquemas tributarios más equitativos (Gaggero y Grasso, 2005). Esa baja participación llega hasta nuestros días: los datos oficiales muestran que el impuesto sobre bienes personales representó en 2021 el 2% de la recaudación, mientras que los impuestos provinciales sobre la propiedad equivalieron al 3,6% de la presión neta total. 

Para los grandes grupos económicos argentinos transnacionalizados y las empresas multinacionales, así como para las personas más adineradas del país, muchas de ellas asociadas a estas grandes firmas, la presión tributaria no suele ser la misma que para el resto de la sociedad. Estos actores minimizan su carga tributaria a través de maniobras de planificación fiscal -abusiva, en muchos casos- y trasladando sus capitales al exterior. 

La planificación tributaria agresiva o abusiva es una práctica extendida. Incluye la explotación de convenios tributarios y vacíos legales en la legislación impositiva, la utilización de guaridas fiscales y múltiples maniobras de elusión fiscal de personas y empresas, tales como la constitución de empresas fantasmas o estructuras jurídicas variadas para evitar el pago de impuestos y la manipulación de los precios de transferencia (de las operaciones intragrupo). Las personas ricas y las más grandes empresas suelen contar con múltiples asesores financieros, contables, impositivos y legales que proporcionan esquemas complejos y estructuras sofisticadas en guaridas fiscales para reducir la carga tributaria.

Si bien no existen estadísticas precisas, justamente por la opacidad que envuelve a la materia, al contrastar información pública de distintos organismos oficiales como AFIP e INDEC se advierte que una buena porción de activos en el exterior de propiedad de residentes argentinos no estaría declarada. De hecho, existen estimaciones de la pérdida de recursos tributarios en Argentina por maniobras abusivas elaboradas por organizaciones internacionales. La Alianza Global para la Justicia Fiscal, Public Services International y Tax Justice Network estiman que Argentina pierde cerca de 1.300 millones de dólares al año debido al abuso tributario corporativo y a la evasión fiscal de riqueza financiera colocada en guaridas fiscales. Las estimaciones de Alex Cobham y Petr Janský calculan una pérdida muy superior: 21.400 millones de dólares por año de recaudación impositiva en Argentina en razón del desvío de ganancias de empresas multinacionales. 

El argumento sobre la presión tributaria “confiscatoria” encubre la protección de la riqueza de personas adineradas y grandes empresas. Para algunos sectores, el derecho de propiedad parece tener prioridad por sobre otros derechos fundamentales, como los económicos, sociales y culturales (DESC). A pesar de la difusión de la idea de que los derechos civiles y políticos no tienen costo para el Estado y que los DESC sí, las libertades privadas conllevan grandes costos públicos, ya que su protección siempre depende de una acción estatal.

La serie publicada por elDiarioAR está basada en el manual “Mitos Impuestos: una guía para disputar ideas sobre lo fiscal”, una iniciativa del Espacio de Trabajo Fiscal para la Equidad, con el apoyo de ACIJ y FES Argentina y la edición de Revista Anfibia. Los textos expresan exclusivamente la opinión de las personas autoras sin representar necesariamente las perspectivas de las personas y organizaciones que integran el Espacio.

Alguien viaja furiosamente hacia vos

Alguien viaja furiosamente hacia vos

Cuando terminé el magnífico Los Monstruos que ríen, empecé a buscar otro libro de Denis Johnson para leer. Así como Johnson fue adicto a la heroína y otras yerbas y terminó en un hospital psiquiátrico a los veintiún años, uno se puede volver adicto a su literatura si da con alguno de sus libros. ¿Cómo era Denis Johnson? No dio muchos reportajes y en la foto que ilustra a uno está con las manos en los bolsillos de un impermeable ochentoso, lo tiene abierto y se ve una camisa blanca. Su cara está lejos de la belleza hegemónica: es como las caras de los actores de The Wire, a medida que los ves en acción empiezan a parecerte singulares y hermosos.

Johnson nació en Munich, Alemania, en 1949. Su padre trabajaba para la USIA (agencia de propaganda americana) y cuando pudo zafar de la casa paterna se metió a estudiar en la Universidad de Iowa literatura creativa con Raymond Carver. A los diecinueve años publicó un libro de poemas que causó lo que los franceses denominan un suceso de estima (le gusto mucho a pocos, pero certeros críticos), el libro se llama The man among the seals y no está traducido al castellano. Yo lo leí cuando estuve en Iowa porque en la biblioteca de la universidad había un ejemplar y es una rara mezcla -lo que recuerdo- de T.S. Eliot y el rock and roll.

Si bien a los diecinueve la estaba rompiendo y sacó rápidamente otro libro de poemas, él también podría escribir, como Paul Nizan en el comienzo de Aden Arabia: “He tenido veinte años, no permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de la vida”. Johnson -que estaba casado y daba clases en la universidad- se engancha con el alcohol (Carver no era una buena influencia) y con drogas duras, como la heroína. Se acaba su primer matrimonio, pierde el trabajo en la universidad y empieza a andar a los tumbos en trabajos pequeños hasta que termina internado con brotes esquizofrénicos. Se recupera. Se hace cristiano, encuentra cierta paz y tomando toda su experiencia en el corredor de la muerte escribe Hijo de Jesús, una colección de cuentos que se pueden leer como novela, un libro inquietante que parece estar desfasado, corrido en la percepción, por donde se pasean drogadictos, ladrones, médicos falsos y un banco de suplentes en peores condiciones. El libro llama la atención de la crítica y Johnson se hace un nombre.

Mientras publica varios libros está escribiendo uno tremendo: Árbol de humo, sobre la guerra de Vietnam. Este libro tiene más de seicientas páginas y una trama con varios personajes pero que a veces se hacen difícil de seguir. Pero no importa, no aspira al realismo de las novelas de Tolstoi; en realidad es un largo poema que trata de entender como pueden existir Dios y ese infierno que es la guerra a la vez. Los libros de Johnson contagian como las esporas de los hongos mientras las mueve el viento del espíritu.

Denis Johnson murió en 2017 a los sesenta y siete años. De cáncer de hígado, como Carlos Castaneda. En sus último días estuvo terminando un libro que se llama El favor de la sirena. Son cinco cuentos, según dicen, extraordinarios y singulares. Y que reflexionan sobre la inminencia del fin de la vida. Se publicó póstumo. Lo empecé a buscar, pero no estaba en el país. Random lo había publicado en España. Llamé a Alejandro Linshespir, un amigo que vive allá y le pedí que me lo comprara y que me lo mandara con algún amigo o amiga que viniera para acá. Lo compró enseguida. Pero cuando fue un amigo que me lo podría traer se le olvidó dárselo.

Una noche me llamó por teléfono y me dijo: Me olvidé de dárselo a X. En cuanto venga alguien de nuevo te lo mando. Otra noche me llamó y me dijo: Lo estoy leyendo, es genial. Hay un relato sobre una mujer cuyo marido se va a la guerra y ella se queda cuidando al hijo. Todas las noches el hijo le dice que extraña al padre y ella, en la choza donde vive en una zona rural, prende la lámpara y en la pared se refleja la sombra del niño. Ella le dice: esa sombra es tu papá. El niño se duerme todas las noches saludando a la sombra: “Buenas noches papá”. ¿Sigo?, me dijo Alejandro. Sí, le dije. Al final el padre vuelve de la guerra, pero el hijo no lo reconoce. Le dice que su padre es la sombra. El padre enloquece y se va de la casa. La mujer se tira al río que corre por detrás de donde viven y se ahoga. Cuando el padre se entera, le agarra un remordimiento terrible y vuelve a la casa para cuidar al hijo. Pero todo sale mal. ¿Sigo?, me dijo mi amigo. No, le dije. Quiero leerlo yo. Voy a hablar con un vendedor que conozco que me consigue libros. Ok, dice mi amigo y antes de cortar, me dice: Mejor si lo conseguís allá porque me gustaría quedármelo.

Llamo al vendedor de libros y le pregunto si me puede conseguir El favor de la sirena, de Denis Johnson. A los tres días me informa que tiene un ejemplar en inglés. Yo le digo que no hablo ningún idioma, que a veces me cuesta el castellano. Que a veces puedo hablar un idioma que engloba a todos los demás, pero que se asustaría si me escuchara. De todas maneras, le digo, ese lenguaje me visita cada vez menos. Entiendo, me dice y corta. Me acuerdo del vendedor de libros, de la vez que fui a buscar una novela a su domicilio y hacía un calor demencial. Vivía en el barrio de Belgrano y tenía un monoambiente repleto de bibliotecas donde habían libros y cds y una mesa donde tenía una computadora. Tenía también un aire acondicionado poderoso y era como entrar a un iglú del ártico entrar a esa habitación. Había en un carrito un bebe muy abrigado que estaba de espaldas a mí, mirando un amplio ventanal y al que el vendedor de libros le acomodaba, mientras buscaba mi encargo, la mamadera.

Me llama Andrés, otro amigo que vive un tiempo en España y otro en Buenos Aires. Me pregunta ciertas cosas y yo le pregunto, que ya que está en España, si me puede comprar El fervor de la sirena, de Denis Johnson. Me dice: Ya, de inmediato. No me sale el Fervor, me sale El favor de la sirena, me dice. Sí, le digo, me equivoqué, es el Favor de la sirena. Listo, dice, me compré también uno para mí. Me dice que me lo va a mandar con Gabriel, un amigo en común que va a España en unos días y vuelve. Genial, le digo. Pero Gaby vuelve con las manos vacías. Andrés se olvidó de dármelo, me dice. Andrés al teléfono: El último cuento del libro de Denis Jonhson es tremendo, me dice. Me imagino, le digo.

Pienso que va a empezar a contármelo, pero me dice: Te lo estoy mandando para allá con una amiga. Gracias, le digo. ¿Cuándo viene? Sale está tarde. Calculo en cuánto tiempo lo podré tener para leer. Pienso en los versos de John Ashbery que tanto me gustan: “Desde alguna parte alguien viaja furiosamente hacia vos/ a una velocidad increíble/ viaja día y noche/ a través de la nieve y el calor del desierto, a través de torrentes/ a través de gargantas/ aunque ¿podrá encontrarte/ reconocerte cuando te vea?/ ¿darte lo que tiene para vos?”. 

FC

Las olvidadas

Las olvidadas

En 1963 una astronauta rusa , Valentina Vladímirovna Tereshkova, había comandado la nave Vostok, lanzada al espacio el 16 de junio. En cambio, ninguna mujer había dirigido aún una orquesta importante y en ninguna temporada de ningún teatro de primera línea se programaban obras de compositoras. Había, sí, pianistas. Y algunas violinistas y cellistas. Resabio de la música doméstica del siglo XIX. Pero la abstracción, la comprensión del lenguaje, la visión de conjunto (y la conducción, desde ya) pertenecían a los hombres.

Había, no obstante, otra realidad, apenas visible fuera del pequeño mundo en que transcurría. La polaca Grazina Bacewicz había ganado el Concurso Nacional de Polonia con su Concierto para orquesta de cuerdas en 1950 y, en 1960, había obtenido el Primer premio en un concurso parisino por su Música para cuerdas, trompetas y percusión. Galina Ustvolskaya, discípula dilecta de Dmitri Shostakovich –que se peleó con toda la Asociación de Compositores Soviéticos para que ella fuera admitida– para ese entonces ya había creado una parte considerable de su obra. Ni la suya ni la de Bacewicz ni la de otras autoras como Amy Beach, Elizabeth Maconchy, Rebecca Clarke, Ethel Smyth, Lili Boulanger o Florence Price, todas ellas nacidas entre los finales del siglo XIX y los primeros años del XX, fue escuchada por públicos amplios ni incluida en ningún canon hasta mucho después. En realidad, hasta ahora.

Ya se sabe, lo que un día es lo más natural del mundo de repente deja de serlo. Y aquello de lo que nadie hablaba –y cuya existencia apenas era registrada– pasa a ocupar el centro de la escena. Hoy no hay orquesta que no se dispute los grandes nombres femeninos de la dirección. Y en el campo de la composición actual las mujeres son protagonistas. Rebecca Saunders, Caroline Shaw, Anna Clyne, Anna Thorvaldsdottir, Julia Wolfe, Kaija Saariaho, fallecida este año, o la argentina Patricia Martínez –otra lamentada pérdida reciente–, son apenas algunas entre las que son programadas en los festivales y teatros más importantes. Las grandes autoras secretas del pasado, incluyendo la romántica Louise Farrenc, una de las pocas que en su época recibió una formación musical completa, y las eclipsadas por hermanos o maridos –Fanny Mendelssohn, Clara Schumann y Alma Mahler–, por su parte, son las estrellas actuales de la discografía.

Los dos álbumes que la Orquesta de Filadelfia, con dirección de Yannick Nézet-Séguin, le ha dedicado a las tres sinfonías de Florence Price que se conservan (la segunda está perdida). Fueron publicados por Deutsche Grammophon y son una buena prueba del cambio de paradigma. El caso de Price, una autora de gran talento que ya en sus primeras obras anticipa en mucho al estilo de George Gershwin, es indicativo de la mirada del mercado actual y de su necesidad de responder al espíritu de época insuflando diversidad en un campo del que estuvo ausente durante siglos. Y es que Price, nacida en 1887, no solo fue mujer sino afro descendiente. Y el hecho de que la Metropolitan Opera House haya estrenado por primera vez una ópera de un compositor negro recién en 2021 –Fire Shut Up in My Bones, de Terence Blanchard– es, en ese sentido, un dato a tener en cuenta.

El primero de estos discos incluye las Sinfonías Nº 1 y Nº 3, compuestas respectivamente en 1932 y entre 1938 y 1940, fue editado en 2021 e incluido entre los mejores álbumes del año por las principales publicaciones dedicadas a la música de tradición académica –las inglesas Gramophone y BBC Music y las francesas Diapason y Classica. El otro acaba de ser subido a las plataformas y complementa la Sinfonía Nº 4, de 1945, con la Negro Folk Symphony, una composición escrita en 1934 por William Dawson, otro autor afroamericano, nacido en 1899.

Hija del único dentista negro de Little Rock, en Arkansas, y de una profesora de música blanca, Florence Smith –el apellido Price lo tomó de su marido, el abogado Thomas Price, con quien se casó en 1912, y lo conservó a pesar de divorciarse de él en 1931– tocó el piano por primera vez en público a los 4 años y publicó la partitura de su primera obra  a los 11. Pasaba por mexicana y de hecho, para inscribirse en el Conservatorio de música de Boston, puso, como lugar de nacimiento, un pueblo inexistente llamado Pueblo, en México. Sus obras ganaron premios, siempre dentro de asociaciones afronorteamericanas, y su amistad con el escritor Langston Hughes y con la cantante Marian Anderson –una de las grandes contraltos de la historia– que cantó sus arreglos de negro spirituals, le valieron un gran respeto dentro de la comunidad intelectual negra pero la frontera con el Gran Mercado (blanco) era infranqueable. Estas grabaciones de la Orquesta de Filadelfia son, en efecto, las primeras versiones grabadas de sus sinfónías. Y, paralelamente, su música de cámara y para piano comienza a suscitar interés.

Bonus Track, para escuchar en vivo

Vieron, desde el bote, a un ser gigantesco, con la cara pintada, bailando en la playa. Y Magallanes le pidió a uno de sus hombres que se acercara y lo imitara. En esa danza conjunta e improbable se cifró el encuentro entre los españoles y los Aonikkenk, a los que llamaron patagones. A partir de esa escena, relatada por el cronista Antonio Pigafetta, el compositor chileno Sebastián Errázuriz, junto con  Rodrigo Ossandón y Marcelo Lombardero ­–que fue el director de escena en el estreno en el Teatro del Lago, en Frutillar, en el sur de Chile– compuso su ópera Patagonia, contando la conquista desde el punto de vista de los conquistados.

La obra, ahora en versión de concierto, se presentará en Buenos Aires, como parte de la temporada internacional del Teatro Nacional Cervantes, los próximos viernes 29 y sábado 30 y el domingo 1 de octubre. Las funciones serán a las 20 y tendrán lugar en el Centro Cultural de la Ciencia (Godoy Cruz 2270). Sus intérpretes serán la actriz María Paz Grandjean, los cantantes Marcela González, Evelyn Ramírez, Nicolás Fontecilla y Sergio Gallardo y el actor bailarín Francisco Arrázola.

DF